Minas, incendios y conflictos: los focos de tensión que sacuden Asia y África
Exploramos el preocupante repunte de tensiones armadas, violaciones de tratados internacionales y catástrofes naturales mientras los esfuerzos de paz parecen insuficientes
Violencia encubierta en la frontera entre Tailandia y Camboya
El pasado fin de semana, un nuevo incidente sacudió la región fronteriza entre Tailandia y Camboya. Tres soldados tailandeses resultaron heridos, uno de ellos gravemente, tras pisar una mina antipersonal mientras patrullaban en la provincia tailandesa de Sisaket. Este hecho ha reavivado las tensiones bilaterales solo días después de que ambos países reafirmaran un alto al fuego para poner fin a enfrentamientos recientes.
Según el ejército tailandés, este nuevo uso de armas ocultas representa una violación directa del Tratado de Ottawa o Convención sobre la Prohibición de Minas Antipersonal, al cual ambas naciones pertenecen. El Ministerio de Asuntos Exteriores tailandés calificó el suceso como una “confirmación de la evidencia” de que se están plantando minas recientemente en el área, en contravención del derecho internacional.
Este es el tercer incidente similar en menos de un mes, lo que no solo cuestiona el compromiso camboyano con el tratado, sino que también amenaza la implementación de los acuerdos de cese al fuego alcanzados en julio.
Una historia marcada por las minas
Es importante recordar que Camboya es uno de los países más afectados por las minas terrestres, legado de más de tres décadas de conflicto armado que comenzaron en 1970. Desde entonces, el país ha retirado más de un millón de minas y cerca de tres millones de artefactos sin explotar, según la Autoridad Camboyana de Acción contra las Minas.
En respuesta a las acusaciones, Camboya negó haber colocado nuevas minas y argumentó que los explosivos eran rezagos heredados de conflictos pasados.
Este enfrentamiento fronterizo forma parte de un conflicto territorial latente que ha ocasionado violentos intercambios armados desde mayo de este año, llegó a su punto álgido el mes pasado con una escalada que dejó decenas de muertos y más de 260,000 desplazados.
Francia lucha contra su incendio forestal más grande en décadas
Mientras tanto, en Europa, Francia enfrenta una situación crítica. Más de 1,400 bomberos fueron desplegados en la región de Aude para evitar que el mayor incendio forestal del país en décadas vuelva a reactivarse.
El fuego ha arrasado más de 160 kilómetros cuadrados y ha dejado una víctima mortal y al menos 25 heridos, de los cuales 19 eran bomberos. Las altas temperaturas —con picos de hasta 39 grados Celsius—, complican las labores de contención, y las autoridades alertan que la extinción total del fuego podría tardar varias semanas.
El cambio climático está generando incendios más frecuentes e intensos en el sur de Europa, advierten científicos. España, Italia y Grecia han sufrido repetidas olas de incendios similares en el último lustro.
La amenaza persistente del conflicto en el Congo
En África, el este de la República Democrática del Congo (RDC) es escenario de otra tragedia. Rebeldes del grupo M23, respaldados por fuerzas ruandesas según el gobierno congolés, han asesinado a más de 80 civiles en las últimas semanas, según el ejército de la RDC.
Uno de los ataques más letales tuvo lugar el 4 de agosto en el pueblo de Nyaborongo, donde murieron al menos 80 personas. Otro ataque el 24 de julio cobró la vida de seis civiles, incluidos dos menores de edad, en la aldea de Lumbishi.
La ONU también ha denunciado una masacre previa de 319 personas cometida por el mismo grupo en Rutshuru a través de un informe publicado por el Alto Comisionado de Derechos Humanos, Volker Türk. Estas cifras colocan a estas matanzas como de las más graves desde el retorno de M23 en 2022.
A pesar de los acuerdos preliminares de paz facilitados por Catar, que plantean como objetivo la protección de civiles y el retorno de desplazados antes del 18 de agosto, muchos expertos temen que la situación esté lejos de resolverse.
El conflicto armado ha desplazado a millones de personas en esta rica pero inestable región del país —rica en minerales estratégicos como el coltán y el cobalto— y se estima que más de 100 grupos armados operan en la zona, según cifras de ReliefWeb.
¿Hay espacio para el diálogo y la reconciliación?
En todos estos focos de conflicto subyace una característica común: la falta de confianza mutua entre las partes y el incumplimiento de normas internacionales básicas. Ya sea por la colocación de minas antipersonales, la expansión del uso de armas indiscriminadas o el incumplimiento de treguas en zonas incendiadas por conflictos tribales y fronterizos, la realidad es inquietante.
Los acuerdos de cese al fuego, como el alcanzado entre Camboya y Tailandia, o entre el gobierno del Congo y el M23, tienen poco efecto si los actores no sienten presión real para cumplirlos. En Europa, aunque el conflicto es de otro tipo, la debilidad institucional frente al cambio climático y la prevención de incendios es otra muestra de falta de preparación ante crisis repetitivas.
La comunidad internacional frente a nuevos retos
La comunidad global tiene una responsabilidad clave en estos escenarios:
- Monitorear el cumplimiento de los tratados internacionales como el Tratado de Ottawa, con mecanismos más eficaces de verificación y sanción.
- Intervenir diplomáticamente cuando las tensiones fronterizas escalan a enfrentamientos armados.
- Proporcionar ayuda humanitaria inmediata y asistencia reconstrucción a largo plazo, especialmente en zonas de conflicto como el Congo.
- Invertir en medidas climáticas preventivas y programas de gestión forestal sostenible para prevenir desastres similares al ocurrido en Francia.
Hoy más que nunca, el mundo parece estar al borde de múltiples fuegos —algunos reales, otros políticos, ideológicos o territoriales. Y apagar esos fuegos requiere algo más que buenas intenciones: requiere acción concreta.