Trump y la cruzada cristiana: una agenda política con aroma a púlpito

Análisis del creciente protagonismo religioso en la política estadounidense bajo la influencia de Donald Trump

Por años, la línea entre Iglesia y Estado ha sido un pilar fundamental de la democracia estadounidense. Sin embargo, durante las administraciones de Donald Trump, esa línea comenzó a desdibujarse hasta casi desaparecer en algunos frentes. Lo que para algunos ha sido un resurgimiento de la libertad religiosa, para otros representa el avance de una peligrosa agenda nacionalista cristiana. En este análisis, exploramos cómo el expresidente ha redirigido gran parte de las políticas del gobierno federal hacia una interpretación conservadora de la fe cristiana, y qué implicaciones tiene esto para la sociedad y la democracia.

Una base cristiana leal y poderosa

La relación simbiótica entre Trump y los cristianos evangélicos y conservadores católicos ha sido central en su trayectoria política. Desde su primera campaña en 2016, se presentó como un paladín de la religión en un país supuestamente en decadencia moral.

Estamos trayendo la religión de vuelta a nuestro país”, declaró durante una Celebración del Día Nacional de la Oración en los jardines de la Casa Blanca en mayo. Su asesora espiritual Paula White-Cain fue aún más contundente: “la fe ha sido devuelta al centro donde siempre ha pertenecido.

10 medidas clave que reconfiguraron la religión en la política

A continuación, las acciones más relevantes que Trump ha llevado a cabo para fortalecer su agenda de fe:

  1. Revisión de la identidad de género y atención médica transgénero
    Desde su primer día en el poder, Trump firmó órdenes ejecutivas para restringir el reconocimiento legal de las identidades transgénero. Prohibió el uso de fondos federales para tratamientos de afirmación de género en menores e impulsó la prohibición de que atletas trans participen en deportes femeninos. Estas posturas fueron celebradas por grupos religiosos conservadores, aunque duramente criticadas por médicos y activistas de derechos humanos.
  2. Debilitamiento de la Enmienda Johnson
    El 7 de julio, el IRS declaró oficialmente que los pastores pueden respaldar candidatos desde el púlpito sin temor a perder el estatus de exención de impuestos de sus iglesias, debilitando así la famosa Enmienda Johnson de 1954. Aunque rara vez se aplicaba, muchos líderes religiosos conservadores lo consideraban un atentado contra la libertad religiosa.
  3. Ataques directos a Planned Parenthood
    Trump redujo fondos de Medicaid dirigidos a Planned Parenthood, clausurando servicios cruciales como anticonceptivos y detección de cáncer. Incluso indultó a activistas antiaborto condenados por bloquear clínicas. Con esto, consolidó un respaldo inquebrantable de los sectores pro-vida.
  4. Creación de una Oficina de Fe en la Casa Blanca
    Con Paula White-Cain al frente, esta oficina tenía como objetivo coordinar las políticas religiosas del gobierno. Representó un cambio radical por su enfoque a evangelistas carismáticos, dejando de lado a otras denominaciones, lo cual generó críticas por falta de pluralismo.
  5. Fuerza de tarea contra el sesgo anticristiano
    Bajo la dirección de la fiscal Pam Bondi, esta entidad buscó acciones ‘anticristianas’ del gobierno de Biden, una medida percibida por críticos como innecesaria dado que los cristianos siguen siendo el grupo religioso mayoritario en el país.
  6. Comisión de Libertad Religiosa
    Encabezada por el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, esta comisión busca expandir el derecho al rezo y la presencia de los Diez Mandamientos en escuelas públicas. Trump llegó a declarar: “olvidémonos de la separación iglesia-estado por un momento.
  7. Mike Huckabee como embajador en Israel
    La designación del exgobernador y predicador baptista en el cargo refleja la fuerte conexión entre Trump y los cristianos evangélicos pro-Israel. Pese a las críticas por su apoyo a la anexión de Cisjordania, fue confirmado sin mayor controversia.
  8. Religión en el lugar de trabajo federal
    Con nuevas directrices se autorizó a empleados públicos a llevar objetos religiosos, orar y compartir su fe en horario laboral. Para Rachel Laser, de Americans United for Separation of Church and State, esto constituye “una puerta abierta a la coacción religiosa en espacios públicos.
  9. La Corte Suprema y el legado de Trump
    Los jueces Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett han consolidado una mayoría conservadora 6-3. Decisiones recientes incluyeron permitir la exclusión de libros LGBTQ+ en escuelas y validar restricciones al tratamiento hormonal para menores. Este bloque ha transformado radicalmente la jurisprudencia sobre asuntos religiosos y sociales.
  10. Ataques a instituciones culturales y académicas
    Trump redujo presupuesto a museos, la Biblioteca del Congreso y centros culturales como el Kennedy Center. Suspendió programas de diversidad y equidad en agencias y empresas. Su cruzada contra lo que denominaba “el adoctrinamiento liberal” formó parte de una guerra cultural que alimentó su base evangélica.

¿Una agenda cristiana o nacionalismo encubierto?

Grupos como Faithful America denuncian que esta estrategia no es espiritual, sino ideológica. Shannon Fleck, su directora, declaró: “Los más vulnerables no son los millonarios ni manipulan el cristianismo; ellos lo necesitan sinceramente.”

Las críticas apuntan a que se está promoviendo un cristianismo identitario, donde lo cristiano se usa como una vía para imponer valores particulares al conjunto de la sociedad. Desde esta óptica, lo que se presenta como “libertad religiosa” puede interpretarse como dominación religiosa.

¿Qué dice la historia?

Históricamente, Estados Unidos experimentó el auge de movimientos similares durante la Era Temprana de la República y la Guerra Fría, donde la religiosidad era usada como una barrera ideológica frente al comunismo. El retorno a estos patrones plantea interrogantes sobre su nueva relevancia.

Según Pew Research Center, un 63% de los estadounidenses todavía se identifican como cristianos, pero esa cifra ha bajado significativamente (en 2007 era el 78%). Paralelamente, los “no afiliados” (agnósticos, ateos o “espirituales”) suben cada año. Este contexto hace que la apuesta política por el cristianismo conservador parezca más estratégica que representativa.

La paradoja del Evangelio en la política

El cristianismo que predican muchos líderes religiosos cercanos a Trump gira en torno al castigo, la exclusión y la ley, más que a la compasión, la justicia o la inclusión que encarna el mensaje original de Jesucristo. Esto ha generado divisiones dentro de las propias comunidades religiosas, entre quienes apoyan esta cruzada político-moral y quienes la denuncian como una traición a los valores del Evangelio.

El teólogo progresista Brian McLaren afirma: “Lo que estamos viendo no es una religión en decadencia, sino su secuestro político; una fe centrada en Jesús usada como excusa para la supremacía cultural.

¿Qué nos depara el futuro?

Trump ha movilizado votantes con una retórica que combina el populismo político y el fervor religioso. A corto plazo, su estrategia ha sido eficaz: altos niveles de movilización evangélica, votos, y nombramientos judiciales. A largo plazo, podría estar polarizando lo que antes era un terreno común: la religión como base moral compartida, no como arma electoral.

El verdadero desafío será comprobar si esta alianza entre política y fe sobrevivirá más allá de su figura o si, como en otros momentos de la historia, la mezcla de altar y trono desencadenará reacciones contrarias en la cultura estadounidense.

“No se puede servir a Dios y al poder al mismo tiempo”, advirtió alguna vez el teólogo y mártir alemán Dietrich Bonhoeffer. La historia dirá si los cristianos estadounidenses habrán escuchado el mensaje.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press