Fe, miedo y fuego: el sur de California entre llamas y redadas migratorias
Mientras los incendios forestales fuerzan evacuaciones masivas, comunidades migrantes enfrentan redadas y encuentran refugio en la fe
El fuego avanza sin freno: el Canyon Fire y el drama de los evacuados
El sur de California atraviesa uno de sus momentos más críticos del verano. El incendio Canyon Fire, iniciado un jueves por la tarde cerca del Lago Piru, ha devorado en pocas horas más de 19.7 kilómetros cuadrados, obligando la evacuación de al menos 2.700 personas y poniendo en riesgo más de 700 estructuras.
Con temperaturas cercanas a los 38 grados Celsius y niveles mínimos de humedad, los bomberos enfrentan condiciones extremas para combatir las llamas, que se extienden hacia el este, adentrándose en el condado de Los Ángeles. Se han desplegado más de 400 efectivos y numerosos aviones y helicópteros, pero según el Servicio Meteorológico Nacional, el viento del sur amenaza con incrementar el peligro durante el fin de semana.
El jefe de bomberos del condado de Ventura, Andrew Dowd, calificó la situación como "muy dinámica", explicando que el terreno escarpado y seco ha facilitado la rápida expansión del fuego. “Es una tormenta perfecta de elementos letales para cualquier incendio”, indicó.
Agosto y septiembre: la temporada más peligrosa para incendios
California conoce bien esta historia. Según datos del Centro Nacional Interagencial de Incendios (NIFC, por sus siglas en inglés), agosto y septiembre suelen concentrar el mayor número de incendios forestales en la región. El 2023 cerró con más de 7.600 incendios solo en California, número que este año podría superar si las temperaturas siguen comportándose como se espera: más calor, más sequedad, y menos control.
En paralelo al Canyon Fire, otro siniestro en el Bosque Nacional Los Padres, llamado Gifford Fire, se ha convertido en el incendio más grande de 2024, alcanzando los 402 kilómetros cuadrados con apenas un 15% de contención. Inició desde varios focos menores a principios de agosto y ha provocado lesiones en cuatro personas. Su origen sigue bajo investigación.
Entre el fuego y las redadas: miedo entre las comunidades migrantes
Pero el fuego no es lo único que arde en el sur californiano. Desde principios de junio, el gobierno federal ha intensificado los operativos de detención migratoria, generando temor en comunidades enteras, especialmente en inmigrantes sin estatus legal que viven en ciudades como Coachella, Torrance o Santa Ana.
“Si los bomberos te dicen que evacúes, hazlo sin dudar”, fue el mensaje de Kathryn Barger, supervisora del condado de Los Ángeles. Pero para muchos, dejar la casa no solo significa salvarse del fuego; también podría equivaler a ser detenido por ICE al salir a un área pública.
La iglesia como último refugio
Frente al paisaje desolador, las iglesias están desempeñando un papel vital. Desde el patio de la corte migratoria hasta las esquinas de los barrios latinos más vulnerables, clérigos y pastores acompañan a migrantes y levantan la voz por ellos.
La Reverenda Oona Casanova Vázquez, de South Bay Church of the Nazarene en Torrance, pasa sus jueves observando audiencias judiciales, repartiendo panfletos e infundiendo valor a quienes esperan el llamado de su caso: “Ellos tienen más coraje que yo. Entran sabiendo que pueden ser detenidos. Yo solo puedo estar a su lado”.
Su rol, aunque simbólico, se convierte en eje esencial del apoyo emocional. Otros líderes, como la Reverenda Terry LePage en el Condado de Orange, cuentan entre lágrimas cómo observan familias completas romperse en los pasillos de las cortes. “Ves una vida destruida frente a ti y no puedes hacer nada”, dijo.
Servicios religiosos digitales y obispos solidarios
Para evitar que los creyentes pongan en riesgo su libertad al acudir a misa, iglesias como la de Our Lady of Soledad en Coachella, donde el 20% de los feligreses están en situación irregular, han implementado servicios por streaming. “La iglesia no se va a ir. Estamos aquí”, afirma el padre Francisco Gómez, quien también ofrece ayuda alimentaria y médica.
En Los Ángeles, el programa Family Assistance Program de la Arquidiócesis asiste semanalmente a unas 150 familias con alimentos, pañales, medicinas y algo de dinero para la renta. “Este es el tipo de iglesia que deberíamos ser siempre”, dice el monseñor Timothy Dyer.
La red de solidaridad se extiende además a líderes como el Pastor Ara Torosian, de origen iraní, quien conduce una congregación de hablantes de farsi en West LA. Algunos de sus feligreses fueron detenidos recientemente durante audiencias migratorias, incluyendo un matrimonio al que él mismo había casado. Uno de los casos más conmovedores fue el de una familia de tres que, detenida durante una cita judicial, fue liberada posteriormente con monitores en los tobillos.
La doble amenaza: crisis climática y persecución gubernamental
California está atrapada entre dos fuegos: uno literal e implacable, impulsado por el cambio climático, y otro institucional, guiado por políticas de inmigración que muchos líderes consideran desproporcionadas. La coexistencia de estos fenómenos profundiza el sufrimiento de los más vulnerables, quienes ahora temen tanto al humo como a los agentes federales.
¿Evacuar o enfrentarse a la Migra? ¿Buscar cobertura en centros de acogida o quedarse encerrado por miedo? Estas no son elecciones abstractas, sino decisiones reales que miles de personas deben tomar cada día en un sur de California cada vez más hostil.
Las cifras no mienten: más de 14.000 personas bajo aviso de evacuación, más de 150 familias asistidas por las iglesias, miles de migrantes detenidos desde junio. Mientras, el clima extremo —sequías, calor y fuego— sigue exacerbando la tensión social.
Una fe que resiste
Los líderes religiosos están seguros de su papel. “No estamos aquí por política, sino por moral”, afirma Jennifer Coria, organizadora de Clergy and Laity United for Economic Justice. “No preguntamos cómo llegaron, solo los acompañamos”.
Muchos de estos voluntarios toman inspiración del Evangelio. El padre Scott Santarosa, de Our Lady of Guadalupe en San Diego, encuentra fortaleza en el relato bíblico donde Cristo salva a Pedro cuando su fe flaquea. “Estamos llamados a lo imposible: ser impotentes con ellos”.
Porque cuando el fuego amenaza desde el bosque y la deportación desde el sistema, la fe es, para muchos, el último acto de resistencia.