La batalla por el nombre de Legacy High School: identidad, memoria y una comunidad dividida
En Midland, Texas, un conflicto por el nombre de una escuela secundaria trasciende las aulas y enfrenta legado, racismo, política y deporte
Una decisión con nombre propio
Pocas decisiones parecen tan intrascendentes como el nombre de una escuela. Pero cuando ese nombre es Robert E. Lee, general del ejército confederado, símbolo de la resistencia contra la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, todo cambia. En Midland, Texas, la posibilidad de revertir el cambio de nombre de Legacy High School para devolverle su antigua denominación, Midland Lee, ha desatado una profunda controversia social, política y emocional.
En esta localidad del oeste texano, donde el petróleo y el fútbol americano dominan el paisaje cultural, un nombre se ha convertido en epicentro de tensiones raciales, ideológicas y de identidad comunitaria.
De Lee a Legacy: el cambio que simbolizó un avance
La escuela fue fundada en 1961 bajo el nombre Robert E. Lee High School, en un momento en que la decisión se interpretó como respuesta velada a los mandatos de la Corte Suprema para la desegregación escolar. Daniel Harris, teólogo e investigador local, subraya que el nombre original fue concebido como «una bofetada a la igualdad».
En 2020, impulsados por el movimiento Black Lives Matter tras el asesinato de George Floyd y otras movilizaciones por la justicia racial, el consejo escolar de Midland votó por cambiar el nombre. El nuevo nombre, Legacy High School, representó para muchos un símbolo de esperanza, inclusión y renovación.
Se presentó incluso una propuesta creativa: Legacy of Equality and Excellence (L.E.E.). Aunque fue rechazada por mantener el acrónimo ligado al pasado, sirvió de ejemplo del deseo comunitario de mantener algún puente simbólico entre la historia y el presente.
La contrarreforma: aire retrógrado en 2024
Sólo cuatro años después, un nuevo consejo escolar amenazó con revertir aquella victoria simbólica. El vicepresidente del Distrito Escolar Independiente de Midland, Josh Guinn, proclamó el 4 de julio de 2024 —una fecha altamente simbólica— su intención de devolver el nombre original a la escuela.
Para Guinn, según palabras suyas recogidas en documentos públicos, Lee representa «un legado patriótico que nos une» y «una fuente de orgullo común». Sin embargo, la postura divide a la comunidad escolar, especialmente entre antiguos estudiantes, padres de familia y líderes cívicos afroamericanos que interpretan el gesto como un retroceso histórico cargado de simbolismo racial.
Impacto en la vida estudiantil
La familia Mayberry encarna el debate en su forma más personal. La madre, La’Toya Mayberry, cuyo orgullo y esfuerzo por insertar a sus hijas —Aniyah y Erinn— en un sistema escolar inclusivo, se siente traicionada por la propuesta de Guinn.
“Mi hija está representando a esta escuela en competencias fuera de Midland. ¿Qué mensaje le envía que quieran restaurar un nombre vinculado con la supremacía blanca?”, se preguntó La’Toya.
Sus hijas son alumnas destacadas, en deportes y en lo académico. Aniyah incluso obtuvo certificaciones como asistente de enfermería y flebotomista antes de iniciar la universidad. Ambas trabajan en el centro de cuidado infantil familiar. La amenaza de regresar a una denominación asociada históricamente a la esclavitud pone en duda la continuidad de su estancia en la institución.
¿Identidad escolar o nostalgia Confederada?
Los defensores del antiguo nombre insisten en separar su significado del legado esclavista. Tim Lirley, exalumno y padre de familia, afirma: «Todos queríamos ser 'Lee Rebels'. No por Robert E. Lee, sino porque representaba generaciones de esfuerzo y triunfo deportivo». Para él y otros, cambiar el nombre atenta contra la identidad cultural de la escuela, cuya figura de rebeldía fue transformada —tras 2020— en un soldado de la Revolución Americana y no de la Confederación.
No obstante, voces como la del concejal John Norman, también exalumno, consideran imperdonable volver al nombre original.
