Putin cambia de rumbo: la gira internacional que desnuda la nueva geopolítica rusa
De París a Pyongyang: cómo los viajes del líder del Kremlin revelan su aislamiento en Occidente y su apuesta por nuevos aliados estratégicos
El ocaso de las visitas a Occidente
Durante gran parte de sus 25 años en el poder, Vladimir Putin fue un visitante regular de capitales occidentales como París, Londres, Viena o Washington. Sin embargo, desde que Rusia invadió Ucrania en 2022, esas rutas diplomáticas se han cerrado. Las imágenes de Putin bajando por escaleras doradas en Europa fueron sustituidas por recibimientos en Pyongyang, Minsk, Hanoi o Beijing.
¿Qué hay detrás de este cambio? ¿Cómo reflejan estos viajes el drástico giro geopolítico del Kremlin? ¿Qué impacto global puede tener este “nuevo eje” comandado por Moscú y avalado por el autoritarismo aliado?
Un presidente cautivo de una orden de arresto internacional
Uno de los factores que ha limitado las giras de Putin es la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) en marzo de 2023 por crímenes de guerra relacionados con la deportación forzada de niños ucranianos. Esta orden prohíbe prácticamente al mandatario ruso visitar países que sean signatarios del Estatuto de Roma, el tratado fundador de la CPI. Aunque Estados Unidos no es parte de la corte, los riesgos diplomáticos siguen siendo elevados.
Este cambio lo resume bien Agnia Grigas, experta en geopolítica del Atlantic Council: “Putin ahora se mueve por una esfera alternativa que él mismo ha moldeado, una zona donde Rusia todavía es vista como un actor útil o poderoso frente a Occidente”.
El viraje hacia Asia y Medio Oriente: pragmatismo geoestratégico
Desde 2022, Rusia ha centrado sus esfuerzos en fortalecer lazos con antiguos socios soviéticos, aliados de conveniencia y países con narrativas antioccidentales o autónomas. La lista de viajes es un testimonio elocuente:
- Irán (julio 2022): Rondas multilaterales con líderes iraníes y turcos, centradas en Siria.
- China (octubre 2023 y mayo 2024): Participación en foros de la Iniciativa de la Franja y la Ruta; encuentros estratégicos con Xi Jinping.
- Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita (diciembre 2023): Cooperación energética y proyección como actor clave en la OPEP+.
- Vietnam y Corea del Norte (junio 2024): Visitas con fuerte carga simbólica, incluyendo un acuerdo de asistencia mutua con Pyongyang.
Resulta claro que el Kremlin no busca solamente aliados leales, sino espacios políticos donde no se cuestione su hegemonía y donde Estados Unidos no tenga influencia dominante.
Socios incómodos pero funcionales: el eje Moscú-Pyongyang-Hanoi
El viaje de Putin a Corea del Norte en junio de 2024 fue el primero en 24 años. Allí fue recibido como un “compañero estratégico”. Firmó con Kim Jong Un un Tratado de Asociación Estratégica Integral que contempla asistencia militar mutua. Días después, Corea del Norte envió tropas para apoyar a Rusia en la región de Kursk.
¿Qué busca Rusia en esa peligrosa amistad? Principalmente, intercambio militar y un respaldo incondicional en foros internacionales. Para Corea del Norte, se trata de una oportunidad para internacionalizar su rol más allá de su tradicional dependencia de China.
El paso por Vietnam también fue significativo. Fue recibido por el presidente To Lam y se firmaron doce acuerdos en comercio, energía e infraestructura. Moscú reafirma así su intención de liderar un nuevo bloque antioccidental con aroma soviético.
Putin y Xi: bromance geopolítico
La relación entre Xi Jinping y Vladimir Putin se ha convertido en uno de los ejes fundamentales del nuevo orden que Rusia desea imponer. El propio Putin lo resumió durante su visita a Beijing en mayo de 2024:
“Rusia y China están construyendo un mundo multipolar más justo, basado en la soberanía y el respeto mutuo.”
