El desastre de los $120 millones: el fracaso del programa de aulas frescas en Hawái
Un informe demoledor revela cómo una iniciativa para instalar aire acondicionado en las escuelas terminó en un caos millonario marcado por decisiones apresuradas, sistemas ineficientes y gastos sin control.
¿Qué fue la Iniciativa de Aulas Frescas?
En 2016, el exgobernador de Hawái, David Ige, anunció con bombo y platillo el lanzamiento de la “Cool Classrooms Initiative”, una propuesta ambiciosa que buscaba instalar sistemas de aire acondicionado en más de 1,000 aulas en las escuelas del estado antes de que terminara ese año. Una inversión de $100 millones respaldada por la legislatura estatal tenía como objetivo hacer frente a las altas temperaturas que, en muchos salones, superaban los 37 grados Celsius (100°F).
Sin embargo, según un reciente informe de la Oficina del Auditor Estatal, este programa se convirtió en un desastre financiero y logístico. Solo se lograron enfriar 838 aulas —ni siquiera la meta original— distribuidas en apenas 53 escuelas.
La trampa de la planificación apresurada
Uno de los principales hallazgos del informe es que la ejecución del proyecto se hizo bajo una presión política intensa, lo que llevó a una planificación deficiente y decisiones mal fundamentadas. No se definieron criterios claros para determinar qué aulas requerían con más urgencia los sistemas de aire acondicionado.
El resultado fue que muchas de las clases que recibieron instalaciones no estaban siquiera en las escuelas con mayores temperaturas, y se priorizaron aulas portátiles que eran más fáciles de equipar, incluso si ya estaban naturalmente ventiladas por los vientos alisios.
Un gasto incoherente: $125,000 por aula
El presupuesto del proyecto se disparó toscamente. El informe reveló que instalar los sistemas costó en promedio $125,000 por aula, una cifra astronómica para instalaciones que, según varios directores de escuelas, no aliviaron significativamente el calor.
Incluso con esta inversión colosal, algunos salones seguían alcanzando temperaturas intolerables. El Departamento de Educación (DOE) no ofreció documentación clara sobre cómo se gastó el dinero, lo que levantó serias dudas sobre la contabilidad y el control del proyecto.
Tecnología solar: una mala apuesta
Uno de los errores más costosos fue la decisión de utilizar sistemas de aire acondicionado alimentados por energía solar. Aunque la medida se presentó como ecológica y en línea con los objetivos de net zero del DOE para 2035, los sistemas resultaron ser técnicamente complejos, limitados en funcionalidad (solo funcionaban cinco horas al día) y costosos de instalar y mantener.
Para “mejorar” la eficiencia energética, el DOE también decidió sellar las ventanas tipo jalousie con plexiglás. Esto bloqueó el paso de los vientos naturales cuando el aire acondicionado no funcionaba, aumentando aún más el sofoco en las aulas.
Según el informe, muchos de estos sistemas están ya alcanzando el final de su vida útil, y su mantenimiento se ha convertido en una pesadilla logística y económica.
El misterio de los $105 millones
La falta de documentación apropiada fue otro problema crítico. El auditor estatal señaló que “cuanta más información obtenían del DOE y sus contratistas, menos claro era cuánto se gastó, dónde y en qué”.
El informe cifra el gasto final en alrededor de $105 millones, de los cuales más de $25 millones fueron a parar a empresas consultoras privadas encargadas del diseño del sistema, muchas de las cuales utilizaron tecnologías no estandarizadas. Estas disparidades hicieron casi imposible un seguimiento eficaz del mantenimiento o sustitución de sistemas.
Las responsabilidades diluidas en el DOE
Los constantes cambios en el personal a cargo del proyecto, incluyendo la retirada del funcionario principal en 2017, dejaron al DOE sin una figura responsable directa durante la auditoría. La falta de supervisión y estructura dentro del departamento quedó ampliamente evidenciada.
El informe también critica ferozmente la respuesta del superintendente del DOE, Keith Hayashi, quien minimizó los problemas y se enfocó en justificar los errores por la alta rotación de personal y los plazos legislativos ajustados.
El auditor responde que “la rotación de personal no exime a una organización pública de su responsabilidad de rendir cuentas”.
Un programa paralelo, aún más caótico
En 2019, el DOE lanzó un programa adicional, esta vez permitiendo que cada escuela gestionara sus propios esfuerzos para instalar aire acondicionado. Aunque en teoría el programa ofrecía guías sobre capacidad eléctrica e instalación, en la práctica el DOE prácticamente no supervisaba nada.
Las escuelas podían comprar unidades o recibirlas como donaciones, sin ningún control sobre el tipo de equipos, su mantenimiento ni sus implicaciones eléctricas. No se exigía informes ni inventarios, y la falta de seguimiento llevó a, según el informe, “una intervención del departamento solo cuando algo explotaba”.
Esta permisividad resultó en riesgos eléctricos y equipamiento mal adaptado, agravando aún más el problema original.
¿Hay intendencia para el futuro?
- La transparencia brilla por su ausencia: La auditoría concluye que el DOE mostró “desprecio por las políticas, procedimientos y transparencia”.
- Los costos seguirán aumentando: Muchas unidades instaladas están cerca del punto de obsolescencia.
- Sin una reforma estructural, será más de lo mismo: El informe advierte que sin cambios radicales, futuros proyectos del DOE seguirán condenados al fracaso.
Datos clave
- Objetivo inicial: Climatizar 1,000 aulas
- Objetivo logrado: 838 aulas
- Presupuesto inicial: $100 millones
- Gasto final estimado: $105 – $120 millones
- Duración de funcionamiento del AC solar: 5 horas/día
- Gasto promedio por aula: $125,000
Una oportunidad desperdiciada
El caso de la Iniciativa de Aulas Frescas es un ejemplo doloroso de cómo un proyecto bienintencionado puede convertirse en una catástrofe administrativa si no se planifica con cuidado, se priorizan intereses políticos sobre técnicos y se ignoran las recomendaciones especializadas.
El informe final es claro: el sistema escolar de Hawái fracasó estrepitosamente en su intento de enfrentar el calor con soluciones eficientes y sostenibles, y terminó enterrando más de $100 millones en un proyecto que, en muchos casos, hizo más daño que bien.
Si no se asumen responsabilidades ahora, y no se reconstruye la capacidad institucional del Departamento de Educación para gestionar estos programas, Hawái podría enfrentarse a más fiascos millonarios mientras sus estudiantes sufren las consecuencias.