Zelenskyy en la cuerda floja: ¿La lucha contra la corrupción debilita su liderazgo?
Las recientes protestas en Ucrania señalan un punto de quiebre en la confianza hacia el presidente durante la guerra con Rusia
Por primera vez desde el inicio de la invasión rusa en 2022, la presidencia de Volodymyr Zelenskyy ha sido sacudida por un profundo dilema interno: luchar contra la corrupción mientras conserva la estabilidad institucional de su gobierno. En julio de 2025, una ola de protestas masivas sacudió las calles de Kyiv luego de que Zelenskyy promoviera una polémica ley que limitaba la independencia de los principales organismos anticorrupción del país: la Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania (NABU, por sus siglas en inglés) y la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAPO).
Una ley que encendió la mecha
Firmada inicialmente bajo el argumento de eliminar la supuesta influencia rusa en estas agencias, la ley debilitaba su autonomía de funcionamiento. A pesar de esto, Zelenskyy no presentó pruebas contundentes que justificaran dicha sospecha. Lo más grave fue la rapidez con la que se aprobó: legisladores reportaron no haber tenido ni siquiera tiempo suficiente para leer el texto final antes de votarlo.
El resultado fue una espontánea pero masiva movilización en Kyiv y otras ciudades ucranianas. Estas protestas evidenciaron que, a pesar de la guerra, la ciudadanía no está dispuesta a tolerar ningún signo de autoritarismo ni opacidad en el funcionamiento del Estado.
El declive de un crédito político casi incuestionable
Desde el inicio de la invasión rusa, Zelenskyy ha gozado de un respaldo ciudadano casi incondicional. Su imagen de liderazgo en tiempos de guerra lo convirtió incluso en símbolo del espíritu de resistencia ucraniano. Pero según una encuesta reciente de Gallup, su índice de aprobación ha caído de un 84% en 2022 a apenas un 66% en julio de 2025. Por su parte, el Instituto Internacional de Sociología de Kyiv (KIIS) reportó una caída paralela en los niveles de confianza hacia su gobierno. Ambos estudios excluyeron territorios ocupados por Rusia.
Tetiana Shevchuk, miembro del consejo del Centro de Acción Anticorrupción de Ucrania, resumió el sentir popular: “Apoyarán a Zelenskyy en la guerra, pero ya no existe la certeza de que actuará sin intereses ocultos”.
Protestas en plena guerra: un mensaje contundente
En plena autoridad de la ley marcial, con elecciones aplazadas y libertades civiles restringidas, que se logre una protesta de miles de ciudadanos en Kyiv marca un antes y un después. La sensibilidad de la sociedad ucraniana hacia el abuso de poder no es nueva. Las cicatrices del Euromaidán (2013-2014) siguen frescas: una revolución que llevó al derrocamiento del entonces presidente prorruso, Viktor Yanukóvich, y estableció un fuerte precedente de intolerancia civil hacia la corrupción.
Para muchos, el intento de Zelenskyy de debilitar organismos independientes fue una “línea roja”. Fue más que una ley polémica; fue la gota que colmó un vaso lleno de frustraciones acumuladas por falta de transparencia en su entorno más cercano.
Corrupción cerca del corazón del poder
Las tensiones no nacen en el vacío. A lo largo del último año, diversas figuras cercanas a Zelenskyy han sido señaladas en escándalos de corrupción. Entre ellos destaca Oleksii Chernyshov, ex viceprimer ministro y allegado al presidente, quien ha sido acusado de participar en una trama de apropiación ilegal de terrenos en Kyiv.
Otro personaje es Tymur Mindich, amigo íntimo del mandatario y propietario de una empresa de drones, quien estaría bajo investigación por posibles irregularidades en contratos estatales. Las sospechas, ahora públicas, lastiman aún más la credibilidad del presidente, que hasta hace poco era incuestionable.
El papel omnipresente de Andriy Yermak
Uno de los nombres que más resuena entre los críticos del gobierno es Andriy Yermak, jefe de la oficina presidencial y considerado el hombre más poderoso del país después de Zelenskyy. Activistas y funcionarios, tanto nacionales como extranjeros, se refieren a él como una figura que acumula demasiada autoridad sin controles adecuados, y muchas veces lo asocian directamente a maniobras políticas opacas.
Una respuesta rápida, pero ¿suficiente?
Ante la presión ciudadana, mediática y diplomática, Zelenskyy rectificó en tiempo récord. Menos de dos semanas después de su firma, la Rada Suprema (Parlamento ucraniano) aprobó una nueva legislación que restituía la autonomía de NABU y SAPO. El propio presidente lo confirmó en una rueda de prensa: “La gente pidió cambios. Nosotros respondimos”.
Pero para muchos, el daño ya está hecho. Legisladores como Oleksandr Merezhko, del propio partido de Zelenskyy, admitieron haber votado por la ley original simplemente por confianza en el presidente. “No tuve tiempo de leerla, pero confié. Ahora, ya no será así”, aseguró, anunciando una nueva actitud de vigilancia parlamentaria.
Una anécdota que circulaba antes en la Rada decía que si el presidente proponía una cuchara como primer ministro, sería aprobada. Hoy, la cuchara probablemente ni siquiera obtendría 100 votos.
Impacto internacional: Europa toma nota
La reacción del bloque occidental fue inmediata. En Londres, el primer ministro Keir Starmer habló con Zelenskyy el 24 de julio y recalcó que “la independencia de las instituciones anticorrupción es clave para la democracia ucraniana”. Desde Berlín, Johann Wadephul, vicecanciller alemán, fue más directo: “La votación correctiva del Parlamento fue un paso positivo y necesario para recuperar la confianza perdida”.
Estos gestos muestran que para la integración europea de Ucrania, la transparencia y el estado de derecho no son negociables. Bruselas ya había señalado previamente que el progreso en la lucha contra la corrupción sería condición sine qua non para avanzar en las negociaciones de ingreso a la Unión Europea.
Zelenskyy y el termómetro social
El presidente ha demostrado, en más de una ocasión, que actúa conforme a la voluntad popular. No fue sino hasta que las encuestas mostraban disposición a negociar territorios ocupados que comenzó a abrir esa posibilidad en su discurso. Esta vez, su capacidad de respuesta marcó la diferencia entre una crisis política de gran escala y un daño reversible.
Shevchuk lo resume con claridad: “Los ucranianos están unidos entorno al presidente en la guerra, pero no están ciegos. Ven lo que ocurre con sus aliados y lo que intentó hacer”. Para ella, las protestas fueron un mensaje claro de la población: ‘Vemos todo. No uses tu poder para proteger la corrupción’”.
¿Y ahora qué?
Zelenskyy ha recuperado parte del terreno perdido, pero el crédito no es infinito. La guerra continúa, y con ella la necesidad de que la ciudadanía mantenga confianza tanto en sus instituciones como en sus líderes. Lo cierto es que desde este punto en adelante, el líder ucraniano gobernará bajo un nuevo paradigma: la presunción de desconfianza.
Si algo nos enseñó Maidan, y ahora este nuevo episodio, es que el pueblo ucraniano tiene memoria larga y tolerancia corta hacia la corrupción. Y aunque Ucrania esté en guerra, su democracia todavía respira. La sociedad civil ha demostrado que no bajará la guardia, porque entiende que una victoria sobre Rusia no tendrá sentido si en casa se pierde la transparencia por la que tanto se luchó.