Trump, Pekín y el nuevo capítulo de la guerra comercial: ¿Regresamos a los aranceles extremos?
Tras la pausa de 90 días, el mundo contiene el aliento ante una posible reactivación del choque económico entre EE.UU. y China
Un reloj que avanza: Finaliza la tregua arancelaria
Este martes marca el vencimiento de una prórroga crucial: la pausa de 90 días impuesta sobre el aumento de aranceles entre Estados Unidos y China. Desde que Donald Trump anunció una suspensión temporal el pasado mayo, los mercados se han mantenido en relativa calma. Sin embargo, la falta de definición hasta la fecha ha encendido las alarmas en la comunidad empresarial e inversionistas mundiales.
Oficialmente, no existe confirmación sobre si Trump, actual virtual líder del Partido Republicano y exmandatario con posibilidades reales de regresar a la Casa Blanca, mantendrá la suspensión o reactivará los aranceles de hasta 245% a productos chinos. La Casa Blanca guarda silencio, lo mismo que Pekín. El limbo genera incertidumbre a escala global.
Un juego de presiones: Trump, fentanyl y el déficit comercial
De acuerdo con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, Trump baraja opciones. Una de ellas implicaría prorrogar otros 90 días para apuntalar un posible acuerdo que fije los aranceles en niveles más estables, alrededor de un 50% general para la mayoría de los productos.
El trasfondo va más allá del comercio. La Casa Blanca ha vinculado parte del conflicto a la crisis del fentanilo. Según Washington, China no ha cooperado lo suficiente en el combate al tráfico de esta droga letal, por lo que se justificaría imponer hasta un 20% adicional en productos relacionados con industrias químicas.
Sin embargo, la motivación principal, repetida desde 2018, sigue siendo el desequilibrio comercial. Según datos del US Census Bureau, el déficit de bienes con China alcanzó los $382.9 mil millones en 2022. Aunque en julio de este año se registró un retroceso del 21%, producto del enfriamiento del mercado chino, la presión se mantiene.
China: economía frágil pero aún dominante
Mientras tanto, Pekín enfrenta su propia tormenta. Con una economía que intenta recomponerse tras la pandemia y el colapso de varios gigantes inmobiliarios como Evergrande, el gigante asiático tiene poco margen para ceder fácilmente. La desaceleración del consumo interno, un mercado laboral precarizado con millones de trabajadores "gig" y bancarrota de empresas medianas afecta su estabilidad.
En palabras del analista Wang Xin del Beijing Institute for Economic Development: “Elevar aranceles podría provocar más cierres fabriles en zonas como Shandong o Guangdong, donde ya existen tensiones sociales”.
Aun así, China sigue teniendo cartas fuertes. Estados Unidos depende de sus importaciones para múltiples sectores críticos:
- Electrónica de consumo y chips básicos
- Baterías de vehículos eléctricos
- Componentes para turbinas eólicas
- Rare earths - Tierras raras
Consciente de ello, el gobierno del presidente Xi Jinping ha optado por el silencio estratégico. Pero no se descarta una represalia similar a 2019, cuando impuso aranceles de hasta el 125% en respuesta a los de EE.UU.
Impacto global: nadie gana en una guerra comercial
La tensión no es bilateral. La disputa China-EE.UU. representa un riesgo sistémico para la economía mundial. Oxford Economics advierte que la falta de certeza ha frenado inversiones. “Estamos viendo una fase extendida de espera tanto en manufactura como en contratación laboral”, plantea su último informe.
Los sectores más propensos a sufrir:
- Proveedores de materias primas: cobre, litio y petróleo
- Comercio marítimo y cadenas de suministro globales
- Mercados bursátiles en Asia, Europa y América Latina
Una escalada arancelaria no sólo impulsará una inflación global, sino que podría agravar crisis alimentarias en regiones dependientes de la maquinaria importada desde Asia o fertilizantes procedentes de EE.UU.
Relaciones geopolíticas en juego
El comercio entre potencias no ocurre en el vacío. En una reciente transmisión en Fox News, el vicepresidente JD Vance dejó entrever que Trump considera castigar económicamente a China por su compra sostenida de petróleo ruso. En palabras de Vance: “No hay decisiones firmes, pero Beijing ha cruzado muchas líneas últimamente”.
Con la guerra en Ucrania como telón de fondo, y el acercamiento militar de China con Rusia —incluido un ejercicio naval conjunto en el mar de Japón—, la inclinación proteccionista de EE.UU. se entrelaza con el ajedrez diplomático global.
Rusia, que mantiene a flote su economía con ventas a Asia, podría beneficiarse de un mayor distanciamiento entre las dos superpotencias occidentales.
¿Un posible encuentro entre Xi y Trump?
Dando un respiro a la tensión, Trump sugirió que podría reunirse con Xi Jinping a finales de este año. Si bien esto ofrecería posibilidades para acercamientos, muchos expertos temen que se convierta simplemente en un episodio simbólico.
Recordemos que en 2019, tras una escalada de aduanas, ambos líderes se reunieron en el G20 en Osaka, pero sin resultados duraderos.
“La historia reciente nos dice que ningún gesto público ha resultado en cambios económicos profundos, mientras persista la batalla hegemónica”, sostiene Emily Lee, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Toronto.
Un mundo en vilo: el futuro inmediato
Por ahora, Estados Unidos mantiene aranceles del 10% base y un 20% adicional por motivos sanitarios. China mantiene sus tarifas en un 30% para productos norteamericanos. Pero si fracasa el último intento de extensión, se activarán tarifas del 245% y 125%, en EE.UU. y China respectivamente.
La realidad es que ningún país sale ileso. Las clases medias pagarán más por bienes esenciales. Las pequeñas y medianas empresas verán reducidos sus márgenes. Y los mercados financieros responderán con volatilidad.
¿Emergerá de esta tensión una nueva arquitectura comercial? ¿Se fortalecerán los acuerdos multilaterales frente al proteccionismo de las grandes potencias? ¿O simplemente nos dirigimos a un nuevo ciclo de desacuerdos crónicos y guerras de tarifas?
De momento, el silencio desde Washington y Pekín deja una sola certeza: nos encontramos ante una inminente redefinición del orden comercial internacional, con sus consecuencias aún por observar.