Incendios sin control en California: el drama anual que se intensifica con el cambio climático

Miles de evacuados, decenas de miles de hectáreas consumidas y un verano que apenas comienza: así se vive la nueva temporada de fuegos en el Estado Dorado

California arde, otra vez. Y no es una metáfora ni una exageración. Lo que alguna vez fueron eventos extraordinarios, hoy se han vuelto una rutina letal y predecible. A comienzos de agosto de 2025, dos incendios forestales de gran magnitud —el Canyon Fire y el Gifford Fire— se han convertido en símbolos de una crisis estructural donde el clima extremo, la expansión urbana y políticas forestales cuestionadas se entrelazan en un círculo que parece no tener fin.

El Canyon Fire: una chispa, miles de vidas alteradas

El pasado jueves 7 de agosto, a las 13:30, se desató el Canyon Fire al sur del Lago Piru, en el Bosque Nacional Los Padres. En menos de tres horas, ya había arrasado más de 4.1 kilómetros cuadrados sin control alguno. Las imágenes aéreas mostraban columnas de humo que recordaban más a escenas posapocalípticas que a un día normal de verano en el sur californiano.

El portavoz del Departamento de Bomberos del Condado de Ventura, Andrew Dowd, calificó la situación como “extremadamente dinámica”, con factores incontrolables como el calor intenso, baja humedad, orografía accidentada y vegetación seca. “Hay más de 250 bomberos desplegados, con apoyo aéreo constante”, mencionó Dowd, subrayando la magnitud de la emergencia.

Hasta el momento, más de 4,200 residentes y 1,400 estructuras han sido evacuadas en el condado de Los Ángeles, con otros 12,500 habitantes bajo alerta. El área de recreación del Lago Piru también fue completamente evacuada, con al menos 56 personas desplazadas.

El Gifford Fire: el mayor incendio del año en California

Mientras los equipos luchaban contra el Canyon Fire, otro gigante avanzaba implacable por el centro del estado: el Gifford Fire. Desde su origen el viernes anterior, cerca de la Ruta Estatal 166, el fuego se ha expandido a más de 154 millas cuadradas (399 km²) y solo se ha contenido en un 15%.

Este incendio es ahora oficialmente el más grande del año en California, una distinción macabra que se repite cada verano. El fuego obligó al cierre de carreteras y ya ha dejado cuatro personas heridas. Las causas aún están bajo investigación, pero todo apunta a una combinación de negligencia humana y condiciones climáticas extremadamente propicias.

Un patrón que se repite cada año, con más fuerza

Esta nueva oleada de incendios forma parte de un patrón cada vez más común en California. Agosto y septiembre son los meses más peligrosos para la propagación de fuegos, ya que confluyen múltiples factores:

  • Sequías prolongadas —el estado está en su cuarto año consecutivo de sequía extrema.
  • Temperaturas récord —el Valle Central registró en julio picos de 47°C.
  • Cargas pesadas de combustible vegetal seco —viendo años de acumulación de matorral no removido.
  • Fenómenos climáticos extremos como El Niño y una desaceleración del marine layer (capas de humedad costera).

El Departamento de Protección contra Incendios de California (CAL FIRE) anticipa que el riesgo de incendios se mantendrá elevado al menos hasta octubre. "En el sur del estado, la amenaza está impulsada por una sequía persistente, carga de pastos alta y un debilitamiento de la humedad costera", afirma el último informe semanal.

El costo humano de los incendios: más allá de las cifras

Cuando se habla de hectáreas consumidas o millones de dólares en pérdidas, es fácil olvidar la dimensión humana del desastre. Detrás de cada evacuación hay familias que pierden sus casas, mascotas separadas de sus dueños, ancianos que no logran escapar a tiempo y operadores de emergencias que arriesgan sus vidas diariamente.

"Cuando los bomberos tocaron a mi puerta y me ordenaron salir, dejé todo atrás: fotos, papeles, la casa que construí con mis manos… solo cogí a mi perro y corrí. Nunca imaginé que viviría algo así", relata María Elena López, residente de una comunidad afectada cerca de Santa Paula.

Los incendios también afectan gravemente la calidad del aire. Los niveles de partículas finas (PM2.5) han superado los 300 μg/m^3 en varias zonas, muy por encima del límite considerado peligroso (50 μg/m^3) según la OMS. Las escuelas han tenido que cerrar, y se distribuyen mascarillas FFP2 en zonas urbanas cercanas.

¿Cómo llegamos aquí?

Lejos de ser meramente naturales, los incendios forestales actuales están profundamente interconectados con el modelo de crecimiento urbano y el cambio climático. Las zonas de interfaz urbano-forestal (WUI, por sus siglas en inglés), donde se construyen viviendas en áreas rurales o boscosas, han aumentado más del 40% desde 2001. Estas construcciones, muchas veces mal urbanizadas y sin cortafuegos, representan un riesgo concentrado cada verano.

Además, un estudio de la Universidad de Stanford indica que más del 65% de los incendios registrados en los últimos diez años en el estado han sido causados por acción humana, ya sea descuidos, fogatas mal apagadas, líneas eléctricas defectuosas o incluso fuegos intencionales.

La política ante el fuego: reacción vs. prevención

En el ámbito político, las respuestas siguen siendo más reactivas que preventivas. Aunque el presupuesto de CAL FIRE ha superado los $3,800 millones en 2025, casi un 70% de esos fondos va dirigido a suppressing fires, es decir, a combatir incendios existentes, en lugar de prevenirlos.

Expertos como Daniel Swain, climatólogo de UCLA, sostienen que "la paradoja es que mientras más rápido y agresivo se apaga un incendio, más combustible se acumula para los próximos. Necesitamos realizar quemas controladas y rediseñar el uso del suelo".

Además, el proceso de reasentamiento de personas desplazadas por incendios es lento, con miles de familias todavía viviendo en refugios temporales, incluso años después de incendios previos como el Dixie Fire en 2021.

Perspectivas futuras: ¿podremos convivir con el fuego?

California se enfrenta a una dura elección: seguir respondiendo al fuego o aprender a vivir con él. Expertos forestales impulsan soluciones basadas en la gestión integrada del fuego, en la cual las quemas prescritas, sistemas de alerta temprana con inteligencia artificial y una planificación urbana más resiliente sean los pilares de una nueva política ambiental.

En paralelo, comunidades indígenas como los Yurok y los Karuk están recuperando prácticas ancestrales que incluyen quemas tradicionales para reducir la vegetación sin destruir el ecosistema, una técnica conocida como cultural burning que ha demostrado ser efectiva en zonas de Oregón y el norte del estado.

Sin embargo, aplicar estas soluciones a gran escala requerirá no solo recursos, sino voluntad política y un cambio en la percepción social del fuego: dejar de verlo solo como amenaza y comenzar a entenderlo como parte del ciclo de vida de los bosques, siempre y cuando se maneje con sabiduría.

Mientras tanto, el calor crece, los vientos cambian de dirección y el cielo en California se tiñe, una vez más, de un rojo sobrenatural. Todo indica que, más que una temporada de incendios, estamos frente a un nuevo modo de existencia estival en el estado más productivo —y ahora más inflamable— de Estados Unidos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press