FIFA 2026: ¿Un Mundial de Fútbol o una Cortina de Humo para los Derechos Humanos?

A medida que se acerca el Mundial de 2026, los compromisos de FIFA con los derechos humanos en Norteamérica están bajo fuego, entre planes inconclusos, tensiones migratorias e historias que se repiten.

La promesa de un Mundial con rostro humano

El Mundial de Fútbol 2026 será, sin duda, un evento sin precedentes. Por primera vez, el torneo se celebrará en tres países —Estados Unidos, México y Canadá— y se espera que sea el más grande de la historia en términos de logística, alcance y número de sedes. Pero conforme se afinan los preparativos, también se intensifica el debate sobre hasta qué punto FIFA está cumpliendo con su recién adoptado compromiso de respetar los derechos humanos.

Desde Qatar 2022 y las duras críticas por el trato a los trabajadores migrantes, la FIFA ha intentado lavar su imagen estableciendo un marco de derechos humanos supuestamente alineado con los principios rectores de la ONU. La edición de 2026 era el momento para demostrar que esta transformación no era solo cosmética. Sin embargo, activistas, expertos y trabajadores en EE. UU. manifiestan profundas dudas.

Planes de derechos humanos: entre lo simbólico y lo real

La FIFA obligó a cada comité organizador local —de las 16 ciudades sede— a presentar un plan de acción sobre derechos humanos. Este requerimiento, aunque histórico en el contexto deportivo, ha sido fuertemente criticado por su falta de exigibilidad y concreción.

Según Jennifer Li, directora del Center for Community Health Innovation en Georgetown y coordinadora nacional de la coalición Dignity 2026: “El marco existe, pero no se ejecuta por sí solo. El resultado final difiere considerablemente de lo que se debatió con la FIFA; terminamos con un plan diluido.”

Algunos comités no presentaron siquiera el borrador requerido para marzo pasado. Aunque FIFA asegura que estarán listos para la fecha final (29 de agosto), se cuestiona si estos “planes” cumplirán algo más que con una función cosmética para los medios.

El legado oscuro de megaeventos deportivos

La preocupación no viene de la nada. El historial de torneos anteriores, como los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, donde más de 9,000 personas sin hogar fueron arrestadas para “limpiar la ciudad”, alimenta el miedo de que se repita una historia teñida de represión.

En Atlanta, organizadores locales afirman que con el programa Downtown Rising quieren invertir para disminuir la falta de vivienda, no criminalizarla. Pero activistas como el Dr. Mark Spencer, médico y defensor del derecho a una vivienda digna, no están convencidos: “Esto no es una respuesta basada en derechos humanos, sino en el pánico electoral y empresarial por ocultar la pobreza visible.”

Trump, migración y un Mundial entre tensiones

La reaparición de Donald Trump en la presidencia de EE. UU. añade una capa alarmante de tensión. En junio impuso restricciones de viaje a 12 países, reforzando la narrativa de exclusión. En este contexto, ¿quién garantiza que los trabajadores migrantes o incluso los turistas no serán detenidos o hostigados durante el evento?

En Miami, una inspección de la Guardia Costera en un evento del Mundial de Clubes, en la que participó un agente de la Patrulla Fronteriza, generó protestas. Jeff Mitchell, presidente de AFL-CIO en el sur de Florida, lo resume sin rodeos: “No hay garantía de que no haya agentes de inmigración apostados en los estadios del Mundial.”

Trabajadores invisibles

Uno de los ejes del marco de derechos humanos de FIFA es la protección de los trabajadores, incluidos los migrantes, quienes componen buena parte de la fuerza laboral en construcción, logística y servicios para este Mundial.

Sin embargo, como señala Mitchell, “FIFA deja la implementación en manos de los comités locales, que no tienen incentivos ni presión para actuar. Al final, todos buscan su ganancia y se olvidan de los derechos.”

En ciudades como San José, se están imponiendo políticas de arresto por negarse a aceptar refugios temporales. En palabras del alcalde: “Servirá para alentar a las personas a mudarse a espacios interiores.” Traducción: criminalizar a los que el sistema ha dejado fuera.

¿Quién rinde cuentas?

La esencia del problema es la falta de mecanismos vinculantes para que FIFA realmente garantice cumplimientos. Su política de derechos humanos, publicada en 2017, exige a los anfitriones respetar estándares laborales de la OIT, pero deja escasa fiscalización.

La propia Organización Internacional del Trabajo reconoció que el marco de FIFA es un avance. Pero si no se aplica, su beneficio es tan real como el trofeo de utilería que se pasa por los estadios antes del pitazo inicial.

El caso más extremo lo ofrece Arabia Saudita, sede del Mundial 2034, contra la cual abogados han presentado denuncias formales por violaciones sistemáticas de derechos humanos contrarias a la política que FIFA promete. Aun así, la elección se mantiene firme.

Iniciativas positivas… pero aisladas

No todo es desesperanza. En Seattle, el comité organizador local y el sindicato central de trabajadores firmaron un acuerdo de estándares laborales que podría servir como modelo. Atlanta está desarrollando una aplicación para reportar abusos en tiempo real y herramientas de accesibilidad para personas con capacidades distintas.

Deborah Greenfield, experta en derechos laborales que asesora a FIFA en este proyecto, mantiene una visión optimista: “No me habría unido a este esfuerzo si creyera que no existe una intención genuina de promover los derechos humanos.”

Por su parte, Candace Stanciel, jefa de equidad de Atlanta, recuerda que antes de FIFA, la ciudad ya trabajaba en combatir el tráfico humano y mejorar condiciones en aeropuertos y hoteles. ¿Pero cuánto de esto responde a una estrategia integral y cuánto es iniciativa individual?

¿Y después del último silbatazo?

La verdadera medida de éxito no estará en los goles marcados ni en la infraestructura levantada. Estará en si este megaevento dejó un legado real de inclusión, equidad y justicia laboral. O si, como tantas veces, se quedará en una vitrina polvorienta junto al balón oficial y las camisetas usadas por celebridades.

La pelota está en la cancha de FIFA. Y más vale que el árbitro, esta vez, sea la sociedad civil.

Fuentes:

  • FIFA.com
  • O’Neill Institute for National & Global Health Law
  • International Labour Organization (ILO)
  • Coalición Dignity 2026
  • AFL-CIO South Florida
Este artículo fue redactado con información de Associated Press