Depuración en el FBI: ¿revanchismo político o limpieza institucional?

La salida forzada de Brian Driscoll, exdirector interino y crítico de la presión trumpista sobre la investigación del 6 de enero, pone en entredicho la independencia del FBI mientras avanza una purga de alto nivel en la agencia.

La purga silenciosa en el FBI

En las últimas semanas, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) ha sido escenario de una serie de movimientos internos tan profundos como preocupantes. La salida forzada de Brian Driscoll, un alto funcionario que sirvió como director interino de la agencia durante una fase clave, no es un hecho aislado. Junto a él, varios otros agentes de alto nivel han abandonado de manera súbita, marcando lo que muchos ya denominan una purga institucional sin precedentes desde los años posteriores al escándalo de Watergate.

¿Quién es Brian Driscoll y por qué su salida es clave?

Driscoll cuenta con décadas de experiencia en el FBI. Especializado en contraterrorismo internacional y antiguo jefe del Hostage Rescue Team, alcanzó su punto más visible al ser nombrado director interino en enero de 2024 para reemplazar a Christopher Wray mientras se revisaba la nominación de Kash Patel. Durante ese período, tuvo que lidiar con presiones políticas intensas, particularmente en relación con los agentes involucrados en la investigación del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.

Driscoll, junto con el entonces subdirector Rob Kissane, se negó a revelar de forma nominal la identidad de los agentes que investigaban el caso de la insurrección, ofreciendo cifras y códigos internos en lugar de nombres. Esta decisión fue interpretada como un acto de desobediencia por parte del entorno del expresidente Donald Trump.

Emil Bove, exfuncionario del Departamento de Justicia y hoy juez federal de apelaciones, acusó a Driscoll y Kissane en un memorando de “insubordinación”. Desde entonces, el ambiente se tornó tenso dentro del Buró.

Kash Patel y la reconfiguración del FBI

Bajo el liderazgo de Kash Patel como director y Dan Bongino como subdirector, ambos figuras cercanas al movimiento MAGA y anteriores colaboradores mediáticos de Trump, el FBI ha sido sometido a una reorganización sin precedentes.

  • Agentes altos en oficina han sido reasignados o forzados a renunciar.
  • Se han implementado pruebas de polígrafo para varios integrantes, generando desconfianza interna.
  • Algunos agentes fueron apartados tras ser fotografiados de rodillas durante protestas por justicia racial en 2020.

Estas acciones han encendido alarmas entre exfuncionarios del FBI y observadores políticos, quienes argumentan que se trataría de un proceso de "alineamiento ideológico" disfrazado de reestructuración.

¿Independencia en peligro?

El principio de independencia política del FBI —fundamental para su legitimidad dentro del sistema democrático estadounidense— se ve ahora erosionado por lo que parece una limpieza motivada por cuentas pendientes del anterior gobierno.

Michael Feinberg, otro agente de carrera, también fue presionado para dejar su cargo, en su caso debido a su amistad con Peter Strzok, figura clave en las investigaciones sobre la influencia rusa en la campaña de Trump y expulsado tras revelarse mensajes críticos hacia el expresidente.

Las consecuencias del caso Strzok y la lucha ideológica en el FBI

Strzok ya fue utilizado como chivo expiatorio por sectores conservadores desde 2018, pero las consecuencias de ese episodio aún repercuten en la agencia. La narrativa de una “caza de brujas” dentro del FBI para eliminar elementos considerados “desleales” al movimiento MAGA debilita el prestigio de una de las instituciones más temidas y respetadas del país.

Desde dentro, las señales son preocupantes. Una cultura de miedo, incertidumbre y desconfianza comienza a gestarse. Fuentes anonimizadas alegan que el ambiente ha cambiado dramáticamente, generando un éxodo silencioso de profesionales experimentados, muchos de los cuales ya optan por el retiro anticipado.

La investigación del 6 de enero: piedra angular del conflicto

Desde que una turba de seguidores de Trump asaltara el Capitolio estadounidense en enero de 2021, cientos de investigaciones han sido lideradas por el FBI. Para la administración del expresidente, el enfoque del Buró hacia ese incidente ha sido una espina constante.

Trump y su círculo más cercano han calificado recurrentemente estas investigaciones como una “caza de brujas” política. Por eso, tener agentes involucrados en el caso —y que además se resistan a revelar nombres o ceder información interna— ha sido visto como un acto de desafío imperdonable.

Los efectos de una dirección politizada

Kash Patel no ha ocultado su afiliación a las ideas trumpistas. Fue parte del equipo de transición del expresidente y figura clave en el intento de desacreditar las investigaciones sobre Rusia. Su designación como director del FBI constituye un cambio radical hacia el modelo de agencia alineada con intereses políticos, algo que los fundadores conscientes de los peligros del autoritarismo intentaron evitar al crear un sistema de pesos y contrapesos.

Hoy, muchos expertos coinciden en que distintos sectores del poder están usando al FBI como tablero de venganza política, transformando una agencia dedicada a la seguridad nacional en un instrumento de depuración ideológica.

¿Qué viene para el FBI?

Si esta tendencia continúa, el Buró corre el riesgo de convertirse en una herramienta partidista, perdiendo la confianza pública. En el pasado, episodios como la actuación de J. Edgar Hoover, quien usó el FBI para perseguir a disidentes políticos bajo espionaje ilegal, ya mostraron los peligros de una agencia autónoma sin límites. Pero ahora, el peligro es el opuesto: una institución sometida completamente al vaivén del poder político.

La salida de Driscoll bien podría marcar un hito simbólico: el momento en que resistirse a las presiones políticas dejó de ser una virtud administrativa para convertirse en una sentencia de salida.

Voces preocupadas

Exfuncionarios y expertos no han tardado en alertar sobre el rumbo actual. Frank Figliuzzi, exjefe de contrainteligencia del FBI, advirtió recientemente en MSNBC: “Estamos viendo una erosión programada de los pilares apolíticos de la agencia. Si esto no se detiene, la crisis de confianza será permanente.”

Del mismo modo, legisladores demócratas ya exigen investigaciones formales en el Congreso, mientras los republicanos más alineados con Trump defienden la "limpieza" en la agencia como necesaria para acabar con una supuesta cultura de activismo liberal incrustada en los servicios de inteligencia.

¿Reforma o revancha?

Los cambios implementados desde que Kash Patel asumió el liderazgo del FBI no pueden desvincularse del contexto político. La narrativa de persecución hacia figuras conservadoras ha sido cultivada durante años por el ala MAGA. Sin embargo, lo que en apariencia puede leerse como una reforma organizativa, adquiere tintes claros de revancha institucional contra aquellos que durante la administración anterior se atrevieron a indagar, investigar e incluso frenar los peores excesos de esa presidencia.

Muchos comparan este proceso con limpiezas políticas en otras agencias similares en gobiernos de corte autoritario: eliminar a disidentes, desmantelar redes internas de investigación, imponer lealtades sobre méritos.

Una crisis en marcha

La salida de Driscoll no cierra este capítulo, sino que lo abre aún más. La lista de funcionarios investigados, degradados o presionados para salir no deja de crecer. Al mismo tiempo, el FBI enfrenta crisis simultáneas: desde pérdida de credibilidad pública y denuncias de parcialidad, hasta tensiones internas y fugas de talento clave.

En una democracia saludable, las agencias de seguridad deben permanecer al margen de los vaivenes partidarios. Pero todo parece indicar que la era MAGA ha traspasado con fuerza ese umbral, dejando en vilo la institucionalidad y estabilidad de uno de los pilares más delicados del sistema estadounidense.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press