Tarifas de Trump al chip: ¿gran estrategia o bomba para la innovación tecnológica?
Las nuevas tarifas del expresidente Trump sobre los chips semiconductores extranjeros plantean un escenario de incertidumbre, cautela empresarial y juego político
Un nuevo frente en la guerra comercial: chips al 100%
Donald Trump, en una reciente declaración desde la Oficina Oval, dejó clara su intención: imponer un arancel del 100% a todos los chips semiconductores que no sean fabricados en suelo estadounidense. Esta medida, que ha encendido las alarmas en el sector tecnológico global, tiene implicaciones que van desde Wall Street hasta fábricas en Taiwán, y desde pequeñas empresas electrónicas hasta gigantes como Apple y Intel.
Trump ha reiterado que las compañías que estén construyendo fábricas en EE. UU. estarán exentas del arancel. "Si estás construyendo en Estados Unidos, no hay cargo", dijo Trump durante una reunión con Tim Cook, CEO de Apple.
¿A quién afecta esta medida?
La política de Trump, a pesar de ser populista y orientada hacia el proteccionismo industrial, viene acompañada de una falta de claridad profunda. Las empresas aún no saben si las tarifas se aplicarán a chips individuales o a componentes integrados en productos, como smartphones, coches o lavadoras.
"Estamos esperando directrices oficiales", declaró Limor Fried, fundadora de Adafruit Industries, una pequeña empresa de electrónica con sede en Nueva York, que importa chips desde Filipinas y Taiwán. "En muchos casos, no sabemos cuánto debemos hasta que llega la factura".
La medida afectaría particularmente a pequeños fabricantes de Europa y Asia, quienes, fuera del radar político y sin músculo financiero para invertir en Estados Unidos, se verían atrapados en una política comercial que parece hecha a la medida de los grandes jugadores.
Los ganadores: Intel, NVIDIA y otros gigantes
Wall Street reaccionó con entusiasmo ante las declaraciones de Trump. Las acciones de Intel, NVIDIA, TSMC y Samsung incrementaron en valor, ya que la amenaza de un arancel empuja a más empresas a considerar abrir fábricas en Estados Unidos.
De hecho, desde la firma del CHIPS and Science Act en 2022 —una ley bipartidista propuesta por la administración del presidente Biden—, varias grandes empresas han anunciado fuertes inversiones para levantar plantas de semiconductores en Arizona, Texas y Ohio. Este proyecto promete $52 mil millones en subvenciones para reforzar la cadena de suministro de chips en EE. UU.
Pese a ello, Trump ha calificado dichas subvenciones como "dinero desperdiciado" y apuesta en cambio por el uso de tarifas como incentivo, lo que representa un desacoplamiento en enfoques entre ambas presidencias.
Los pequeños fabricantes quedan atrapados
Para empresas más pequeñas que no están involucradas en la fabricación de chips vinculados a la inteligencia artificial o comunicaciones 5G, esta noticia es un duro golpe. Martin Chorzempa, investigador del Peterson Institute for International Economics, comentó que muchos de estos fabricantes podrían ver sus productos encarecidos hasta el punto de quedar fuera del mercado.
“La verdadera pregunta es si habrá un arancel sobre componentes individuales, incluso si están ya integrados en productos complejos,” advirtió Chorzempa.
En vehículos, por ejemplo, hay decenas de chips: desde sistemas de ventanas eléctricas hasta controles de energía en modelos eléctricos. Si cada uno de esos chips importados recibe un arancel, el precio de un coche nuevo bien podría incrementarse en $500 o más.
Impacto en la inflación y el consumidor
Durante la pandemia, la escasez de chips contribuyó a un aumento generalizado de los precios, especialmente en vehículos y electrodomésticos. Ahora, con la potencial reinstauración del arancel, ese mismo patrón puede repetirse.
Las tarifas amplifican el coste de productos finales, y aunque buscan incentivar la manufactura nacional, corren el riesgo de trasladar los costes a los consumidores. De hecho, una vez sumado el transporte, inversión inicial y las curvas de aprendizaje necesarias para montar nuevas fábricas de chips en EE. UU., las tarifas podrían elevar el precio de móviles, laptops y dispositivos IoT en el mercado norteamericano.
¿Qué pasará con los acuerdos internacionales?
Estados Unidos tiene acuerdos comerciales con la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, que incluyen límites arancelarios del 15% para la mayoría de los productos. Aún no está claro si los chips estarían incluidos en una excepción a estas políticas.
El movimiento de Trump podría contradecir los mismos pactos que promovió en su primer mandato, y desatar represalias por parte de los socios comerciales más importantes de EE. UU., en plena era de crecimiento global de tecnologías como IA, potencia de cómputo y conectividad global.
La situación en cifras
- EE. UU. produce solo el 10% de los chips semiconductores globales
- 40% de la fabricación global depende de TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), con fábricas en Asia
- Más de 300 componentes en promedio de un automóvil moderno involucran microchips
- El CHIPS Act proporciona $52,7 mil millones en incentivos y $24 mil millones en créditos fiscales
Un precedente arriesgado
La economía global opera sobre una cadena de valor extremadamente compleja, especialmente con los semiconductores. Imponer tarifas del 100% sin una red clara de excepciones o acuerdos paralelos crea un entorno legislativo altamente volátil y una imagen de imprevisibilidad para los inversores.
Además, tal política puede frenar la innovación y competencia a largo plazo. Si los fabricantes pequeños se ven ahogados por costes adicionales y trámites burocráticos, esto reduce la diversidad del mercado y termina beneficiando a las grandes corporaciones que ya tienen ventaja estructural.
¿Estrategia comercial o populismo tecnológico?
Trump cree que los aranceles servirán como un crudo pero eficaz incentivo. Pero expertos como Chorzempa opinan que puede ser un arma de doble filo: "(Los fabricantes) no pueden ampliar sus operaciones y cumplir con estas nuevas condiciones regulatorias si ni siquiera tienen los márgenes de ganancia para hacerlo."
Además, la estrategia confrontacional busca crear conflictos donde quizás una coordinación multilateral generaría resultados más sostenibles: alianzas de innovación, estándares de seguridad tecnológicos comunes y cadenas de suministro compartidas.
El futuro del liderazgo estadounidense en tecnología dependerá no solo de la voluntad de traer fábricas al país, sino también de crear un ambiente propicio para empresas emergentes, investigadores y cadenas logísticas eficientes.
Si bien el proteccionismo tiene réditos políticos, especialmente en años de elección, sus mecanismos deben medir tanto el impacto a corto plazo —empleo e inversión local— como las consecuencias sistémicas a largo plazo.
¿Estamos a las puertas de una nueva guerra comercial tecnológica, o es esta solo otra jugada polémica de campaña de Trump? Solo el tiempo y la solidez de las exenciones decidirán si esta tarifa del 100% se convierte en una herramienta de reconstrucción industrial... o en otro capítulo fallido del proteccionismo digital.