De Gaza a Sudán del Sur: el polémico plan de Israel que enciende alarmas internacionales
La propuesta de trasladar a palestinos de un territorio devastado a otro plantea interrogantes sobre derechos humanos, diplomacia y desplazamiento forzoso
Un éxodo en discusión
Israel está en conversaciones con Sudán del Sur para la posible reubicación de palestinos del conflicto de Gaza a este país africano, asolado también por la guerra y el hambre. Una iniciativa que ha encendido múltiples alarmas tanto en la comunidad internacional como en organizaciones de derechos humanos.
La idea no es nueva. Desde que comenzó la ofensiva militar israelí contra Hamas tras los ataques del 7 de octubre de 2023, el gobierno de Benjamin Netanyahu ha planteado "la migración voluntaria" como una forma de resolver lo que considera un problema de seguridad nacional. Sin embargo, muchos analistas y organismos internacionales ven en esta narrativa eufemismos de una expulsión forzosa, algo que violaría el Derecho Internacional Humanitario.
¿Por qué Sudán del Sur?
Sudán del Sur emergió como nación independiente en 2011 tras décadas de conflicto con el norte musulmán, dominado por el gobierno de Jartum. Pero la independencia no trajo paz: el país cayó rápidamente en una guerra civil que ha dejado más de 400,000 muertos y ha sumido a gran parte del territorio en el hambre y la pobreza. Hoy, depende de la ayuda internacional para alimentar a su población de 11 millones.
Entonces, ¿qué gana Israel con colocar su mirada allí? Según el lobbista estadounidense Joe Szlavik, contratado por Juba para mejorar sus relaciones con Washington, Sudán del Sur está buscando eliminar sanciones impuestas por Estados Unidos y atraer asistencia financiera. Acercarse a Israel podría ayudarle con dicha agenda.
“Sudán del Sur necesita cualquier aliado, ganancia financiera y seguridad diplomática que pueda conseguir” — Peter Martell, autor del libro “First Raise a Flag” sobre la independencia del país.
Un traslado que despierta críticas globales
La propuesta ha sido rechazada firmemente por grupos palestinos, Egipto —vecino de Gaza—, y abogados de derechos humanos. Temen que este plan sirva como fachada para una limpieza étnica y el desmantelamiento definitivo de la causa palestina.
“No vamos a permitir ningún plan de reubicación, temporal o permanente, de habitantes de Gaza fuera del territorio palestino”, dijo un alto funcionario egipcio al tanto del tema.
Además de Sudán del Sur, se ha informado que Israel ha probado suerte con Somalia, Sudán y Somaliland, ofertas que tampoco parecen haber prosperado. Las gestiones, muchas veces encubiertas, han ido de la mano de intereses geopolíticos y favores diplomáticos.
Un país con sus propios fantasmas
Sudán del Sur no es ajeno a la asistencia de Israel. Durante su lucha por la independencia, se reporta que el Mossad proporcionó apoyo logístico y material a los rebeldes. Sin embargo, eso no significa que la sociedad vea con beneplácito recibir a miles de palestinos.
“Sudán del Sur no debería convertirse en un basurero de personas, ni aceptar ser usado como ficha de cambio en negociaciones internacionales”, aseguró Edmund Yakani, líder de una organización civil en Juba. Sus palabras reflejan un sentimiento generalizado entre una población que ya enfrenta pobreza, tensiones étnicas y desconfianza hacia los musulmanes, tras décadas de guerra religiosa.
Un contexto éticamente complejo
Desde el inicio del conflicto actual, más del 80% de la población de Gaza ha sido desplazada. El área se enfrenta hoy a niveles de destrucción sin precedentes: más de 61,000 muertos, según el Ministerio de Salud de Gaza, el cual, aunque vinculado a Hamas, es considerado una fuente válida por organismos internacionales como la ONU. Cerca del 50% de las víctimas son mujeres y niños.
Además, se reportan casos crecientes de muertes por inanición. Según reportes, 121 adultos y más de 100 menores han fallecido por causas relacionadas con malnutrición, en una situación que la ONU califica como emergencia humanitaria de nivel catastrófico.
La peligrosa narrativa de la “migración voluntaria”
El término “migración voluntaria” ha sido utilizado por Netanyahu y miembros de su gabinete para justificar el desplazamiento masivo. Sin embargo, cuando las opciones que se presentan son morir en guerra o migrar a zonas igualmente devastadas, la voluntariedad se vuelve cuestionable.
Las normas del Derecho Internacional Humanitario, incluidas las de la Convención de Ginebra, prohíben expresamente el traslado forzoso de poblaciones bajo ocupación. Muchos expertos consideran que estos planes equivaldrían a violaciones sistemáticas de tales acuerdos.
Tal como apuntó el historiador y activista Rashid Khalidi: “Expulsar a los palestinos de Gaza en nombre de su seguridad es una estrategia con ecos oscuros: limpieza étnica disfrazada de ayuda humanitaria”.
¿Qué dicen los palestinos?
Incluso aquellos que desean dejar Gaza temporalmente difícilmente aceptarían un desplazamiento a lugares como Sudán del Sur. Primero, porque temen nunca poder regresar, facilitando una potencial anexión de Gaza por parte de Israel y la restitución de antiguos asentamientos judíos. Segundo, por el horizonte incierto que recibir en un estado colapsado implicaría.
“Preferimos morir en Gaza que ser exiliados para nunca volver” — Zeinab Awad, madre palestina de tres niños refugiada en Rafah.
Sin garantías internacionales, sin marcos legales y en un contexto de guerra, pareciera que la solución del traslado implica más problemas que soluciones.
¿Y Estados Unidos?
Mientras que la administración Biden ha tomado distancia pública del tema, el precedente del gobierno de Donald Trump es clave. Trump propuso en 2020 un plan llamado “Peace to Prosperity” que, entre otros puntos, proponía el reasentamiento de refugiados palestinos en terceros países. Aunque esta agenda pareció enfriarse, con la nueva campaña presidencial en curso, la idea ha resurgido en círculos diplomáticos conservadores.
El Departamento de Estado ha aclarado que no forma parte directamente de las conversaciones, aunque sigue de cerca la situación humanitaria tanto en Gaza como en Sudán del Sur.
Un equilibrio peligroso
Esta propuesta —trasladar a los palestinos de las ruinas de Gaza a los campos de refugiados de uno de los países más inestables del mundo— expone la falta de soluciones reales que no impliquen sacrificar derechos humanos o principios básicos del Derecho Internacional.
Es el reflejo de un mundo donde la diplomacia se mide más por conveniencia que por valores. Donde los “desalojados de siempre” son moneda de cambio en las mesas de negociación.
Y sobre todo, es el recordatorio de que sin justicia, sin reparación y sin garantía de retorno, no existe migración verdaderamente voluntaria.