Entre la crisis y el cariño: La lucha por salvar animales callejeros en Cuba

En un país golpeado por la inflación, la migración masiva y la escasez, los héroes anónimos de La Habana alimentan y cuidan a cientos de gatos y perros abandonados

Una caminata diaria por el corazón de La Habana

Cada atardecer en La Habana Vieja, entre los callejones coloniales de piedra desgastada y balcones descascarados, una figura menuda se convierte en líder de una silenciosa procesión. Nélida Pérez, de 81 años, camina lentamente seguida por una nube de gatos hambrientos que conocen de memoria su rutina. Durante años, esta mujer cubana ha adoptado la misión de alimentar a los felinos callejeros que abundan en uno de los barrios más turísticos —y olvidados— de la capital.

“Nunca en mi vida he pedido un plato de comida para mí, pero ahora tengo que pedirlo para mis gatos”, comentó Pérez. Con la economía cubana en ruinas, la disminución del turismo y la inflación galopante, alimentar a decenas de animales se ha vuelto titánico.

Pandemia, escasez e inflación: cóctel letal para los animales callejeros

Desde 2020, Cuba atraviesa una de las crisis económicas más severas desde el Período Especial. Tres factores claves agravaron esta situación:

  • Pandemia de COVID-19: paralizó el turismo, fuente vital de ingresos.
  • Sanciones de EE. UU.: endurecidas durante el gobierno de Donald Trump y mantenidas parcialmente.
  • Reforma monetaria: la unificación de monedas en 2021 trajo consigo una inflación descontrolada.

Según cálculos del economista cubano Pedro Monreal, el índice general de precios ha inflado más del 600% en productos básicos desde 2019. Y esto no excluye al alimento animal. Un saco de pienso de 20 kg —suficiente para alimentar a un perro mediano por poco más de un mes— cuesta actualmente $80 USD. En un país donde el salario mensual promedio ronda los $12 USD, alimentar a un animal es, sencillamente, un lujo.

El Estado, ausente; los ciudadanos, presentes

Aunque el gobierno cubano ofrece servicios gratuitos como vacunas, esterilizaciones y algunas clínicas comunitarias, no cuenta con una red de albergues, ni alimentación para los animales callejeros.

En cambio, esta responsabilidad recae en ciudadanos voluntarios como Bárbara Iglesias, una farmacéutica de 51 años que ha adoptado cinco perros y encuentra hogares para muchos más. “Las calles los matan”, dice con determinación. Iglesias explica que debe recurrir a sobras como vísceras, pellejos de pollo o picadillo para alimentarlos.

Junto a otros activistas, forma parte de una red creciente de rescatistas independientes que actúan sin apoyo institucional. Ellos cubren esterilizaciones de su bolsillo, pagan tratamientos veterinarios y, cuando pueden, encuentran hogares para sus rescatados. Muchos convierten sus propias casas —por pequeñas que sean— en refugios improvisados.

Proyecto Aldameros: una colonia de gatos en resistencia

En el corazón del centro histórico de La Habana florece un experimento de humanidad y resistencia: Proyecto Aldameros. Fundado en 2020 por Annelie González, una gerente de restaurante de 36 años, junto a un grupo de voluntarios, nació con la idea de alimentar a 15 gatos. Hoy, cinco años después, cuidan a más de 150 animales.

“Todo comenzó al notar que los gatos del parque estaban desnutridos. Poco a poco nos fuimos involucrando más. Ahora tenemos casetas, áreas médicas y hasta una pequeña bomba de agua”, comentó González.

Lo que comenzó como un pequeño proyecto vecinal se ha transformado en un oasis de seguridad para los animales. Sin embargo, no está exento de desafíos: cada día aparecen cerca de 15 nuevos gatos abandonados, una cifra alarmante comparada con los 2-3 semanales que se reportaban en 2020.

¿Por qué tantos abandonos?

Según los activistas, el abandono de animales en Cuba responde a una combinación de urgencias personales y sistémicas:

  • Migración masiva: Más de 700.000 cubanos emigraron desde 2018, muchos dejándolos atrás.
  • Crisis económica: Las personas apenas pueden alimentarse a sí mismas, mucho menos a un animal.
  • Envejecimiento poblacional: Muchos dueños de mascotas mueren, y nadie se hace cargo de los animales que dejan.

No existe un censo oficial de animales callejeros, pero solo en La Habana se calculan más de 30.000 perros y gatos sin hogar.

El costo emocional para los rescatistas

La realidad no solo es difícil para los animales, sino también para quienes los cuidan. “Me rompe el alma ver cómo los golpean o envenenan”, dice Nélida Pérez. En sus palabras resuena el trauma de años enfrentando indiferencia, abuso y la impotencia de no poder salvarlos a todos.

La salud mental también cobra factura: cuidar decenas de animales, sin recursos ni apoyo, genera estrés, ansiedad y agotamiento emocional entre los voluntarios. Y, a menudo, también enfrentan críticas o incomprensión social. “Algunos vecinos me gritan que deje los gatos, que somos locas de los animales… pero alguien tiene que hacerlo”, apunta González.

El reto de sensibilizar y visibilizar

Cuba ha dado algunos pasos. En 2021, tras una histórica marcha de activistas por los derechos de los animales, se aprobó el primer Decreto Ley de Bienestar Animal. Aunque significó un avance regulatorio, la implementación continúa siendo lenta y burocrática, sin resultados tangibles en las calles.

“La ley sirve en teoría, pero la policía no interviene si golpean un animal. Y no hay albergues estatales. Todo lo hace la sociedad civil”, explica Bárbara Iglesias.

Una historia de amor, no solo de lucha

En medio de la precariedad, lo que impulsa a estos rescatistas es una profunda compasión. “Ellos no pidieron nacer en la calle”, afirma Annelie. Y como en muchas ciudades del mundo, los animales en situación de calle son reflejo del abandono, no la causa.

Quizás la imagen más poderosa sea la de Nélida Pérez sentada en una banca con una bolsa de arroz y restos de pollo, sonriendo mientras tres gatitos se frotan contra su pierna. “Mientras yo viva y las fuerzas me den, estos animales no estarán solos”, dice, firme.

Una frase que resume lo que en otro lugar podría llamarse activismo, pero en Cuba es algo aún más valiente: un acto de amor en resistencia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press