En este contexto, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) se consolida como un bloque rival de la OTAN y la UE. Promueve seguridad regional sin injerencia occidental y la restauración del estatus de las potencias del sur global.
El “cinturón exsoviético”: ¿resistencia o dependencia?
Putin ha visitado más de cinco veces Kazajistán desde el inicio de la guerra, consolidando acuerdos energéticos y comerciales. También ha viajado repetidamente a Armenia, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Bielorrusia.
El caso de Bielorrusia amerita atención especial. Allí, el dictador Alexander Lukashenko actúa como escudero geopolítico de Moscú. En diciembre de 2024, ambos firmaron un acuerdo de defensa que pone formalmente a Minsk bajo el paraguas nuclear ruso.
En contraste, países como Georgia y Moldavia buscan alejarse del Kremlin, pero siguen siendo vulnerables a presiones económicas y políticas. El “anillo exsoviético” no es homogéneo, pero sí está atado en buena parte a los intereses de Moscú.
El retorno a suelo estadounidense: una visita con tensión diplomática
Según fuentes oficiales rusas, Putin visitará Alaska en agosto de 2025, donde se reunirá con Donald Trump, quien asegura tener un plan para terminar la guerra en Ucrania. Será la primera visita del mandatario ruso a un país occidental desde 2015.
Este hecho marca un punto de inflexión. Primero, porque desafía al sistema invisibilizador que Occidente ha construido desde la invasión. Segundo, porque sugiere un diálogo entre líderes autoritarios o con simpatías mutuas.
La ausencia de compromiso de EE. UU. con la Corte Penal Internacional facilita legalmente la visita, pero políticamente será una bomba. ¿Qué garantías dará Trump a su aliado personal? ¿Modificaría un eventual segundo mandato republicano la postura de Washington sobre Ucrania?
¿Un orden mundial paralelo?
Putin no ha detonado una nueva guerra fría, pero sí ha ayudado a construir un orden global alternativo, donde la hegemonía de la OTAN y la UE se relativiza frente a acuerdos como los firmados con China, Irán, Corea del Norte y otros actores del sur global.
Este mundo paralelo se estructura sobre pilares como:
- La soberanía como dogma.
- El comercio sin condiciones democráticas.
- La cooperación militar sin consentimiento internacional.
- Una narrativa consensuada contra Occidente y sus “dobles estándares”.
China, India, Sudáfrica, Brasil e Irán son fundamentales en este tablero. Y aunque algunos de ellos tienen relaciones con Estados Unidos o Europa, la preferencia por la autonomía geopolítica los acerca a Moscú.
Entre la propaganda y el pragmatismo
Las giras de Putin no solo responden a una estrategia exterior, sino también a razones internas. Cada recepción en una plaza roja extranjera alimenta la narrativa de que Rusia sigue siendo cortejada y respetada.
Al mismo tiempo, la diplomacia de élite permite al Kremlin sortear sanciones, vender petróleo, comprar tecnología militar y construir coaliciones que legitiman su intervención en Ucrania o su política nuclear.
Como señala el analista Mark Galeotti, “Putin ha hecho del aislamiento internacional una herramienta de poder alternativo: más selectivo, más simbólico, pero profundamente efectivo en su lógica de resistencia”.
¿Éxito diplomático o fuga hacia adelante?
En total, desde 2022 hasta mediados de 2025, el líder del Kremlin ha realizado al menos 28 viajes internacionales, evitando sistemáticamente Occidente (salvo el caso de EE.UU. aún por concretarse). ¿Es esto señal de irrelevancia? Tal vez no. Muestra, más bien, que la mirada geopolítica de Rusia ya no gira en torno a Occidente.
La gran pregunta será si este eje de aliados, unidos más por interés que por principios, podrá sostenerse en el tiempo. Por ahora, la gira global de Putin nos advierte que el mundo unipolar terminó, y que quienes lo confrontan están más activos —y viajando más— de lo que quisiéramos admitir.