Bajaur y el eterno conflicto: entre morteros, desplazados y silencio oficial

La reciente ofensiva del ejército paquistaní en la región fronteriza con Afganistán revive antiguos demonios de guerra, desplazamientos masivos y una espiral de violencia que parece no tener fin.

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En la remota región de Bajaur, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, al noroeste de Pakistán, la historia parece repetirse con una puntualidad trágica. El martes por la noche, una madre y sus dos hijos murieron cuando un mortar impactó su vivienda en el pueblo de Mamund. Aún no se ha confirmado la autoría del ataque. Mientras tanto, otros dos civiles resultaron heridos en un incidente similar, solo un día antes.

Este tipo de tragedias, lamentablemente, son frecuentes en zonas donde la línea entre insurgentes y fuerzas de seguridad se diluye entre montañas, represión, reclamos tribales e intereses geopolíticos. El ejército paquistaní ha comenzado una nueva operación militar en Bajaur, asegurando que se trata de una ofensiva dirigida contra militantes del Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), también conocido como Talibanes Pakistaníes.

El regreso del TTP y la sombra de Afganistán

Desde la toma del poder por los talibanes afganos en Kabul en 2021, el TTP ha encontrado en Afganistán un santuario estratégico desde el cual reorganizarse y lanzar nuevas ofensivas. Aunque el TTP es una entidad distinta de los talibanes afganos, comparten raíces ideológicas y vínculos históricos que los convierten en aliados naturales.

Según un informe del International Crisis Group, desde 2022 cientos de militantes del TTP han cruzado la frontera de regreso a Pakistán, particularmente a Bajaur, con el fin de lanzar ataques contra posiciones militares y gubernamentales paquistaníes.

Desplazamiento forzado y crisis humanitaria

La más reciente ofensiva en Bajaur ya ha generado consecuencias humanitarias profundas. Las autoridades admiten que más de 25,000 familias, lo que equivale a aproximadamente 100,000 personas, se han visto obligadas a abandonar sus hogares. Algunas de estas personas ahora viven en edificios gubernamentales, mientras que muchas otras han sido acogidas por familiares en zonas más seguras.

En medio de un toque de queda parcialmente levantado este miércoles, los ciudadanos de Mamund y otras localidades aprovecharon para comprar víveres y artículos de primera necesidad. Pero las tensiones siguen ardiendo bajo la superficie. Los cuerpos de la madre y sus dos hijos aún no han sido enterrados. Los aldeanos, indignados por la falta de claridad y justicia, se niegan a realizar los funerales sin una investigación oficial y respuestas claras.

"No entienden el daño que están haciendo. No somos combatientes. Solo queremos vivir en paz", relató a medios locales Mohammad Khalid, uno de los líderes vecinales de Mamund.

Silencio oficial, ruido ciudadano

Hasta el momento, ni el gobierno provincial ni el ejército han emitido una declaración pública sobre las muertes civiles. Este silencio frente a la tragedia no solo exacerba el dolor de la comunidad afectada, sino que también alimenta un clima de desconfianza y resentimiento.
El gobierno había justificado el inicio de la ofensiva de Bajaur debido al presunto fracaso de los esfuerzos de líderes tribales para expulsar a los insurgentes de la región. Esta estrategia de delegar seguridad a los clanes locales puede sonar pragmática, pero evidencia también la fragilidad institucional de la región.

Bajaur: en el centro de un conflicto crónico

Esta no es la primera vez que Bajaur es escenario de operaciones militares. En 2009, una campaña de gran escala también tuvo lugar para expulsar al TTP de la región. Aunque se proclamó el éxito de la operación, los resultados a largo plazo muestran otra realidad: los grupos insurgentes simplemente se replegaron, esperando una nueva oportunidad para resurgir.

La persistencia del TTP en el panorama paquistaní tiene un trasfondo complejo. La organización nació en 2007 como una fusión de varios grupos militantes del noroeste de Pakistán. Desde entonces, ha logrado realizar más de mil ataques, siendo uno de los más recordados el asalto a la escuela en Peshawar en 2014, donde murieron 147 personas, la mayoría niños.

Impacto regional: ¿una guerra interminable?

Pakistán se encuentra en una posición geopolítica difícil. La porosidad de la frontera con Afganistán, las tensiones internas con grupos étnicos como los pastunes, la crisis económica y la falta de cohesión política convierten a zonas como Bajaur en territorios particularmente vulnerables. Además, la creciente hostilidad entre facciones tribales, las milicias y el Estado amplifican el desgaste social.

A nivel internacional, no se ha generado una respuesta clara sobre estos últimos desplazamientos. El sur de Asia continúa siendo un escenario ignorado en muchas agendas diplomáticas, a menos que afecte intereses inmediatos de las grandes potencias. Mientras tanto, los desplazados de Bajaur forman parte de una generación que ha vivido múltiples desplazamientos desde la infancia.

Entre la insurgencia y el olvido

La historia de Bajaur encapsula el fracaso de múltiples estrategias de seguridad: desde la militarización puramente represiva, hasta el intento fallido de estabilización mediante pactos tribales. Las recientes muertes de inocentes, que se suman a una larga lista de víctimas civiles, muestran que no se ha aprendido lo suficiente del pasado.

Además, la continua presencia del TTP plantea preguntas urgentes: ¿Es sostenible una estrategia centrada casi exclusivamente en la fuerza bruta? ¿Quién protege a las comunidades que quedan atrapadas entre dos fuegos? ¿Puede Pakistán permitirse otra pérdida generacional más?

Mientras estas preguntas siguen sin respuesta, la gente de Mamund sigue llorando a sus muertos, sin justicia ni seguridad. En un rincón alejado del mapa mundial, otra familia ha sido quebrada por una guerra que parece no tener fin.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press