Religión, memoria e ideales de paz: el papel de los monjes budistas en Camboya tras el conflicto fronterizo
Los monjes camboyanos rinden homenaje espiritual a soldados caídos mientras apelan a la paz duradera con Tailandia
La marcha de la paz en Phnom Penh: cuando la fe se convierte en clamor
El pasado viernes, las calles de Phnom Penh fueron testigos de una manifestación inusual pero profundamente emocional: cientos de monjes budistas caminan en fila desde la principal escuela religiosa del país hasta un templo cercano al Palacio Real. Su objetivo no es político, al menos no en el sentido tradicional; marchan para honrar a soldados caídos en recientes enfrentamientos con fuerzas tailandesas y para orar por la paz entre ambas naciones.
Entre cánticos y rezos, los monjes, acompañados por monjas, ciudadanos y fieles, llevaron a cabo una solemne ceremonia destinada a recordar los sacrificios humanos que el conflicto ha dejado a su paso y a enviar un poderoso mensaje espiritual de reconciliación.
Un conflicto latente: historia de tensiones sin resolver
El conflicto fronterizo entre Camboya y Tailandia se remonta a mucho antes de los actuales enfrentamientos. Durante décadas, ambos países han mantenido disputas territoriales por pequeñas franjas de tierra en un área de aproximadamente 800 kilómetros de frontera terrestre. La situación ha estallado en diversas ocasiones, siendo el más reciente un nuevo capítulo con saldo trágico.
Este brote de violencia comenzó tras la explosión de una mina terrestre ubicada en territorio en disputa que dejó heridos a cinco soldados tailandeses. Este acto fue seguido por una serie de ataques que duraron cinco días y causaron la muerte de al menos seis soldados camboyanos—según datos oficiales—y múltiples civiles de ambos lados. Más de 260,000 personas fueron desplazadas en el proceso.
Monjes, guardianes del espíritu nacional
El papel de los monjes en esta situación no puede subestimarse. Como explicó Khem Sorn, monje supremo de Phnom Penh, durante una entrevista telefónica, la ceremonia tiene como objetivo mostrar respaldo a las autoridades gubernamentales en su esfuerzo por alcanzar un alto al fuego, honrar a quienes murieron y hacer un llamado colectivo a vivir en paz, especialmente entre países budistas.
“Queremos vivir como buenos vecinos con Tailandia, en unidad y armonía”, expresó Sorn.
Imágenes del dolor y la devoción
Dentro del templo al que llegaron los monjes se colocó un panel con fotografías de más de 40 soldados en uniforme. Aunque no estaba claro si todos ellos estaban muertos, heridos o capturados, la imagen fue un recordatorio conmovedor del costo humano del conflicto. Las oraciones incluyeron cánticos tradicionales y la quema de incienso sagrado, una práctica que en el budismo simboliza la purificación del alma y la conexión con los que han partido.
La devoción fue palpable. Personas de todas las edades se unieron en un momento de recogimiento nacional, donde la espiritualidad se mezcló con el deseo ferviente de no repetir una historia de violencia perpetua.
Intervención internacional y la reafirmación del cese al fuego
El cese del fuego, que entró en vigor el 28 de julio, ha logrado detener momentáneamente el fuego cruzado. Sin embargo, informes posteriores han denunciado violaciones a este acuerdo por ambas partes. En respuesta, Estados Unidos y China, dos de los principales actores en promover la paz en la región, saludaron las intenciones de continuar el proceso de paz durante una jornada diplomática en Malasia.
Lamentablemente, uno de los principales obstáculos para avanzar hacia una resolución duradera ha sido la captura de 18 soldados camboyanos que, según fuentes tailandesas, serán liberados una vez que "las hostilidades activas" terminen completamente. Camboya, por su parte, exige un retorno inmediato alegando conducta inhumana por parte del ejército tailandés.
El simbolismo de la ceremonia budista: más allá de la fe
Lejos de ser un acto meramente religioso, la ceremonia del viernes se convirtió en un acto de resistencia pacífica. Al elevar el sufrimiento colectivo a una esfera espiritual, los monjes contribuyeron a fomentar una narrativa distinta a la del combate: la de la paz, la compasión, y la memoria responsable. Las enseñanzas de Buda sobre la impermanencia y el dolor resonaron profundamente entre los asistentes, que vieron en esta marcha algo más que un acto tradicional: fue una declaración de principios.
El budismo, religión mayoritaria en Camboya, desempeña un papel significativo en la identidad nacional del país. Durante eventos como estos, la figura del monje no sólo representa lo religioso, sino también lo social, lo ético y lo político en una forma elevada.
Precedentes similares: la historia se repite con otros matices
Situaciones similares ya se habían vivido en el pasado. En 2011, otra escalada en la zona del templo de Preah Vihear, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, provocó la movilización de monjes que realizaron rituales de bendición a soldados camboyanos antes de partir al frente y oraciones para la resolución del conflicto a través del diálogo.
Este tipo de acciones religiosas han ido cobrando fuerza como herramientas diplomáticas no convencionales. Si bien carecen de efecto vinculante legal, tienen el poder de movilizar y consolar al pueblo, además de generar presión moral sobre los tomadores de decisiones.
¿Puede la espiritualidad cambiar el rumbo político?
Podríamos preguntarnos si estos actos devocionales pueden realmente incidir en el curso de un proceso político y militar. La respuesta no es absoluta, pero hay evidencia de su impacto. En Myanmar, por ejemplo, los monjes budistas jugaron un papel central durante la Revolución Azafrán de 2007, una protesta pacífica contra la brutalidad del régimen militar.
En el caso actual, la fuerza simbólica de una comunidad religiosa movilizada puede ser determinante en mantener visible el clamor por la paz, tanto en medios nacionales como en organismos internacionales.
El peso emocional del exilio interno
No hay que olvidar el drama humanitario detrás del conflicto. Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han alertado sobre las condiciones precarias en los campos para desplazados. La mayoría de los más de 260,000 refugiados han perdido acceso a servicios básicos, viviendas y medios de subsistencia.
En este contexto, la ceremonia liderada por los monjes adquiere una doble función: consolar a una población en duelo y recordar que, hasta que no haya solución definitiva, el retorno a la normalidad es solo una ilusión.
Una visión esperanzadora desde el budismo theravāda
El budismo que se practica en Camboya es del tipo Theravāda, una rama que hace énfasis en la práctica individual, la meditación y la acumulación de méritos. Sin embargo, en contextos sociales críticos, como este, se ve cómo esta tradición espiritual también puede operar colectivamente.
La esperanza radica en que, a través del principio de karuṇā (compasión), incluso los actores militares encuentren el camino hacia el entendimiento. Si algo quedó claro durante la ceremonia es que el conflicto no es inevitable, pero la paz tampoco es automática. Requiere voluntad, conciliación y aceptación de las heridas del pasado.
El rol de las futuras generaciones: enseñar la historia desde la paz
Finalmente, se vuelve imprescindible considerar el elemento educativo. Las imágenes de monjes orando por la paz pueden —y deben— servir como material de enseñanza en las escuelas camboyanas y tailandesas. Educar desde los valores de la empatía, la no violencia, y la resolución pacífica de disputas podría transformar futuras generaciones en arquitectos de una convivencia más saludable.
Como recalcó Khem Sorn, la historia no tiene por qué repetirse, cuando el espíritu humano se alinea con la sabiduría del corazón.