Narco-corridos, censura y política: El caso de El Makabelico y la guerra cultural de Estados Unidos

Mientras crece la popularidad global de géneros mexicanos como los corridos tumbados y narco-corridos, artistas como El Makabelico enfrentan sanciones y vetos en EE.UU. por sus presuntos nexos con el crimen organizado

¿Quién es El Makabelico y por qué está en el ojo del huracán?

El músico mexicano Ricardo Hernández, mejor conocido como El Makabelico, se convirtió recientemente en el protagonista de una controversia pública y geopolítica al ser sancionado por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. La administración lo acusa de usar su carrera como plataforma para el lavado de dinero en beneficio del Cartel del Noreste (CDN), una organización criminal mexicana considerada por EE.UU. como una amenaza terrorista.

Según un comunicado oficial del Office of Foreign Assets Control (OFAC), Hernández habría canalizado fondos de eventos y reproducciones en plataformas digitales directamente al cartel. Las autoridades apuntan a que hasta el 50% de las regalías del cantante en medios digitales irían directamente al CDN.

Música, crimen y censura: un triángulo polémico

Este escándalo ha reavivado el debate en torno a los «narco-corridos», subgénero de la música regional mexicana que narra las hazañas, tragedias y estilo de vida de miembros del crimen organizado. A menudo comparados con el gangsta rap de EE.UU., estos corridos mezclan exaltación, denuncia y documentación del entorno en regiones afectadas por la violencia del narcotráfico.

El Makabelico es parte de una generación de artistas que, siguiendo la senda abierta por exponentes como Los Tigres del Norte o Chalino Sánchez, modernizó el formato usando ritmos urbanos, máscaras y referencias explícitas a la vida del narco con un tinte de autenticidad y provocación.

«En sus letras hay realismo crudo, no simplemente apología», defienden algunos fans en redes sociales. Otros consideran que cruzó la línea entre retratar una situación social y glorificarla.

La sanción formal de Estados Unidos

Las sanciones emitidas por el gobierno implican la congelación de activos que Hernández posea en EE.UU., la prohibición de transacciones financieras con empresas americanas, y su inclusión en la lista negra que impide viajes al país. Además, cualquier entidad financiera internacional que interactúe con él podría ser sujeta a sanciones secundarias.

“El Cartel del Noreste, como muchos otros, buscan diversificar sus fuentes de ingreso más allá del contrabando. La música se ha convertido en un vehículo para el lavado y promoción ideológica”, declaró un portavoz del Departamento del Tesoro.

La creciente tensión con la industria musical mexicana

Esta no es la primera vez que las autoridades estadounidenses toman medidas contra artistas del entorno narco-cultural. En meses recientes, el gobierno revocó las visas del grupo norteño Grupo Firme, pese a que esta banda ha afirmado distanciarse de cualquier implicación con el crimen organizado. También fueron vetados Los Alegres de la Sierra por proyectar imágenes relacionadas con líderes criminales en conciertos.

La medida más controversial fue en mayo, cuando se canceló una presentación de Grupo Firme en California a raíz de sus vínculos supuestos con elementos culturales del narcotráfico. “Nos sentimos criminalizados por nuestra música y nuestras raíces”, declaró uno de los integrantes de la banda.

¿Una forma de censura política?

Para muchos analistas y defensores de los derechos culturales, estas acciones representan un preocupante avance de la censura bajo pretextos legales y de seguridad. Es el caso de la ONG Freemuse, dedicada a la libertad de expresión artística, que ha documentado aumento de prohibiciones a canciones “inapropiadas” en distintos contextos, incluyendo géneros como el trap en Cuba, el metal en Medio Oriente o el narcocorrido en México.

“El arte no puede ser el chivo expiatorio del miedo institucional”, señala su último informe global. Sobre el caso de El Makabelico no se han difundido aún pruebas judiciales, lo cual acentúa el matiz político de estas decisiones.

¿Hasta dónde puede llegar la lucha contra la narco-cultura?

Los llamados corridos tumbados, híbrido reciente de los narco-corridos con géneros como el trap y el reggaetón, han colocado a artistas como Peso Pluma o Natanael Cano en el centro de los charts mundiales. Solo en 2023, Peso Pluma desplazó a Bad Bunny y a Taylor Swift en reproducciones semanales de Spotify en varias regiones.

Sin embargo, con esa fama han llegado también campañas de desprestigio y criminalización. En algunos estados mexicanos como Sinaloa y Chihuahua se han prohibido las presentaciones públicas de corridos. También se han detenido artistas bajo acusaciones de “incitación” o “apología del crimen”.

En respuesta, comunidades musicales y activistas defienden el derecho a crear desde la realidad que los rodea. “Si cantar una canción que menciona la violencia que ocurre aquí es motivo para exiliarme, ¿entonces ya no puedo ser honesto como artista?”, se preguntaba un músico independiente entrevistado por Rolling Stone México.

La delgada línea entre documentación, arte y apología

Sociólogos como Victor Ronquillo o Jessie Bering han señalado que, aunque algunos artistas cruzan el límite hacia la promoción del delito, muchos otros simplemente retratan una sociedad donde el narco ha permeado hasta lo cotidiano. Así como la novela negra documenta crímenes, o el cine estadounidense glorificó a mafiosos, parece difícil trazar una frontera clara entre testimonio y propaganda.

«El narco-corrido no creó el narco, sólo evidenció su poder», dicen varios estudios culturales. Pero en contextos polarizados por la violencia, ¿es posible hacer esta distinción sin caer en juicios sumarios?

Impacto en la nueva generación de músicos

Para jóvenes artistas emergentes, este panorama representa tanto una puerta como una trampa. Por un lado, explorar la crudeza del entorno inmediato les ha abierto espacio en la música global. Por otro, el estigma y la censura por parte de instituciones, y a veces del mismo público internacional, pueden truncar carreras enteras.

El caso de El Makabelico adquiere así una relevancia simbólica. Más allá de la veracidad o no de las acusaciones, abre un debate urgente sobre libertad de expresión, control estatal de contenido cultural, y la profunda incomodidad social que genera el reflejo de una violencia no resuelta.

Una batalla cultural más amplia

En última instancia, la censura de géneros como los narco-corridos es parte de una guerra cultural mucho más amplia donde se disputan narrativas, identidades y poder simbólico. Si bien es legítima la preocupación por quienes usan el arte como fachada del crimen, el riesgo de silenciamiento colectivo y homogeneización cultural también es real.

La historia ha demostrado que incluso los movimientos más incómodos tienen algo que decir. Como escribió el periodista Carlos Monsiváis: “Lo popular también incomoda porque dice la verdad en voz alta”. El Makabelico, con máscara y versos, representa una voz de ese México profundo que aún busca quién lo escuche sin condenarlo de antemano.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press