Marihuana municipal: el experimento económico que podría transformar a Minnesota
Con más de una docena de ciudades explorando ventas de cannabis estatales, un nuevo modelo nace desde las experiencias exitosas con licorerías municipales
La legalización abre una nueva puerta
Desde la aprobación de la marihuana recreativa en Minnesota, han surgido múltiples debates sobre cómo debe implementarse su regulación. Sin embargo, una idea inusitada ha comenzado a tomar cuerpo: la venta de cannabis a través de tiendas municipales administradas por el gobierno local. Este enfoque, inédito a nivel nacional, está siendo considerado por al menos 13 ciudades de Minnesota, entre ellas Elk River, St. Joseph y Owatonna.
Cal Portner, administrador de la ciudad de Elk River, lo explica con pragmatismo:
“No siento que nuestro consejo esté entusiasmado con la legalización, pero están aceptando la realidad.”
El modelo de licorerías municipales como precedente
Minnesota ya cuenta con experiencia en operaciones municipales de venta minorista gracias a su sistema de licorerías públicas, conocidas como liquor munis.
- En 2023, había 176 ciudades con licorerías municipales.
- Estas generaron más de 31,6 millones de dólares en ganancias netas combinadas.
Por ejemplo, Elk River obtuvo $962,190 anuales de sus dos licorerías municipales, cifras que pueden traducirse en cobertura de servicios municipales o incluso en rebajas para los impuestos locales.
Paul Kaspszak, director de la Asociación de Bebidas Municipales de Minnesota, señala:
“Incluso $10,000 al año en una ciudad pequeña es dinero que no podría obtenerse de otra forma.”
¿Qué hace diferente a Minnesota?
A diferencia de otros estados que permiten el cannabis recreativo como Colorado, California o Washington, Minnesota ha creado un camino específico y legalmente definido para los municipios que desean involucrarse en su distribución.
Esto convierte al estado en el primero en EE.UU. en plantearse seriamente una red de dispensarios de cannabis operados por gobiernos locales. De hecho, el único ejemplo previo, North Bonneville en Washington, cerró sus puertas en 2021 después de seis años de operación.
Cannabis... ¿camino económico o desafío financiero?
Las proyecciones financieras iniciales no son del todo optimistas. De acuerdo con estimaciones realizadas en enero para Elk River, el primer año podría dejar pérdidas de hasta $184,698 debido a los altos costos de capital, marketing, educación e inventario.
No obstante, Portner confía en la rentabilidad a medio plazo:
“Ya hemos tenido tiempo de práctica vendiendo productos con THC a base de cáñamo. Comprendemos el producto y al cliente.”
Además, algunos municipios contemplan un esquema híbrido, como Elk River, que planea ubicar su futura tienda de cannabis en el mismo edificio que una de sus licorerías, unificando gestión y operación.
Retos legales y sociales: ¿aceptación total?
No todos los rincones del estado comparten este entusiasmo estratégico. En Albert Lea, por ejemplo, el Consejo Municipal bloqueó la apertura de una tienda privada de cannabis, generando tensiones legales sobre hasta qué punto puede intervenir una ciudad ante una normativa estatal.
La legislación contempla cierto margen: los municipios pueden implementar restricciones de zonificación y alterar el número de licencias permitidas, aunque no pueden monopolizar el mercado como con las licorerías.
Las reacciones varían:
- Unos ven en el cannabis municipal una vía de autonomía económica.
- Otros reclaman mayor prudencia ante inversiones de riesgo en un sector aún inestable.
El caso de Cannabound: identidad propia para el cannabis
En lugar de una simple extensión de su licorería municipal (Northbound), Elk River planea lanzar su dispensario bajo una marca independiente: Cannabound. Esto refleja tanto una estrategia de marketing como de segmentación de mercado. El objetivo no solo es atraer clientes, sino también educarlos, controlar la calidad y asegurar cumplimiento legal.
Esto reforzaría el componente de confianza y responsabilidad pública. De hecho, como lo afirma Portner:
“Nuestras licorerías nunca fallan controles de cumplimiento, ni para alcohol ni para tabaco. Creemos que podremos aplicar los mismos estándares al sector del cannabis.”
La mirada desde las pequeñas comunidades
Otro elemento crucial de este modelo es que la mayoría de las licorerías municipales —y ahora las potenciales tiendas de cannabis— se encuentran en comunidades rurales o pequeñas ciudades del llamado Greater Minnesota.
Esto refuerza el argumento de que en muchas localidades donde las oportunidades económicas son limitadas, cualquier ingreso adicional puede tener un impacto significativo. Como mencionó Kaspszak, incluso una ganancia neta de $10,000 puede representar un ahorro de $100 por hogar al año en impuestos.
El costo de no participar
Si una ciudad rechaza abrir una tienda de cannabis, el mercado legal no desaparece. En cambio, otros negocios —posiblemente privados y externos— ocuparán ese espacio y se llevarán las ganancias.
Portner lo dice sin rodeos:
“Preferimos que el dinero se quede en nuestra comunidad en lugar de ir a manos de corporaciones fuera del estado.”
Próximos pasos
Las ciudades que han solicitado licencias, como St. Joseph o Owatonna, aún esperan la aprobación por parte de la Oficina de Gestión de Cannabis (OCM por sus siglas en inglés). Mientras tanto, están explorando ubicaciones, identificando modelos de negocio sostenibles y analizando los costes de implementación.
En ciudades como Byron, el acercamiento ha sido estratégico: se solicita la licencia para mantener abierta la posibilidad, sin comprometerse por completo.
“Solicitar no significa ejecutar,” subrayó el administrador de la ciudad, Al Roder. “Pero la ventana para aplicar es muy breve.”
¿Revolución verde municipal?
La experiencia de Minnesota podría convertirse en un laboratorio social y económico de gran valor para otros estados. Si las tiendas municipales de cannabis logran equilibrar salud pública, educación, cumplimiento legal y beneficios económicos, podríamos estar siendo testigos del nacimiento de un nuevo modelo estadounidense.
Por ahora, la prudencia parece ser la regla: testear, evaluar y luego expandirse. Pero si este sistema pasa la prueba, otras regiones podrían tomar nota... especialmente en tiempos donde la economía local busca nuevas fuentes de ingreso.