Afganistán bajo la sombra: la nueva ofensiva del Talibán contra los derechos de las mujeres

Amenazas de muerte, restricciones severas y libertades anuladas: las mujeres afganas enfrentan una represión sin precedentes bajo el régimen talibán

Una ola de amenazas que pone en riesgo vidas

A finales de mayo de 2024, Naciones Unidas publicó un informe alarmante sobre la situación de los derechos humanos en Afganistán, revelando que decenas de mujeres afganas que trabajan para diferentes agencias de la ONU están siendo objeto de amenazas de muerte explícitas. Estos mensajes intimidantes, remitidos por individuos no identificados, están directamente relacionados con sus labores profesionales en la UNAMA (Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán) y otras instituciones.

Una portavoz de la ONU señaló que "las amenazas eran tan graves que se tuvieron que adoptar medidas de seguridad excepcionales, incluyendo la evacuación temporal del personal afectado y el cambio de residencia de algunas empleadas". Las autoridades talibanes, por su parte, negaron cualquier vínculo con los autores de estas amenazas y se comprometieron a abrir una investigación desde el Ministerio del Interior.

Un patrón creciente de represión

Desde su regreso al poder en agosto de 2021, el régimen talibán ha impuesto progresivamente restricciones cada vez más estrictas sobre los derechos y libertades de las mujeres. La presente denuncia marca un punto de inflexión: es la primera vez que se documentan amenazas de muerte concretas y directas contra trabajadoras humanitarias desde oficinas oficiales como las de la ONU.

En diciembre de 2022, los talibanes prohibieron a las mujeres afganas trabajar en organizaciones no gubernamentales nacionales y extranjeras. Seis meses después extendieron esta prohibición a las instituciones de Naciones Unidas, amenazando con cerrar oficinas que continuaran empleando mujeres.

Control sobre la indumentaria y la movilidad femenina

La escalada no termina ahí. En Herat, inspectores del Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio impusieron la obligación de llevar el chador, un manto que cubre completamente el cuerpo y la cabeza. Mujeres que llevaban otros tipos de cobertura, como el hiyab, fueron interceptadas y retenidas en mercados y estaciones de transporte público.

El informe también menciona que en la provincia de Uruzgan se arrestaron mujeres simplemente por llevar un hiyab en vez de una burka. Y en Ghor, policías obligaron a familias a abandonar zonas de recreo por la sola presencia femenina.

En Herat, se implementaron patrullas para impedir el acceso de mujeres a espacios públicos, permitiendo su uso únicamente a grupos exclusivamente masculinos. El nivel de control recuerda a las políticas aplicadas durante el primer gobierno talibán (1996–2001).

Obstáculos para la salud femenina: la política del mahram

Según el reporte publicado por la ONU, en la provincia de Kandahar el Departamento de Salud Pública ha instaurado una política por la cual ninguna profesional de la salud puede acudir a su lugar de trabajo sin la compañía de un mahram (tutor masculino).

Además de la presencia física, el hombre debe presentar una tarjeta de identificación que confirme su parentesco con la mujer (ya sea como esposo, padre o hermano). Este documento requiere tiempo para ser emitido, dado que involucra validación por parte de imanes, líderes tribales o autoridades locales.

Este tipo de barreras no solo impide a miles de mujeres trabajar, sino que pone en riesgo a comunidades enteras al reducir el número de trabajadoras sanitarias activas. La salud pública en zonas rurales está seriamente comprometida.

El aislamiento sistémico de la mujer

Estos actos no pueden verse como decisiones aisladas, sino como parte de una estrategia sistemática de segregación de género y control extremo. La ONU ha calificado en informes anteriores este patrón como una forma de "apartheid de género".

  • Las adolescentes tienen vetado el ingreso a la educación secundaria desde septiembre de 2021.
  • Las universidades cerraron sus puertas a las estudiantes en diciembre de 2022.
  • Las mujeres ya no pueden viajar solas largas distancias ni subir a vehículos públicos sin un mahram.

Según Human Rights Watch, más del 75% de mujeres que estaban empleadas antes del retorno talibán han perdido su fuente de ingresos, sumiendo a millones en un ciclo de pobreza y dependencia.

Voces silenciadas, miedo generalizado

Los testimonios recogidos por diversos medios internacionales evidencian una atmósfera de miedo y desesperanza. Una extrabajadora de la ONU que ha pedido el anonimato explicó para el medio The Guardian que “cada día que iba a trabajar temía no regresar viva (...) Mis amigas han abandonado el país, yo no tengo opción, tengo que quedarme y seguir trabajando en secreto”.

Organizaciones como Amnistía Internacional y Médicos Sin Fronteras han emitido informes paralelos que corroboran los riesgos que enfrentan las trabajadoras humanitarias. De acuerdo con las cifras de la ONU, en 2023 unas 2.300 mujeres afganas continuaban trabajando en el terreno, pese a las cada vez mayores restricciones.

La respuesta internacional: tibia y limitada

A pesar del creciente número de condenas públicas por parte de países occidentales, la presión efectiva sobre el régimen talibán ha sido escasa. Ni el congelamiento de activos ni las sanciones han logrado modificar sustancialmente la conducta del gobierno de facto.

La comunidad internacional se encuentra en una encrucijada: presionar más puede complicar la entrega de ayuda humanitaria básica; ceder podría implicar resignarse al desmantelamiento total de los derechos femeninos en Afganistán.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se ha reunido en dos ocasiones en lo que va de 2024 para tratar el tema afgano, pero las resoluciones aprobadas han tenido carácter no vinculante.

Un futuro incierto para las mujeres de Afganistán

La historia reciente muestra que el olvido internacional puede tener consecuencias devastadoras. Tras el colapso del Estado afgano en 2021, y el abandono rápido de los aliados internacionales, las mujeres afganas han quedado atrapadas en un régimen que busca borrar su participación de todos los ámbitos sociales.

Con más de 50 restricciones oficiales impuestas a mujeres y niñas desde la toma talibán, el país es actualmente una de las regiones con mayores tasas de discriminación institucionalizada por género en el mundo, de acuerdo con el Índice Global de Género 2023 del Foro Económico Mundial.

El mundo tiene la responsabilidad de no mirar a otro lado. Las mujeres afganas no piden caridad, piden justicia, seguridad y el derecho básico a existir como seres humanos libres e iguales.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press