Reescribiendo la Historia: El Control Cultural del Gobierno Trump sobre el Smithsonian

Una mirada crítica a la presión política sobre las instituciones culturales de EE.UU. en nombre del ‘excepcionalismo americano’

La batalla por la narrativa nacional

El bicentésimo quincuagésimo aniversario de Estados Unidos está a la vuelta de la esquina, y mientras muchos preparan celebraciones patrióticas, el presidente Donald Trump ha decidido emprender una cruzada ideológica con uno de los objetivos más insólitos: los museos del Smithsonian Institution. En un llamado a "restaurar la confianza en nuestras instituciones culturales compartidas", la Casa Blanca ordenó una revisión exhaustiva de todo contenido público en los museos Smithsonian, con el objetivo de alinear su narrativa con los valores que el presidente considera representativos de la historia de EE.UU.

Decretos presidenciales y museología

La orden incluye exposiciones, redes sociales, textos y materiales educativos. Según la carta enviada al secretario del Smithsonian, Lonnie Bunch III, el objetivo es eliminar “narrativas divisivas o partidistas" y promover una interpretación que resalte el "excepcionalismo americano". Esta medida surge tras una serie de iniciativas similares impulsadas desde la administración Trump, como la orden ejecutiva de marzo titulada "Restaurar la Verdad y la Cordura a la Historia de Estados Unidos".

En dicha orden, se acusaba a museos como el National Museum of African American History and Culture de promover “ideologías centradas en la raza” y se exigía la remoción de ideologías inapropiadas. Todo esto bajo el argumento de luchar contra la “división” social, aunque muchos críticos ven en ello una forma de censura e imposición de una versión oficial del pasado.

El Smithsonian responde: ciencia, historia y libertad

Frente a este embate, la institución respondió con una postura diplomática pero firme: “Estamos comprometidos con la excelencia académica, la investigación rigurosa y una presentación precisa y objetiva de la historia”. Aseguran que revisarán la carta conservando esos principios y colaborarán de manera constructiva con las autoridades.

Sin embargo, la presión es real. Ya se ha documentado la remoción de elementos como las referencias a los dos juicios políticos del presidente Trump en una exposición sobre la presidencia estadounidense. Aunque el Smithsonian dice que estas referencias eran temporales, activistas y académicos denuncian que hay una erosión progresiva del compromiso con la pluralidad narrativa y la historia crítica.

Museos en la mira: ¿neutralidad o propaganda?

La fase inicial de esta revisión afectará a ocho museos emblemáticos del Smithsonian:

  • Museo Nacional de Historia de EE.UU.
  • Museo Nacional de Historia Natural
  • Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana
  • Museo Nacional del Indio Americano
  • Museo Nacional del Aire y el Espacio
  • Museo de Arte Americano del Smithsonian
  • Galería Nacional de Retratos
  • Museo y Jardín de Esculturas Hirshhorn

La orden estipula que en 30 días deben presentarse los materiales actuales y los borradores de futuras exposiciones, y en 120 días, se deberán aplicar “acciones correctivas”. Eso incluye la sustitución de lenguaje divisivo por descripciones históricamente precisas y constructivas, según los términos de la Casa Blanca.

El revisionismo histórico presidencial

No es la primera vez que Trump intenta controlar las instituciones culturales: su administración destituyó a toda la Junta de Fideicomisarios del Centro Kennedy y lo reemplazó con simpatizantes políticos, además de autoproclamarse como presidente del mismo. Asimismo, prometió eliminar presentaciones artísticas de drag queens, indicando el deseo de dirigir personalmente la programación cultural.

Estos actos reflejan el avance de una política cultural autoritaria, donde se busca imponer una narrativa oficial que excluye otras voces —particularmente las de las comunidades afroamericanas, latinas, indígenas o LGBTQ+—. En el caso del museo de historia afroamericana, el foco que la administración Trump le ha dado ha levantado acusaciones de racismo institucional, al tratar de reducir el protagonismo de los aportes y las luchas de los estadounidenses negros.

La ley y la memoria: la Posse Comitatus como advertencia histórica

El intento de controlar la narrativa histórica no es aislado. Encontramos paralelismos con otras acciones de la administración, como el uso de tropas bajo la Insurrection Act, sorteando la Posse Comitatus Act —una ley de 1878 que prohíbe a las fuerzas armadas realizar labores policiales dentro del país. De hecho, varias veces se desplegó la Guardia Nacional en ciudades como Los Ángeles o Washington con presuntas justificaciones de seguridad, pero sin una evidente amenaza que lo avalara.

Estas acciones muestran un patrón sistemático en la concentración de poder y la manipulación de instituciones civiles. La memoria histórica es una poderosa herramienta de identidad nacional, y al redefinirla desde la presidencia se corre el riesgo de convertir los museos en instrumentos de propaganda gubernamental.

Una advertencia desde la academia

Expertos como William C. Banks de la Universidad de Syracuse y Steve Vladeck de Georgetown han advertido que el espíritu del Posse Comitatus, y por extensión, la autonomía institucional, proviene del miedo fundacional estadounidense al poder militar sin límites. Hoy, sin ejércitos en las salas de museos, la nueva ofensiva es ideológica.

En palabras de Vladeck: “No hay precedentes autoritativos sobre hasta dónde puede llegar el poder presidencial en estos temas… y eso hace que esta situación sea especialmente preocupante”.

¿Qué historia queremos contar?

La historia no es estática. Está compuesta de perspectivas múltiples, voces olvidadas y revisiones constantes a medida que las sociedades cambian su filosofía, moral y valores. Al imponer una versión única, el gobierno de Trump ignora esa riqueza y pretende sustituirla por una narrativa simplificada y nacionalista. ¿Dónde queda el aprendizaje crítico en una historia sin sombras?

La historia debe ser incómoda para poder educar. La esclavitud, la represión indígena, la lucha por los derechos civiles, la segregación, los abusos del poder: todo eso también es la historia de EE.UU., y borrarla es, en esencia, negar quiénes somos.

Al final, no se trata de izquierda o derecha. Se trata de algo mucho más profundo: la integridad de la memoria colectiva. En tiempos donde las verdades parecen moldearse al antojo del poder, defender la independencia de las instituciones culturales es un imperativo democrático ineludible.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press