Aaron Boone: el polémico arte de ser expulsado y liderar a los Yankees con fuego
Con 44 expulsiones desde 2018, el mánager de los Yankees Aaron Boone desafía convenciones y construye su legado entre debates con umpires, decisiones encendidas y lecciones tácticas
Un líder fuera del molde
En el béisbol, pocos personajes encarnan con tanto ímpetu el fervor competitivo como Aaron Boone. Desde que asumió el cargo de mánager de los New York Yankees en 2018, Boone ha demostrado que siente cada jugada como si estuviera de nuevo en el plato bateando aquel icónico cuadrangular contra los Medias Rojas en 2003. Pero ahora, su campo de acción es el dugout... y muy seguido, la línea entre este y el terreno de juego se cruza cuando su temperamento estalla.
Este domingo, Boone fue expulsado por quinta vez en lo que va de la temporada 2024 durante el juego contra los Houston Astros. La causa: una discusión con el umpire Derek Thomas tras una aparente mala llamada de strike. La frase del árbitro lo resume todo: “Ya he oído suficiente, Aaron”.
44 expulsiones y contando
Con esta última, Boone acumula 44 expulsiones desde que se convirtió en mánager en 2018, siendo esta su quinta esta temporada y habiendo sido expulsado en seis ocasiones en 2023. La estadística parece más propia de un lanzador que ha tenido una carrera larga y tumultuosa, no de un mánager moderno que opera en una era de tablets, analytics y protocolo de revisiones.
¿Es esta una señal de mal liderazgo o de intensa pasión? Según muchos fanáticos de Nueva York —y algunos jugadores—, Boone representa lo último: un dirigente que defiende a sus peloteros con vehemencia. En palabras del propio Aaron Judge (MVP de la Liga Americana en 2022) tras una expulsión en 2023: “Boone pelea por nosotros, y eso es algo que no todos los mánagers hacen con tanto corazón.”
El costo estratégico de las expulsiones
Aún así, hay consecuencias. Según Baseball-Reference, en los últimos tres años, los Yankees han perdido el 58% de los partidos en los que Boone ha sido expulsado. Aunque no se puede atribuir directamente la causa de la derrota a su salida, sí plantea un interrogante táctico: ¿puede un equipo competir al más alto nivel sin la presencia de su líder en el banquillo?
Más allá del romanticismo del “líder guerrero”, los datos muestran cierto patrón preocupante. Boone no ha logrado llevar a los Yankees de vuelta a la Serie Mundial desde que asumió el cargo, lo cual, en el Bronx, se considera fracaso, sin importar cuántos juegos de temporada regular gane el equipo.
Una tradición Yankee de intensidad
Boone ciertamente no es el primer mánager de los Yankees en tener una relación tensa con los árbitros. Antes que él, Billy Martin fue una leyenda tanto en el banco como en las salas de prensa por sus enfrentamientos con umpires y jugadores. Martin, ganador de dos campeonatos como mánager (uno con los Yankees en 1977), fue expulsado 48 veces en su carrera como dirigente, lo que lo coloca en una compañía selecta. Boone va en camino de igualarlo o superarlo.
Tampoco podemos ignorar a Lou Piniella, quien fue expulsado 61 veces en su carrera como mánager, y era célebre por sus "tours" de furia lanzando bases y cubriendo el plato con tierra. La tradición de intensidad en la dirigencia parece, entonces, profundamente enraizada en el ADN de ciertos clubes, y los Yankees no son ajenos a esa escuela.
¿Es Boone el mánager ideal para los Yankees de hoy?
Esta es quizás la pregunta más debatida entre los aficionados de Nueva York y analistas. Hay quienes piensan que Boone carece de las credenciales tácticas que otros mánagers poseen, y su estilo de manejo emocional distrae de las decisiones estratégicas más importantes. Pero también están quienes valoran su experiencia como exjugador y la forma en que protege a sus hombres de las críticas externas, echando él mismo el cuerpo a las balas mediáticas.
En una era en la que se espera que el mánager sea parte analista, parte psicólogo, parte gerente de crisis, Boone actúa más como un gladiador emocional. Su estilo puede parecer anticuado para los puristas del “Moneyball”, pero para muchos en el club, es precisamente lo que necesitan.
La temporada 2024: ¿última oportunidad?
El contrato de Boone sigue vigente, pero los Yankees son conocidos por sus expectativas inquebrantables. Desde el último título del equipo en 2009, han sido varias las campañas que han concluido antes de tiempo, principalmente en postemporadas decepcionantes. Si en 2024 el club no logra alcanzar al menos una Serie Mundial, será inevitable que el nombre de Boone esté en el centro de discusión.
Sus expulsiones, por más apasionadas que sean, se tornan menos anecdóticas y más simbólicas de una frustración general si no están acompañadas de resultados tangibles. La temporada aún es larga, pero cada minuto fuera del juego deja algo más que un espacio vacío: una oportunidad perdida de guiar desde el frente.
Una personalidad que marca vestuario
Lo que nadie puede negar es el impacto humano de Boone. Dentro del vestidor, su liderazgo es palpable. Jugadores jóvenes como Anthony Volpe o Oswald Peraza han elogiado repetidamente su capacidad de comunicación y el ecosistema de confianza que construye. Tal vez por eso, pese a las derrotas y controversias, Boone sigue contando con el respaldo incondicional de muchos en la organización y de los pesos pesados del roster.
En ese sentido, Boone está moldeando una cultura dentro de los Yankees que va más allá de lo táctico: una cultura de pertenencia, intensidad por la camiseta y sensibilidad emocional. En un deporte marcado por números fríos y métricas avanzadas, la emocionalidad sigue jugando un papel protagónico, y Boone lo sabe perfectamente.
¿Una figura hecha para la eternidad o una chispa fugaz?
La historia de Aaron Boone al frente de los Yankees está lejos de cerrarse, pero ya es ampliamente debatida. Sus momentos memorables —y polémicos— lo convierten en una de las figuras más reconocibles del béisbol moderno. La imagen del Boone discutiendo a todo pulmón, protegiendo a sus jugadores como un perro guardián, se ha convertido, para algunos, en símbolo de compromiso total; para otros, en la de un dirigente que pierde de vista lo importante.
El tiempo dictará cuál narrativa predomina. Pero por ahora, lo que está claro es que Boone dirige con alma, con fuego y con la convicción de que el béisbol se vive intensamente o no se vive del todo.
Y en Nueva York, eso cuenta. Mucho más de lo que parece desde la tribuna.