Gaza en llamas: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar Netanyahu?
Familias de rehenes, desgarradas entre la esperanza y el horror, enfrentan la expansión israelí en medio de una crisis humanitaria sin precedentes
El dilema de Israel: entre los rehenes y la guerra total
Mientras el gabinete de seguridad de Israel estudia la posibilidad de ampliar la ofensiva militar en Gaza, el país se encuentra dividido entre el objetivo de eliminar a Hamas y la angustia de las familias de rehenes, atrapadas en la pesadilla de un conflicto que no cesa. Además de la presión política interna y externa, Israel afronta un entorno militar y humanitario cada vez más complejo y cuestionado.
Una guerra costosa y prolongada
Más de 61,000 palestinos han muerto desde el comienzo de la ofensiva israelí tras los ataques del 7 de octubre de 2023, según el Ministerio de Salud de Gaza. Entre los fallecidos, al menos la mitad son mujeres y niños. Al mismo tiempo, 1,200 personas -en su mayoría civiles- murieron en ataques liderados por Hamas en suelo israelí, dando inicio al actual conflicto.
En este contexto, el primer ministro Benjamin Netanyahu ha convocado múltiples reuniones con asesores de seguridad con el objetivo declarado de "lograr plenamente los objetivos de Israel en Gaza". Sin embargo, la falta de un plan claro para el futuro de la región, combinada con las advertencias del ejército sobre la viabilidad de una expansión, ha desatado un intenso debate en todos los niveles del Estado.
Oposición interna: la voz de los familiares de rehenes
Uno de los sectores más críticos de una posible expansión militar son las familias de los rehenes israelíes aún en manos de Hamas. Según medios israelíes, actualmente permanecen secuestradas unas 50 personas, de las cuales solo se considera viva a una veintena.
En una iniciativa que ha captado la atención pública, un grupo de casi dos docenas de familiares zarpó desde Ashkelon hacia el borde marítimo con Gaza, lanzando mensajes desde altavoces hacia la zona donde se cree que podrían estar sus seres queridos.
Yehuda Cohen, padre del soldado Nimrod Cohen, declaró durante la protesta:
“Netanyahu prolonga esta guerra para complacer a los extremistas de su gobierno y para evitar su colapso político. Está trabajando únicamente para sí mismo.”
Fuerzas militares divididas
La tensión no se limita al plano civil. El jefe del Estado Mayor de las FDI, teniente general Eyal Zamir, ha advertido que una expansión militar pondría en riesgo a los rehenes, así como a los propios soldados, señalando que las fuerzas armadas están ya al límite tras casi dos años de conflicto.
Esta disonancia entre el liderazgo político y el militar deja al descubierto una grieta fundamental en la estructura del poder israelí, justo en un momento donde la unidad sería esencial para abordar las presiones internacionales y las crecientes bajas.
Denuncias y presión internacional
La comunidad internacional observa con alarma. Organizaciones como Human Rights Watch han pedido a los gobiernos del mundo que suspendan la venta de armas a Israel como resultado de ataques mortales contra escuelas en Gaza, que dejaron 49 muertos.
Un informe de Médicos Sin Fronteras (MSF) fue aún más directo: calificó los sitios de distribución de la Gaza Humanitarian Foundation (GHF) como lugares de "matanza orquestada" más que de ayuda, tras reportes de más de 850 muertos y 1,400 heridos cerca de estos puntos en solo dos meses.
MSF incluso documentó el tratamiento de 41 menores baleados y cerca de 200 personas con heridas por asfixia, traumatismos en la cabeza y efectos del gas pimienta.
Una Gaza que se hunde en el hambre
Mientras las bombas caen, Gaza se enfrenta a una de las hambrunas más severas registradas en tiempos recientes. Según Naciones Unidas, más del 80% de la población gazatí sufre inseguridad alimentaria extrema.
La creciente intervención militar, acompañada de un colapso logístico y bloqueo de ayuda, está empujando a la población hacia una catástrofe cuya única salida parece cada vez más lejana.
La muerte del activista Awdah Al Hathaleen: otro punto de fricción
El conflicto ha dejado también víctimas indirectas y recordatorios constantes del descontento. Israel recientemente devolvió el cuerpo de Awdah Al Hathaleen, activista palestino presuntamente asesinado por un colono israelí. Su caso está relacionado al documental ganador del Oscar No Other Land, donde se muestra la violencia en sectores ocupados como Masafer Yatta.
Su funeral se convirtió en escenario de nuevas restricciones: sólo algunos pudieron asistir debido a los checkpoints impuestos por Israel.
¿Netanyahu contra el mundo?
El primer ministro Netanyahu parece decidido a continuar una estrategia de presión máxima en Gaza pese a los crecientes costos: humanos, políticos y militares. Su gobierno -cuya supervivencia depende de una frágil coalición con partidos de derecha radical- está dispuesto a pagar un precio alto para mantener su narrativa de seguridad.
Sin embargo, los fantasmas de la división nacional se ciernen cada vez más sobre el liderazgo israelí. Una manifestación masiva fue convocada el jueves por la noche, mostrando el clima de rechazo latente dentro de su propia sociedad.
Incluso aliados tradicionales de Israel en Occidente, como Estados Unidos y la Unión Europea, han expresado su preocupación por el rumbo del conflicto. La Casa Blanca ha reiterado que Israel tiene derecho a defenderse, pero debe hacerlo respetando el derecho internacional.
¿Y el día después?
La pregunta que sobrevuele cada decisión es: ¿qué pasa después de la guerra? Aunque Israel lograra “controlar” por completo Gaza, el desafío de reconstrucción, gobernanza e imagen internacional seguiría siendo colosal. La posibilidad de una ocupación indefinida o de una nueva insurgencia alimentada por destrucción y hambre no puede descartarse.
Estudios recientes del International Crisis Group advierten que, sin un plan político viable y apoyo internacional coordinado, la guerra solo perpetuará el círculo vicioso de violencia, venganza y represión en la región.
¿Un cambio de rumbo aún posible?
Frente al colapso moral y humanitario, persisten voces que abogan por el diálogo, el alto al fuego y la mediación internacional. Sin embargo, con cada nuevo funeral, cada nuevo ataque y cada familia que pierde a un ser querido, esa posibilidad se desvanece un poco más.
Para Yehuda Cohen y otros familiares de los rehenes, la única salida real es detener la guerra ahora. “No destruyan Gaza a costa de nuestros hijos”, dijo. “Devuélvanos la esperanza, no nos obliguen a elegir entre su liberación o su muerte”.
La tragedia en Gaza no es solo una disputa militar o política. Es un espejo de la humanidad, de sus límites y, sobre todo, de su responsabilidad.