Mzia Amaghlobeli y la ofensiva contra la prensa libre en Georgia
La condena de una periodista independiente desata una ola de protestas y revela el avance del autoritarismo en Georgia
Una periodista condenada por desafiar al poder
El 1 de febrero de 2025, un evento remeció los cimientos del periodismo independiente en Georgia cuando Mzia Amaghlobeli, reconocida periodista y fundadora de los medios Batumelebi y Netgazeti, fue sentenciada a dos años de prisión por supuestamente abofetear a un jefe de policía durante una protesta. El hecho, ocurrido en la ciudad costera de Batumi, ha generado indignación tanto a nivel nacional como internacional, lo que demuestra el creciente asedio contra la libertad de prensa en el país del Cáucaso.
¿Delito o represalia política?
Originalmente acusada de agresión —un delito que conlleva hasta siete años de cárcel— Amaghlobeli fue finalmente condenada por "resistencia y amenazas contra un funcionario público". La diferencia semántica en la imputación no oculta que se trata de un castigo político. La audiencia, rebosante de colegas y simpatizantes, fue testigo de una Mzia visiblemente agotada que escuchaba el veredicto mientras fuera del tribunal resonaban cánticos como “¡Liberen a Mzia!”.
La periodista, de 50 años, ha relatado que fue brutalmente detenida durante una manifestación pacífica. Asegura que el jefe policial Irakli Dgebuadze la escupió e intentó agredirla después de su arresto. "Sufrí abusos físicos y psicológicos tras caer al suelo en medio del caos generado por la policía", testificó Amaghlobeli.
La voz de una comunicadora en resistencia
En su declaración final ante la corte, Amaghlobeli ilustró con dramatismo el momento de su arresto: "En un entorno completamente pacífico, aparecen policías y me rodean con máscaras. Me empujan violentamente hacia el asfalto y me pisan". Sus palabras finales ante los jueces no fueron de arrepentimiento, sino de firme desafío: “Ustedes deben seguir luchando. ¡Todavía hay tiempo, la resistencia continúa, hasta la victoria!”.
Un caso que ha agitado a la comunidad internacional
La respuesta de la comunidad diplomática ha sido contundente. En enero, embajadas de 14 países europeos —incluyendo Francia, Alemania y el Reino Unido— condenaron de forma conjunta el juicio, calificándolo como "otro preocupante ejemplo de intimidación contra periodistas". Gypsy Guillén Kaiser, directora de comunicaciones del Committee to Protect Journalists (CPJ), dijo clara y tajantemente:
“El caso de Mzia Amaghlobeli es un símbolo de un entorno cada vez más restrictivo para la libertad de prensa en Georgia. Hay una batalla en curso entre la verdad y el control.”
Un juicio parcial en un sistema que se tambalea
El relato de Amaghlobeli apunta a múltiples irregularidades: ausencia de una investigación imparcial, parcialidad judicial e incluso abusos post-arresto. Esta no es una narrativa aislada sino parte de un patrón más amplio de represión observado bajo el mandato del partido gobernante Georgian Dream, liderado por el primer ministro Irakli Kobakhidze y fundado por el oligarca Bidzina Ivanishvili, cercano al Kremlin.
Kobakhidze defendió públicamente el encarcelamiento de la periodista alegando que "intentó desacreditar a la policía" y que los críticos "son quienes buscan socavar el Estado georgiano". Declaraciones que resuenan más en autoritarismo que en democracia.
Del sueño europeo al autoritarismo geopolítico
Georgia, que alguna vez fue considerada como un país camino hacia la integración europea y las instituciones democráticas, ha visto ese sueño desvanecerse. Desde las elecciones parlamentarias de octubre de 2024, los ciudadanos han protestado masivamente alegando fraude electoral y manipulación rusa.
Los líderes opositores han sido encarcelados por negarse a declarar en comisiones parlamentarias que muchos consideran escenografías políticas. Y las nuevas leyes de “influencia extranjera” y “registro de agentes” —inspiradas en normativas rusas de control— ahora permiten al gobierno criminalizar medios y ONGs que reciben financiamiento del extranjero.
Periodismo bajo presión: represión, exilio y valentía
La presión contra los medios no se limita a Mzia Amaghlobeli. Mariam Nikuradze, fundadora de OC Media, ha denunciado un ambiente de intimidación generalizado:
“Quieren que renunciemos, que cerremos nuestros medios, que cambiemos de profesión. Pero nuestros periodistas quieren seguir aquí, contar lo que ocurre y denunciar esta deriva autoritaria.”
La aparente estrategia del gobierno es clara: silenciar al mensajero. Pero si algo evidencia el caso de Amaghlobeli y el respaldo que ha recibido, es que el periodismo libre en Georgia aún respira.
¿Periodismo libre o enemigo del Estado?
En muchos lugares del mundo, el periodismo es difícil. En Georgia, comienza a ser peligroso. El encarcelamiento de Amaghlobeli sienta un precedente nefasto: se criminaliza a los periodistas por ejercer su oficio con honestidad. Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras han alertado que Georgia ha descendido en el índice de libertad de prensa mundial: del puesto 60 en 2021 al 89 en 2024.
Además, el uso de leyes vagas y coercitivas —como la de “agente extranjero”— recuerda al manual de represión de regímenes autoritarios como Rusia o Hungría. La estrategia es sencilla pero efectiva: dividir a la sociedad, etiquetar como traidores a voces críticas, y ejercer control directo sobre la narrativa pública.
El papel de Europa y Occidente
Aunque Georgia aspira a integrarse a la Unión Europea, su comportamiento actual dinamita ese camino. La UE ha advertido que las reformas en derechos humanos, libertad de prensa y transparencia judicial son requisitos indispensables para su ingreso. La prisión de periodistas y opositores no solo obstaculiza ese ingreso sino que nos recuerda que el autoritarismo muchas veces se encubre bajo discursos nacionalistas.
La condena de Mzia Amaghlobeli debe ser interpretada como un mensaje intimidatorio hacia todo el ecosistema mediático. La periodista, sin embargo, ha decidido no callar. Y su caso ha encendido nuevamente la llama de la protesta en un país que aún mantiene esperanzas de cambio.
La resistencia de una nación silenciada
En las calles de Batumi, Tiflis y otras ciudades georgianas, las voces de periodistas, activistas y ciudadanos siguen resonando. “Liberen a Mzia” no es solo un cántico. Es un grito colectivo que exige respeto por la verdad, justicia para los valientes y un futuro sin mordazas.
La condena de Amaghlobeli podría ser recordada, años más tarde, como el momento clave en el que la ciudadanía decidió no retroceder más. Como ella misma dijo: “No pierdan la fe en sus capacidades. Todavía hay tiempo. ¡La lucha continúa!”.