¿Quién paga la factura de la IA? El costo invisible de los centros de datos para los usuarios comunes

A medida que avanza la era digital, los centros de datos consumen más energía que ciudades enteras, y los consumidores podrían estar cubriendo esa factura sin saberlo

Una revolución que cuesta millones (en kilovatios)

La revolución de la inteligencia artificial y los servicios en la nube viene acompañada de promesas de progreso, innovación y eficiencia. Sin embargo, hay un aspecto menos glamuroso y más opaco del boom digital: el impacto salvaje en el consumo energético. Estados como Oregón, Pensilvania o Georgia están comenzando a enfrentar una realidad poco discutida pero cada vez más evidente: los costos crecientes de electricidad, impulsados en gran parte por la expansión masiva de centros de datos pertenecientes a gigantes tecnológicos como Google, Amazon, Microsoft y Meta.

Estos centros de datos, fundamentales para hacer funcionar servicios de inteligencia artificial, motores de búsqueda, streaming y más, están surgiendo por todo el territorio estadounidense a gran velocidad. Y con su crecimiento viene una demanda eléctrica sin precedentes. Algunos de estos centros requieren tanta energía como ciudades enteras: Pittsburgh, Cleveland o Nueva Orleans, por mencionar algunas. Esto ha encendido las alarmas entre reguladores, defensores del consumidor e incluso operadores de red eléctrica.

¿Una crisis energética fabricada?

Según Monitoring Analytics, el organismo regulador del mercado eléctrico del Atlántico Medio, el 70% del incremento en costos eléctricos en su área operativa durante 2023 —valorado en $9.300 millones— se atribuyó directamente al aumento de demanda generado por los centros de datos. Las cifras no mienten: hay una “transferencia de riqueza masiva” desde los usuarios comunes hacia las tecnológicas.

Ari Peskoe, director de la Electricity Law Initiative de la Universidad de Harvard, resume el problema claramente: “Una cantidad enorme de infraestructura está siendo construida solo para unos cuantos clientes y esas instalaciones pertenecen a las compañías más ricas del mundo”. El sistema de tarifas eléctricas, basado históricamente en el consumo proporcional, se quiebra ante esta nueva realidad.

Empresas ricas, tarifas preferenciales

Las grandes tecnológicas, según estudios de Wood Mackenzie, están recibiendo tarifas preferenciales o planes tarifarios especializados en al menos 16 estados. Pero estos descuentos —en vez de hacer que las empresas paguen más por su colosal demanda— terminan provocando que el resto de los usuarios: hogares, pequeños negocios e industrias tradicionales, asuman los costos reales de mantener las redes funcionando.

En otras palabras, tú, yo y cualquier persona con una factura de electricidad, podríamos estar financiando en parte el imperio digital que permite respuestas instantáneas de chatbots, transacciones bancarias y vídeos en alta definición.

El papel de los estados: ¿aliados de los ciudadanos o del Big Tech?

La pregunta incómoda es: ¿están los gobiernos estatales defendiendo a los usuarios o favoreciendo a los titanes tecnológicos? La respuesta no es simple. Algunos estados han comenzado a actuar:

  • Oregón aprobó en junio una legislación que obliga a la comisión estatal de servicios públicos a desarrollar nuevas tarifas específicas (y más altas) para los centros de datos.
  • Nueva Jersey lanzó un estudio para evaluar si los aumentos recientes en las tarifas están relacionados con la conexión de centros de datos a la red.
  • Texas y Utah buscan prevenir una crisis de oferta y demanda que podría dejar a los usuarios sin servicio en momentos críticos.

Incluso en Pensilvania, donde se está gestando un nuevo polo de desarrollo de centros de datos, el regulador estatal trabaja en modelos tarifarios que aseguren que estas obras millonarias en infraestructura no recaigan sobre el usuario promedio.

¿Solución? Pagar por su propia energía

Una de las propuestas más tajantes proviene del propio Monitoring Analytics, que sugiere simplemente que los centros de datos consigan y paguen su propia energía. Esto significaría desconectarlos del sistema tradicional de tarifas con subsidios cruzados y forzarlos a asumir el costo real de la electricidad que consumen.

De hecho, esta idea está ganando atracción en medio de un creciente malestar ciudadano. Charlotte Shuff, de la Citizens’ Utility Board de Oregón, lo explica bien: “Los legisladores están escuchando muchas más quejas que nunca sobre los costos. Más personas se están manifestando ante las comisiones de servicios públicos.”

La carrera tecnológica entre EE. UU. y China también se paga con tu factura

La urgencia por liderar el desarrollo de inteligencia artificial frente a China está acelerando el despliegue de centros de datos en EE. UU., con promesas de que las grandes empresas 'pagarán lo justo'. Pero la realidad refleja que esas promesas no siempre se traducen en acciones equitativas.

El problema parece estar en las incentivas perversas de gobiernos estatales y empresas de servicios públicos. Los gobiernos quieren atraer a gigantes digitales por sus beneficios económicos aparentes. Las empresas de servicios públicos, que necesitan aprobación para sus tarifas, tienen el incentivo de ofrecer 'descuentos especiales' para clientes estratégicos, cargando el resto al bolsillo de cualquier usuario desesperado por bajar su factura de luz.

Casos concretos: acuerdos sin transparencia

En Indiana, por ejemplo, se firmó un acuerdo entre una empresa eléctrica y compañías como Amazon y Google para establecer parámetros de pago por parte de los centros de datos. Pero como destaca Kerwin Olsen del Citizens Action Coalition, la falta de transparencia hace imposible saber si estos gigantes realmente están pagando su parte justa.

Un informe de la Universidad de Harvard apuntó directamente contra estos arreglos: muchas leyes estatales permiten a las empresas ocultar sus tarifas reales bajo el argumento de 'confidencialidad comercial'.

Precio de la electricidad: un nuevo conflicto social

En Oregón, donde los recibos han aumentado hasta un 50% en los últimos cuatro años, el vínculo entre este incremento y la llegada de centros digitales está haciendo que personas que nunca participaron en asuntos regulatorios estén ahora elevando su voz. Muchas familias enfrentan cortes de servicio, mientras que las tecnológicas consumen energía masiva a precios de ganga. ¿Justo? El debate apenas comienza.

¿Y si los centros de datos fueran autosuficientes?

Hay ejemplos de innovación y propuestas interesantes. Algunos expertos sugieren que los nuevos centros de almacenamiento digital deberían venir de la mano de su propio suministro energético, ya sea mediante energías renovables (solar, eólica) o construyendo sus propias plantas de gas. Pero, claro, hacerlo implicaría un costo mayor para los propios gigantes tecnológicos...

La pregunta final entonces, es: ¿están dispuestas empresas como Amazon, Google o Microsoft a pagar realmente por su impacto energético o seguirán escudándose tras la factura doméstica de millones de usuarios?

El futuro de tu tarifa depende de decisiones políticas hoy

La expansión de la inteligencia artificial y la computación en la nube está lejos de detenerse. Pero la manera en que se distribuyan los costos de esa revolución tecnológica puede tener consecuencias de largo alcance para millones de ciudadanos.

El modelo de desarrollo digital debe equilibrarse con el sentido común y la justicia energética. Si los estados no actúan pronto, es probable que las brillantes luces del futuro tecnológico sigan iluminándose... a costa de una factura eléctrica cada vez más oscura.

— Un comentario crítico sobre el impacto invisible de la expansión tecnológica moderna, sus consecuencias sociales y el reto regulatorio presente en Estados Unidos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press