“Es más grande que el fútbol”, dijo Norman. “Y es una bofetada a los afroamericanos querer devolverle ese nombre”.
El trasfondo histórico: la Confederación nunca se fue
Texas alberga, según el Southern Poverty Law Center, al menos 40 escuelas que continúan llevando nombres asociados con la Confederación. La razón oficial para conservarlos suele basarse en tradiciones, legados deportivos u orgullo local. Sin embargo, para críticos como el educador retirado John McAfee, aceptar “pequeñas cosas” como un simple nombre perpetúa una narrativa excluyente y racista en lo cultural.
El ex presidente del consejo escolar, Rick Davis —quien también fue dirigente republicano y estratega local para George W. Bush— fue uno de los impulsores del cambio original. Su defensa férrea del nuevo nombre le ha ganado el desprecio de sectores conservadores, quienes lo tildan de “liberal despierto”.
“No hay nada patriótico en lo que hizo Robert E. Lee”, dijo Davis. “Traicionó su juramento a la Unión para defender la esclavitud. Eso está mal”.
Consecuencias económicas del vaivén
El cambio de nombre en 2020 costó casi 2 millones de dólares al distrito escolar. Volver a cambiarlo podría costar otros 20,000 dólares, según cálculos iniciales. Más allá del gasto, es la incertidumbre institucional la que preocupa a familias como la de los Mayberry.
En sectores con bajos recursos o limitadas opciones escolares, el drama del nombre no es una abstracción ideológica: afecta directa y emocionalmente. Cambiar de escuela para Erinn, aún en secundaria, implicaría inhabilitación para competir en baloncesto por políticas del distrito. Su familia, comprometida con su formación deportiva y académica, valora cada decisión como esencial en un camino de futuro.
Polarización política y memoria selectiva
Mientras el expresidente Donald Trump impulsa desde su retorno a la Casa Blanca una agenda para restaurar monumentos y nombres confederados eliminados durante la era de Biden, debates como el de Midland reflejan una guerra cultural silenciosa pero activa en muchas ciudades estadounidenses.
El caso de Fort Hood, ahora restaurado por orden presidencial pese a haber sido cambiado a Fort Cavazos en honor a un veterano latino de la Primera Guerra Mundial, es otro ejemplo del retroceso simbólico que la derecha nacionalista promueve bajo la bandera del “patriotismo tradicional”.
¿Qué representa un nombre?
Para muchos, nombres y símbolos escolares están ligados al orgullo local. Pero en Estados Unidos, un país cuya historia está profundamente marcada por esclavitud y segregación, esos mismos nombres condensan heridas abiertas nunca del todo curadas.
Para quienes buscan justicia histórica —como la familia Mayberry, el concejal Norman o el académico Harris—, devolverle a una escuela el nombre de un general confederado es como abrir la puerta al negacionismo y al blanqueamiento del pasado.
Para quienes como Lirley ven en 'Lee' una marca de identidad y herencia futbolística, el nombre representa continuidad y comunidad. Pero incluso entre sus filas, hay quienes proponen una solución intermedia: una consulta pública vinculante. Permitir que toda la comunidad, y no un reducido consejo escolar, decida.
Una comunidad al borde del colapso simbólico
Una semana antes de la votación, familias de ambos lados del espectro consideraban retirar a sus hijos del colegio. La tensión se extendía a redes sociales, reuniones vecinales y templos, revelando un tejido cívico desgarrado por lo que debería unir: la educación.
Aunque sus razones difieren, tanto La’Toya Mayberry como Tim Lirley plantean una misma premisa trágica: si el nombre no los representa, retirarán a sus hijos.
El voto pendiente y una incógnita social
Mientras se acerca la sesión del consejo escolar, la incertidumbre reina en Midland. ¿Podrá una comunidad avanzar sin quedar atrapada entre las grietas de su pasado? ¿Es posible mantener el orgullo regional sin revivir símbolos de opresión?
La respuesta importará más allá de Texas. En un país donde aún arden conflictos pendientes de la Guerra Civil, donde la memoria puede ser arma y bálsamo, el nombre de una escuela puede enseñarnos —o negarnos— una lección sobre el poder de cambiar.