El ajedrez geopolítico de Trump: ¿puede realmente terminar la guerra en Ucrania?

Entre promesas grandilocuentes, cambios de postura y tensiones con Zelenskyy y Putin, la segunda presidencia de Trump enfrenta su prueba más compleja

Trump y la promesa de paz en 24 horas

Durante su campaña electoral para regresar a la Casa Blanca, Donald Trump repitió incansablemente su promesa: acabar la guerra en Ucrania en solo 24 horas. Una afirmación que muchos consideraron irrealista, otros temeraria y varios, peligrosamente simplista. Hoy, ya en su segundo mandato y frente a una guerra que ha escalado sin freno desde 2022, Trump se enfrenta a una realidad que contradice sus palabras.

Un giro discursivo entre Putin y Zelenskyy

En enero, al asumir nuevamente la presidencia, Trump mostró una actitud conciliadora hacia Vladimir Putin, afirmando conocerlo bien y confiar en que juntos podrían negociar la paz. "Nos llevamos muy bien", dijo en una conferencia desde el Air Force One. Sin embargo, esta visión amistosa ha mutado gradualmente hacia un tono de frustración e incluso acusaciones indirectas.

Luego de múltiples ataques rusos con drones y misiles sobre Ucrania en meses recientes —tan solo en junio murieron 232 civiles y más de 1,300 resultaron heridos, según la ONU—, Trump declaró en julio: “Estoy muy decepcionado con el presidente Putin... dice cosas hermosas y luego bombardea por la noche”.

El drama de Zelenskyy y la política del látigo y la zanahoria

En contraste con su cercanía inicial a Putin, Trump mantuvo una postura agresiva hacia Volodymyr Zelenskyy al comenzar su mandato. Lo llamó dictador sin elecciones y le recriminó públicamente su supuesta falta de gratitud hacia EE.UU. durante una tensa reunión en la Casa Blanca que fue transmitida a nivel mundial y que canceló el resto de la visita oficial del presidente ucraniano.

No obstante, en cuestión de meses, Trump mostró signos de suavización. Durante una cumbre de la OTAN en La Haya, mantuvieron una reunión privada sin tensiones visibles. Desde entonces, Trump ha contemplado la posibilidad de enviar sistemas de defensa Patriot a Ucrania, siempre y cuando sus provisiones puedan ser reabastecidas por sus aliados europeos.

Un summit en Alaska bajo la lupa

El próximo encuentro entre Trump y Putin, programado para celebrarse en Alaska, podría marcar un punto de inflexión. Trump ha declarado: “En los primeros dos minutos sabré si es posible llegar a un acuerdo”. Declaraciones audaces para una guerra que lleva tres años y medio y ha demostrado ser el conflicto más sangriento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

El lugar del summit no es un mero detalle. Al celebrarse en territorio estadounidense y no en Moscú o un país neutral, Trump busca proyectar liderazgo, pero también podría ser interpretado como una presión diplomática hacia el Kremlin.

Política de presión: sanciones y amenazas

La administración Trump ha coqueteado con una política de coerción económica. Ha hablado de imponer “aranceles secundarios” a los socios comerciales de Rusia si Putin no accede a negociar la paz en 50 días. Esto incluye a países que se mantienen neutrales o han mantenido relaciones con Moscú, como China, India e incluso naciones latinoamericanas.

Además, Trump ha revivido el programa de cooperación militar con Europa para transferir armas hacia Ucrania, justificando esta decisión por el aumento de bajas tanto civiles como militares.

La guerra en cifras

  • Más de 10 millones de ucranianos han sido desplazados desde 2022.
  • Según el Ministerio de Defensa británico, más de 150,000 soldados rusos podrían haber muerto o sido heridos desde el inicio del conflicto.
  • El coste económico para Ucrania supera los 400 mil millones de dólares, según el Banco Mundial.
  • A pesar del apoyo armamentístico, la OTAN no ha intervenido directamente en territorio ucraniano.

¿Una solución bajo condiciones inaceptables?

Una de las propuestas que surgen en los debates internos de la Casa Blanca y Europa es la posibilidad de intercambios de tierra como parte de un potencial acuerdo de paz. Sin embargo, esta opción no solamente es impopular entre la población ucraniana, sino que también viola la constitución de Ucrania y el derecho internacional.

Trump ha sugerido que la legislación ucraniana no debería ser un obstáculo, diciendo: “Tienen permiso para ir a la guerra, pero no para negociar un intercambio de tierras”. Zelenskyy ha respondido que su carta magna prohíbe ceder territorios y que la integridad nacional no es negociable, especialmente después de la experiencia de Crimea en 2014.

Un desliz verbal o trasfondo ideológico

Las declaraciones de Trump sobre la supuesta falta de necesidad de procesos democráticos para decisiones territoriales han generado un debate profundo. ¿Se trata de una ignorancia constitucional, una táctica de presión o una visión pragmática extrema? Sus críticos, tanto demócratas como republicanos, temen que esta postura debilite la figura de EE.UU. como defensor del orden internacional basado en reglas.

La respuesta global

Aliados como Alemania, Francia y el Reino Unido han mantenido una política clara: no se puede premiar la agresión territorial. La canciller alemana Annalena Baerbock declaró recientemente que “la integridad territorial no se negocia; es la base de cualquier orden de paz”. En paralelo, la ONU ha emitido múltiples resoluciones exigiendo la retirada total de las fuerzas rusas de las zonas ocupadas.

Mientras tanto, en Estados Unidos, el Congreso ha mostrado divisiones. Algunos sectores republicanos apoyan la postura más transaccional de Trump. Otros temen que ceder ante Putin siente un peligroso precedente internacional que debilite la posición estadounidense en escenarios como Taiwán, Corea del Norte o Irán.

¿Un negociador maestro o un aprendiz sin brújula?

Trump ha fundamentado gran parte de su narrativa política en su capacidad como “negociador maestro”. Al observar su papel en la guerra de Ucrania, se observa una serie de vaivenes discursivos y diplomáticos que reflejan más pragmatismo político que una estrategia geopolítica clara.

Desde la amenaza a cortar la ayuda militar, hasta la promesa de apoyo con defensa aérea; desde llamar “dictador” a Zelenskyy hasta recibirlo cordialmente; desde halagar a Putin hasta decir que “está loco”; el zigzag diplomático de Trump complica aún más una guerra ya intrincada.

El camino hacia Alaska: ¿última oportunidad?

El summit entre Trump y Putin en Alaska será un evento clave para medir el real impacto que puede tener Estados Unidos en la resolución del conflicto. ¿Servirá para acercar posiciones o quedará como una más de las reuniones simbólicas que terminan sin avances concretos?

Mientras tanto, millones de ucranianos siguen bajo amenaza, con ciudades siendo bombardeadas, infraestructuras destruidas y un futuro incierto. Lo que ocurra en esa cumbre podría determinar no solo el curso de la guerra, sino también el legado internacional de la segunda presidencia de Donald Trump.

Como diría el propio Trump hace unos años: “Vamos a ver qué pasa”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press