Violencia armada y responsabilidad policial en Estados Unidos: tres tragedias que despiertan preguntas
Desde Montana hasta Atlanta y Portland, incidentes recientes reflejan una preocupante normalización de los tiroteos y la impunidad en cuerpos policiales
Un tiroteo en Montana desata el terror en una pequeña comunidad
El 1 de agosto de 2025, un tiroteo en The Owl Bar de Anaconda, Montana, dejó cuatro personas muertas y conmocionó a una comunidad entera. El presunto autor, Michael Paul Brown, de 45 años, fue encontrado muerto una semana después. La respuesta de las autoridades fue rápida y coordinada, pero aún quedan sin respuesta las preguntas clave: ¿qué motivó a Brown? ¿Cómo pudo obtener un arma y llevar a cabo tal acto?
Brown era un veterano militar con historial en Irak (2004-2005) y miembro de la Guardia Nacional hasta 2009. Su sobrina, Clare Boyle, declaró que el atacante padecía problemas de salud mental de larga data y que la familia había buscado ayuda sin éxito. El gobernador de Montana, Greg Gianforte, elogió a las fuerzas del orden y expresó sus condolencias a las familias de las víctimas.
Atlanta: miedo en un campus universitario
El mismo día del anuncio sobre Brown, las fuerzas policiales respondieron a un reporte de tirador activo en la universidad de Emory, en Atlanta, justo al lado del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Aunque no se confirmó de inmediato si hubo heridos, las alarmas se activaron rápidamente y la institución difundió un mensaje urgente: “RUN, HIDE, FIGHT”.
Este tipo de advertencias se han convertido en parte del día a día en Estados Unidos. Según Gun Violence Archive, solo en 2023 hubo más de 650 tiroteos masivos en el país. Es decir, casi dos por día. ¿Cómo se naturaliza vivir entre simulacros y sonidos de disparos en la vida universitaria y laboral?
Brandy Giraldo, directora de operaciones de General Muir —un restaurante cercano—, describió el momento como una serie de fuegos artificiales: “uno tras otro”. En cuestión de segundos, la vida cotidiana cambió por completo.
Una tragedia en Portland y una compensación histórica
Otro caso que ha encendido la conversación sobre violencia armada, racismo sistémico y responsabilidad policial tuvo lugar en Portland, Oregón, en noviembre de 2022. Immanueal Clark, un hombre negro de 30 años, fue asesinado por un disparo de AR-15 mientras huía de un control policial. Clark fue confundido con un sospechoso de robo a mano armada, aunque la descripción del atacante especificaba que era “blanco”.
La ciudad acordó pagar 3,75 millones de dólares a su familia, el acuerdo más alto registrado con un único demandante en Portland. Aunque el oficial Chris Sathoff fue absuelto por el gran jurado, la división interna en la Policía de Portland sobre la legalidad del disparo pone en cuestión los protocolos, los prejuicios y el uso de fuerza letal.
Sathoff declaró que había disparado porque vio que Clark “hurgaba en sus bolsillos” y temía que portara un arma. Lo hizo sin confirmación visual. Disparó tres veces. En la espalda. Sin arma en escena. En el juicio, se demostró que no había evidencia creíble para sostener dicha amenaza.
Explosión de la violencia con armas: ¿qué está pasando?
Estas tres tragedias exponen una misma raíz: una nación profundamente afectada por la violencia armada. Y no es nuevo. Desde la masacre de Columbine (1999) hasta los tiroteos recientes en escuelas, bares y espacios públicos, las armas de fuego han dejado una huella imborrable en el tejido social estadounidense.
- Según Pew Research, en 2022 murieron por armas de fuego 48,830 personas en EE.UU.
- El 54% de estas muertes fueron suicidios y el 43% homicidios.
- Estados Unidos tiene más armas que personas: 120,5 armas por cada 100 residentes.
- También es el país con más tiroteos masivos registrados en los últimos 10 años.
Pero más allá de las cifras, está el costo emocional, psicológico y comunitario. ¿Cómo se llora a cuatro muertos en un bar, una universidad en alerta o una vida inocente en Portland, sin que al día siguiente haya otra historia similar en los titulares?
La salud mental: una deuda nacional
En el caso de Michael Paul Brown, su historial militar y de salud mental plantea una discusión crucial sobre el acceso a servicios psicológicos para veteranos y ciudadanos en general. La familia había solicitado ayuda en múltiples ocasiones, sin éxito.
Según el Mental Health America, más del 21% de los adultos en EE.UU. padecen una enfermedad mental. Sin embargo, más del 56% no recibe tratamiento. Esta brecha revela un sistema de atención desbordado y normativas ineficientes para prevenir tragedias.
¿Y la policía? Entre reformas pendientes y decisiones cuestionables
El caso de Portland también abre el debate sobre la impunidad en las fuerzas policiales. A pesar de violar la política interna, y con evidencia contradictoria, el oficial Sathoff fue considerado “razonable”. El jefe de policía, Bob Day, admitió estar molesto por la muerte, pero defendió a su subordinado.
La ciudad ha prometido reformas en el entrenamiento en armamento, pero ¿es suficiente? Loretta Smith, concejala de la ciudad, declaró: “Sabíamos que los ladrones eran blancos. Manny era claramente negro. Hay un problema de base”.
La disparidad racial en las intervenciones letales es una vieja herida estadounidense. Un estudio de Mapping Police Violence reveló que las personas negras tienen casi 3 veces más probabilidades de morir a manos de la policía que los blancos.
La cultura del miedo: ¿viviremos permanentemente en alerta?
Desde simulacros en escuelas hasta refugios improvisados en cafeterías, el miedo se ha institucionalizado. La frase “Run, Hide, Fight” se repite como mantra. ¿Cuál es el costo psicológico de una sociedad que entrena a sus ciudadanos a actuar como en combate?
En Japón, por ejemplo, la tasa de muertes por armas de fuego es de menos de 1 al año en todo el país. En Reino Unido, el promedio apenas supera los 30. EE.UU. tiene más de 40,000. ¿Qué tienen los demás países que a Estados Unidos le falta?
La respuesta podría pasar por un mayor control de armas, atención a la salud mental, reforma policial auténtica y un cambio cultural profundo que priorice la vida sobre la Segunda Enmienda.
Mientras tanto, poblaciones como Anaconda, Atlanta o Portland seguirán con cicatrices imborrables.
Una verdad incómoda: ¿hasta cuándo?
No se trata solo de estadísticas. Se trata de comunidades rotas, de familias en duelo, de vidas truncadas. Se trata de una falla estructural que exige algo más que pensamientos y oraciones.
El problema está claro. Las soluciones, también. Falta voluntad política. Falta empatía social. Y, sobre todo, falta el valor de reconocer que vivir con miedo no debe ser la norma.