Nagasaki a 80 años: el legado de los hibakusha y una advertencia al mundo
La lucha contra las armas nucleares continúa mientras los últimos sobrevivientes del bombardeo atómico instan a las nuevas generaciones a mantener viva la memoria
El eco de una explosión que no cesa en el tiempo
El 9 de agosto de 1945 a las 11:02 a.m., una bomba atómica lanzada por Estados Unidos detonó sobre Nagasaki. Ocho décadas después, las heridas físicas y emocionales de aquel evento aún palpitan en miles de sobrevivientes —los hibakusha— cuyas historias son hoy más esenciales que nunca en una era de creciente amenaza nuclear.
Más de 70,000 personas murieron como resultado inmediato del bombardeo con plutonio llamado “Fat Man”. Tres días antes, Hiroshima había sufrido un ataque similar que acabó con la vida de aproximadamente 140,000 personas. Estos eventos marcaron el final de la Segunda Guerra Mundial con la rendición japonesa el 15 de agosto de 1945. Sin embargo, el precio pagado por la población civil japonesa ha sido motivo de reflexión, amargura y, sobre todo, activismo por la paz.
Una generación que se apaga, una memoria que lucha por permanecer
Actualmente, queda menos de una cuarta parte de los hibakusha originales. Según datos oficiales de Japón, solo quedan 99,130 sobrevivientes registrados, y su edad promedio supera ya los 86 años. Esta realidad ha motivado una carrera contra el tiempo: recopilar y conservar sus testimonios antes de que el último testigo directo desaparezca.
Teruko Yokoyama, de 83 años, es miembro activo de una organización que documenta los relatos de los afectados. “Debemos mantener registros de los daños del bombardeo atómico y de las historias de vida de los sobrevivientes”, afirmó. Su organización ha comenzado a digitalizar testimonios para su difusión en plataformas como YouTube y redes sociales. Para ella, “los jóvenes ahora están empezando a actuar, así que no debemos perder la esperanza”.
Imágenes que advierten: el poder visual de los testimonios
Uno de los rostros más emblemáticos de esta lucha fue Sumiteru Taniguchi. Sobreviviente del bombardeo a los 16 años, Taniguchi se convirtió en una figura visible del movimiento contra las armas nucleares. Las icónicas fotos de sus cicatrices —publicadas por primera vez en 2015 por el fotógrafo Eugene Hoshiko— sirvieron como advertencia gráfica de las consecuencias humanas de la guerra nuclear.
Taniguchi vivió décadas con heridas abiertas, expresó su dolor sin resentimiento, pero con una firmeza férrea: “Quiero que esto sea el final”, solía decir mientras mostraba las huellas que la bomba dejó sobre su espalda. Fue copresidente de Nihon Hidankyo, una organización de sobrevivientes que lideró la petición internacional por la eliminación de armas nucleares. Su legado persiste, y su imagen aún conmueve a quienes la ven.
Entre la paz y la geopolítica
Cada año, Nagasaki celebra un acto conmemorativo en el Parque de la Paz. Este 2025 se espera la asistencia de más de 3,000 personas, incluidos representantes de 95 países. Un toque de campanas en la catedral de Urakami, una de las zonas más afectadas por la bomba, marcará el momento exacto de la explosión.
Sin embargo, no todo es unidad. La conmemoración ha estado marcada por conflictos diplomáticos. En ediciones anteriores, la ausencia del embajador estadounidense generó controversia, y para este aniversario, China ha rechazado la invitación sin explicar los motivos. La tensión refleja los desafíos de convertir la memoria en acción política concreta.
Una paz amenazada por tensiones y contradicciones
Mientras los sobrevivientes exigen el fin de las armas nucleares, el mundo parece tomar un camino opuesto. En 2023, el número de armas nucleares desplegadas creció por primera vez en décadas: según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), entre los nueve estados nucleares reconocidos, se contabilizan más de 13,000 ojivas activas.
Japón, pese a ser el único país atacado con armamento nuclear, ha evitado firmar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN). El motivo: su histórica alianza militar con Estados Unidos y la dependencia estratégica del paraguas nuclear estadounidense. Para muchos hibakusha, esto representa una traición a las víctimas.
“Los gobiernos dicen que las armas nucleares son necesarias para disuadir, pero nosotros vivimos lo que significa su uso real”, dijo Seiichiro Mise, sobreviviente de 90 años, durante un foro de jóvenes realizado en el marco del aniversario. “No queremos que nuestros nietos vivan bajo la sombra de una amenaza nuclear”.
El poder de la juventud frente al olvido
Uno de los principales objetivos de los sobrevivientes es transferir la causa a generaciones más jóvenes. En el foro por la paz organizado en Nagasaki, más de 300 jóvenes japoneses escucharon en primera persona relatos de los afectados. Algunos iniciaron sus propios proyectos artísticos o documentales para preservar esta memoria.
Es el caso de Rina Takamura, estudiante universitaria que lanzó una serie de podcasts titulados “Los días que no debemos olvidar”, donde entrevista a hibakusha y reflexiona sobre los tratados antinucleares. “Me sorprendió saber que muchos jóvenes creen que las bombas nucleares solo afectan al instante. No es así. Hay generaciones que siguen sufriendo”, comenta.
80 años después, la historia sigue siendo presente
La historia no debe archivarse en los libros como un capítulo oscuro ya cerrado. La lucha de los hibakusha por un mundo sin armas nucleares es más urgente que nunca. En palabras del fallecido Sumiteru Taniguchi: “Nadie debería tener que mostrar estas cicatrices. Nadie debería tenerlas jamás”.
Para muchos, Nagasaki debería ser el último lugar donde cayera una bomba nuclear. Pero el futuro aún está en juego. La decisión de mantener viva la memoria y actuar en consecuencia descansa ahora en las manos de una nueva generación.