Guinea-Bisáu al borde del abismo: poder, elecciones y fragilidad democrática
Entre cambios repentinos de liderazgo y una crisis institucional latente, el pequeño país africano se prepara para unas elecciones decisivas en medio de tensiones políticas e históricas secuelas de inestabilidad.
Guinea-Bisáu, una pequeña nación de África occidental con menos de 2 millones de habitantes, vuelve a estar en el ojo del huracán político. El presidente Umaro Sissoco Embaló tomó una decisión polémica al destituir a su primer ministro, Rui Duarte de Barros, a solo meses de unas elecciones generales clave programadas para el 30 de noviembre.
Este cambio de gabinete va más allá de una mera rotación administrativa: forma parte de una calculada estrategia para alinear el poder antes de una cita electoral que definirá el rumbo de una nación marcada por una historia turbulenta. La designación del nuevo primer ministro, Braima Camará, un exmiembro destacado de la oposición, ha traído más preguntas que respuestas.
Décadas de golpes y fragilidad institucional
Desde que logró su independencia de Portugal en 1974, Guinea-Bisáu ha vivido bajo una sombra ineludible: la inestabilidad crónica.
- Más de una docena de intentos de golpe de Estado
- Asesinatos políticos de alto nivel
- Transiciones presidenciales irregulares
Este patrón ha hecho que la gobernanza sea, en muchos sentidos, un acto de supervivencia. En un entorno tan volátil, es difícil construir instituciones sólidas o procesos democráticos confiables.
La Constitución establece que un presidente puede tener un mandato de cinco años, renovable solo una vez. Sin embargo, la oposición sostiene que el mandato de Embaló culminó legalmente el pasado 27 de febrero. El presidente respondió que su mandato se extiende hasta el 4 de septiembre, amparándose en una interpretación judicial favorable... pero polémica.
Umaro Sissoco Embaló: entre el militarismo y el cálculo político
Embaló, un exgeneral con estudios en España, se hizo con el poder tras unas elecciones en 2019 que fueron ampliamente contestadas. Aunque finalmente fue reconocido como presidente por tribunales y organismos regionales, la desconfianza estructural jamás se disipó.
Durante su mandato ha cultivado una imagen de hombre fuerte, con una retórica antiestructural, cercano a figuras militares y partidario de restablecer el orden a cualquier costo. Las similitudes con otros líderes africanos de corte autoritario no han pasado desapercibidas para sus críticos.
La reciente destitución de Rui Duarte de Barros, quien había asumido el cargo apenas en diciembre de 2023, fortaleció la percepción de que Embaló está maniobrando frenéticamente para consolidar su liderazgo antes del 30 de noviembre.
¿Por qué es clave la figura de Braima Camará?
El nombramiento de Braima Camará como primer ministro introduce una nueva dinámica. Camará es una figura ambigua: alguna vez se enfrentó a Embaló dentro del partido Madem G15, una escisión del histórico Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC).
Camará fue uno de los creadores y principal estratega del Madem durante su etapa de oposición. Su cercanía (aunque intermitente) con los círculos de poder ha generado especulaciones sobre una posible alianza táctica con Embaló, quizá como parte de un pacto preelectoral que garantice gobernabilidad en un eventual segundo mandato del actual presidente.
¿Aliado o rival neutralizado? Solo el tiempo lo dirá.
El rechazo de la oposición e intervención regional fallida
Desde hace meses, buena parte de la oposición se niega a reconocer a Embaló como presidente legítimo. Esta de-legitimación ha derivado en bloqueos institucionales, llamados a la movilización popular y una posición de abierta confrontación.
Ante este escenario, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), el principal organismo regional, envió una misión diplomática en marzo para mediar. Pero la misión abandonó abruptamente el país tras denunciar amenazas de expulsión por parte del propio Embaló.
El mensaje es claro: el presidente no quiere mediadores externos en lo que considera un proceso interno soberano. Pero, a ojos de la comunidad internacional, el retroceso democrático parece evidente.
El fantasma constante del golpe de Estado
Guinea-Bisáu pertenece a un trío desafortunado de países de África occidental —junto con Mali y Burkina Faso— en donde el poder militar ha sido históricamente la vía más frecuente de acceso a la presidencia.
En febrero de 2022, hubo un intento fallido de derrocar el gobierno de Embaló, en el que murieron 11 personas. Aunque dijo haber sobrevivido “a un atentado estructurado”, no se han esclarecido responsabilidades. Las secuelas de esa jornada siguen resonando entre la población.
Ante la creciente militarización del poder, hay temores fundados de que si la disputa pos-electoral se intensifica, podría abrirse el camino para otra asonada militar.
¿Elecciones en suspenso?
Aunque Embaló fijó la fecha para el 30 de noviembre, el clima político y social está tan enrarecido que pocos creen que los comicios ocurran sin incidentes.
La Comisión Nacional Electoral aún no ha recibido financiación completa para organizar los comicios, y múltiples partidos opositores amenazan con boicotear el proceso si Embaló no abandona el poder antes de esa fecha.
Algunos sectores de la sociedad civil han convocado manifestaciones pacíficas para exigir una transición democrática efectiva. Sin embargo, el margen para el diálogo disminuye a medida que aumentan las detenciones de líderes opositores y el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía.
La presión internacional: ¿tibia o táctica?
Hasta ahora, la comunidad internacional ha mantenido un perfil bajo —en parte por lo limitado de su influencia en un país pequeño sin recursos estratégicos de gran escala—. Sin embargo, tanto la Unión Africana como la ONU han lanzado llamados de atención sobre la necesidad de garantizar comicios transparentes.
Uno de los desafíos es que Guinea-Bisáu ha sido históricamente una plaza difícil para la cooperación internacional: corrupción, tráfico de drogas (fue calificado por la ONU como un “narcoestado” en la década del 2000), y una élite política fracturada hacen que los esfuerzos externos sean complicados.
¿Qué está en juego?
Más allá del destino de Embaló, Guinea-Bisáu enfrenta una disyuntiva histórica. Con una población mayoritariamente joven y desempleada, y en medio de una pobreza estructural (más del 67% de la población vive con menos de 3 dólares al día, según el Banco Mundial), el país no puede permitirse otro ciclo de crisis.
La apuesta geopolítica también es relevante. A medida que Rusia y China amplían su influencia en África occidental, países como Guinea-Bisáu pueden convertirse en fichas clave en un tablero más amplio.
¿Permitirán los ciudadanos una nueva deriva autoritaria o emergerán fuerzas capaces de reconfigurar pacíficamente el mapa político?
Un país a la espera de su destino
El tiempo corre para Guinea-Bisáu. Entre maniobras palaciegas, presiones militares y una sociedad civil que intenta resistir, el desenlace permanece abierto.
Lo único claro es que noviembre marcará un punto de inflexión. La historia ha demostrado que en Guinea-Bisáu cualquier resultado es posible: desde elecciones sin legitimidad, hasta tensiones que deriven nuevamente en una intervención militar.
Y aunque las páginas de la historia local están marcadas por la violencia y la fragilidad, también están llenas de protagonistas que en silencio siguen apostando por la democracia.