Boar’s Head y el escándalo de la listeria: ¿Qué está fallando realmente en la seguridad alimentaria de Estados Unidos?

Tras un brote mortal, la marca vuelve a escena en medio de nuevas fallas sanitarias en varias plantas. ¿Es suficiente la supervisión estatal para proteger a los consumidores?

Una tragedia con nombres y apellidos

En el otoño del año pasado, una crisis de salud pública azotó a consumidores de todo Estados Unidos: un brote de listeriosis vinculado a productos de charcutería de la reconocida marca Boar’s Head dejó un saldo de 10 personas muertas y decenas de afectados. El epicentro del problema fue una planta en Jarratt, Virginia, pero los efectos se sintieron a nivel nacional.

Lo que parecía un error aislado se ha convertido, según expertos y documentos oficiales, en una señal de un problema sistémico dentro de la cadena de producción de alimentos procesados listos para comer (ready-to-eat), generando fuertes críticas a la compañía y cuestionamientos sobre la efectividad de la reglamentación federal.

¿Qué es la listeriosis?

La listeriosis es una infección causada por la bacteria Listeria monocytogenes, particularmente peligrosa para mujeres embarazadas, adultos mayores y personas con sistemas inmunitarios comprometidos. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU., cada año se reportan aproximadamente 1,600 casos y 260 muertes en el país.

El brote vinculado a Boar's Head fue especialmente letal, incluso obligando a la empresa a retirar más de 7 millones de libras de producto—una medida drástica que reveló la gravedad del asunto.

¿Qué salió mal en la planta de Jarratt?

En septiembre, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) suspendió las operaciones de la planta en Jarratt debido a “condiciones sanitarias insuficientes”, lo que derivó en la pérdida del sello de inspección federal requerido para operar legalmente.

Las inspecciones arrojaron hallazgos alarmantes:

  • Presencia de moho e insectos.
  • Líquidos filtrándose del techo sobre las líneas de producción.
  • Residuos de carne y grasa acumulados en equipos, paredes y pisos.
  • Empleados sin las protecciones necesarias como redes para el cabello o guantes.

Boar’s Head, fundada hace más de 120 años en Sarasota, Florida, se vio forzada a detener la producción de liverwurst permanentemente como parte de la respuesta ante la crisis.

Una reapertura bajo la lupa

En julio, el USDA levantó la suspensión y permitió que Boar’s Head reanudara operaciones en Jarratt. Según un comunicado oficial, la planta estaba “en total cumplimiento con las pautas necesarias para operar con seguridad”.

Sin embargo, documentos obtenidos a través de una solicitud de acceso a la información revelan que otras plantas de Boar’s Head, ubicadas en Arkansas, Indiana y otras zonas de Virginia, presentaban problemas similares a los que habían originado el brote mortal. Algunos inspectores encontraron carne descartada bajo las máquinas, acumulación de grasa seca y charcos de jugos de carne en el piso tan recientemente como en junio de este año.

Una cultura empresarial en crisis

Barbara Kowalcyk, directora de un centro de seguridad alimentaria y nutrición en la Universidad George Washington, se mostró contundente: “Lo que salta a la vista es un problema cultural organizacional que necesita cambiar”.

Para Kowalcyk, la raíz del problema no es simplemente técnica, sino estructural. “Usualmente, esa cultura comienza en la cima de la organización”, agregó.

Las observaciones apuntan a una falta sistémica de cumplimiento y supervisión interna, algo que preocupa especialmente cuando se trata de alimentos que no requieren cocción antes de ser consumidos.

Críticas a la regulación estatal

¿Dónde queda el papel del gobierno en todo esto? La respuesta no alivia mucho. Varios expertos, incluidos exfuncionarios del USDA, coinciden en que el modelo actual de inspección es insuficiente.

Bryan Ronholm, director de políticas alimenticias en Consumer Reports, dijo lo siguiente: “Después de todo lo que atravesaron, se esperaría que la empresa hubiese dejado su planta en condiciones tan seguras que uno pudiera comerse una loncha de jamón directamente del piso”.

Y es que, según los datos del mismo Gobierno, más del 50% de las calorías que consumen los estadounidenses provienen de alimentos ultraprocesados. Esto convierte a la seguridad alimentaria en una cuestión de salud pública insoslayable.

Reacciones políticas y legales

Rosa DeLauro, representante demócrata por Connecticut, calificó las revelaciones como “una negligencia sistémica”. “Esto es parte de un patrón para proteger las ganancias corporativas a costa de la salud pública”, sentenció en una declaración oficial.

Además de las investigaciones administrativas, Boar’s Head también enfrenta demandas legales de sobrevivientes y familiares de fallecidos, aunque muchos han optado por no hablar públicamente debido a acuerdos de confidencialidad posteriores a acuerdos financieros con la compañía.

Medidas tomadas: ¿Son suficientes?

Tras la crisis, Boar’s Head ha intentado redirigir la narrativa: contrató a un nuevo jefe de seguridad alimentaria y convocó en mayo una mesa de asesores expertos que incluye a nombres de peso como Frank Yiannas, exintegrante de la FDA, y Mindy Brashears, exsubsecretaria de seguridad alimentaria durante la administración Trump.

Pero la empresa ha evitado responder públicamente sobre los nuevos fallos detectados. Canceló entrevistas programadas y bloqueó el acceso a detalles de los informes internos de investigación. Esto ha generado aún más desconfianza.

Mientras tanto, el sitio web de la empresa sostiene que su “compromiso con la seguridad alimentaria es inquebrantable” y que están colaborando con el USDA en la reapertura paulatina de la planta de Jarratt.

¿Qué debe hacer el consumidor?

Para los consumidores promedio, este contexto plantea una difícil pregunta: ¿es seguro seguir comprando carnes frías listas para comer?

La respuesta no es sencilla. Aunque las autoridades han levantado las suspensiones y declaran que no hay riesgo inmediato, expertos como Kowalcyk recomiendan precaución, especialmente a los grupos vulnerables como personas mayores, embarazadas o inmunodeprimidas.

Es más, algunos consumidores preocupados han iniciado campañas en redes sociales pidiendo a supermercados y tiendas que exijan certificados adicionales de calidad sanitaria antes de vender productos de marcas con historial reciente de problemas.

¿Hacia dónde vamos?

Lo sucedido con Boar’s Head no es una historia aislada. Es un síntoma de un problema mucho mayor: el debilitamiento institucional en la cadena de control alimentario, impulsado por políticas de desregulación y la presión de la industria por maximizar la producción y reducir costos.

Sin una transformación cultural interna dentro de las compañías, acompañada de un refuerzo de las políticas gubernamentales de inspección y penalización, los brotes y los escándalos seguirán siendo recurrentes.

Después de todo, como dijo Sandra Eskin, exmiembro del USDA y ahora activista en STOP Foodborne Illness: “Si hay evidencia de que los problemas de seguridad alimentaria persisten, el gobierno tiene la responsabilidad de asegurarse de que la empresa los corrija”.

Y esa es una responsabilidad que ninguna empresa, ni estado, puede darse el lujo de seguir ignorando.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press