San Cayetano, fe y protesta en tiempos de crisis: Un retrato de devoción en la Argentina de Milei

Miles peregrinan para rezar por trabajo mientras sindicatos denuncian creciente pobreza pese a caída de la inflación

Por las calles de Buenos Aires, una marea de fe y reclamo social se mezcla cada 7 de agosto. La festividad de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, se ha convertido en algo más que una masiva muestra de devoción católica: es un termómetro del malestar social argentino, una especie de procesión laica y religiosa impulsada por la urgencia económica.

Un punto de encuentro entre las plegarias y las ollas populares

Este 7 de agosto de 2025, como cada año, miles de fieles peregrinaron al santuario de San Cayetano en el barrio porteño de Liniers. Algunos llegaron con estampitas y velas, otros haciendo promesas y hasta descalzos, pero también muchos se congregaron con bombos, pancartas y cacerolas. La presencia de organizaciones sociales y sindicatos ha transformado la jornada en una combinación profunda entre lo religioso y lo político.

Uno de los momentos más simbólicos del día ocurrió cuando el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, roció con agua bendita a obreros mientras bendecía sus demandas de empleo digno y comida para sus familias. Más allá del acto espiritual, el gesto impregnó de sentido político un ritual ancestral.

San Cayetano: historia del santo del trabajo

San Cayetano nació en Vicenza (Italia) en 1480. Fue fundador de la Orden de Clérigos Regulares y dedicó su vida a promover la fe católica y ayudar a los más necesitados. Murió en 1547 y fue canonizado en 1671 por el papa Clemente X. Su fama como patrono del trabajo lo posicionó como un ícono de fe especialmente venerado en Latinoamérica.

En Argentina, su popularidad creció tras la gran inmigración italiana a fines del siglo XIX, pero fue durante las crisis recurrentes del país cuando su figura cobró aún más protagonismo. Hoy, su festividad expone no sólo la devoción popular sino también la persistente fragilidad del tejido económico nacional.

La Argentina de Milei: inflación bajo control, pobreza sin freno

Desde que Javier Milei asumió la presidencia en diciembre de 2023, su política económica libertaria ha priorizado un agresivo plan de ajuste fiscal para combatir la inflación. Y, en cierto sentido, lo logró: en junio de 2025, el índice mensual bajó por debajo del 2%, una cifra inédita en más de dos décadas. Sin embargo, ese éxito técnico tuvo un elevado costo social.

Los números macroeconómicos contrastan con la dura realidad en las calles. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el desempleo escaló a 11,8% y los salarios perdieron un 18% de poder adquisitivo entre enero y julio de 2025. Además, el precio de los alimentos aumentó un 40% interanual, incluso con inflación desacelerada.

Vine a pedir trabajo, porque no alcanza ni para pagar el gas”, relató entre lágrimas Mabel Carroza, quien llegó al santuario con su perro en brazos. Su testimonio se replica en miles de fieles, cuyas plegarias en esta ocasión estuvieron marcadas por la necesidad más urgente: sobrevivir.

El protagonismo de los movimientos sociales

La festividad de San Cayetano ha sido históricamente acompañada por una fuerte presencia de la movilización piquetera. En particular, organizaciones como La Dignidad, Barrios de Pie y el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), encabezaron marchas hacia Plaza de Mayo reclamando por .

Con ollas populares, banderas y cánticos, la protesta tomó un cariz más combativo este año. “El Gobierno festeja que bajó la inflación, pero en los barrios populares seguimos comiendo una vez al día”, denunció Esteban Castro, dirigente de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP).

La Iglesia no es neutral

En contraposición a los sectores más conservadores del catolicismo, la actual cúpula episcopal liderada por García Cuerva ha adoptado una postura crítica pero constructiva frente al Gobierno. “El trabajo no puede ser un privilegio sino un derecho”, declaró el arzobispo en su homilía, haciendo eco de las enseñanzas del papa Francisco, quien ha denunciado en múltiples ocasiones la “cultura del descarte”.

Además, líderes de distintas diócesis argentinas convocaron a una mesa de diálogo multisectorial para encarar la emergencia social desde una perspectiva humanitaria y de justicia económica. Aunque sin resultados concretos, el gesto fue celebrado por científicos sociales que destacan la legitimidad de la Iglesia en contextos de desconfianza institucional.

Un país que reza, llora y resiste

Entre estampitas, rosarios y manifestaciones, la jornada de San Cayetano 2025 dejó una fotografía clara del presente argentino: un país en transición, donde las cifras macroeconómicas no alcanzan a traducirse en alivio cotidiano y donde la fe aún convoca, consuela y también denuncia.

La tradición de caminar hasta Liniers para pedir trabajo, salud o agradecer por favores concedidos, ha cruzado generaciones. Pero lo más impactante es cómo se resignifica cada año, adaptándose al clima político y económico del país. De hecho, ya no es simplemente un acto católico; es un mosaico cultural en que convergen creyentes, politizados, marginalizados y esperanzados.

La dimensión simbólica y política de San Cayetano

Desde que nació como una festividad religiosa a inicios del siglo XX, la devoción a San Cayetano fue asumiendo diversas capas de sentido. En plena dictadura militar, su santuario sirvió de refugio de activismo silencioso. Durante el estallido de 2001, fue sitio de consuelo pero también de catalizador del hambre, con largos acampes en su plaza.

Hoy, en la era Milei, con un liberalismo agresivo como hoja de ruta, la figura del santo del pan y del trabajo parece interpelar incluso a sectores no religiosos. ¿Cómo comprender el auge de esta devoción en una sociedad que experimenta desafección por lo institucional?

Algunos analistas explican el fenómeno desde el concepto de religiosidad popular, como una respuesta ultralocal a una globalización que muchas veces margina más de lo que integra. El peregrino que camina hasta San Cayetano cree, pero también ejerce un poder simbólico, un modo de decir: “Estamos presentes, aunque no nos vean”.

Perspectiva a futuro

La difícil coyuntura plantea desafíos de gran envergadura para el presente y futuro de Argentina. Un modelo económico que visibiliza la estabilidad pero invisibiliza la pobreza podría perder legitimidad rápidamente si no genera resultados tangibles.

En este panorama, San Cayetano se revalida no solo como patrono del trabajo, sino como espacio de intersección entre pueblo y poder. Entre las plegarias y los reclamos, queda la esperanza, una llama que sigue viva en cada vela que se enciende frente a su imagen.

Y es que, como dijo Ariel Robledo, el joven que dibujó con tiza la imagen del santo sobre la vereda: “Quizás Dios escuche el ruido de nuestras pancartas cuando no alcanza con rezar”.

Fuentes: INDEC, Agencia Informativa Católica Argentina, declaraciones públicas de la UTEP y Arquidiócesis de Buenos Aires

Este artículo fue redactado con información de Associated Press