Genshitsu Sen: Del entrenamiento Kamikaze a embajador de la paz con una taza de té
La vida extraordinaria del maestro japonés que usó la ceremonia del té para reconciliar a naciones y sanar heridas de guerra
Kyoto, Japón – En tiempos de guerra, lo más difícil es encontrar paz interior. Sin embargo, Genshitsu Sen, un antiguo aprendiz de piloto kamikaze convertido en gran maestro de la ceremonia del té, dedicó más de medio siglo de su vida a promover la armonía global a través de la práctica milenaria del chado, “el camino del té”. Murió a los 102 años, dejando un legado cultural y espiritual que trasciende fronteras y generaciones.
Del cielo al tatami: una vida marcada por la guerra y la paz
Genshitsu Sen nació en 1923 en la ciudad histórica de Kyoto, centro vital del arte y espiritualidad japonesa. Su destino parecía marcado desde temprano: a los seis años comenzó su aprendizaje en el arte de la ceremonia del té bajo la tradición familiar del linaje Urasenke. Sin embargo, el curso de su vida cambió abruptamente con la llegada de la Segunda Guerra Mundial.
En 1943, durante su formación en la Universidad de Doshisha, fue llamado a filas para unirse a la Armada Imperial Japonesa como aprendiz de los escuadrones especiales: los temidos tokkōtai, mejor conocidos como kamikazes. Su misión, de haber sido ejecutada, habría consistido en un vuelo sin retorno. El final de la guerra lo salvó del sacrificio, pero no de la memoria imborrable de ver a sus compañeros partir sin regreso.
En medio de esta tragedia, Sen tomó una decisión que definiría su vida: realizó una ceremonia del té para sus camaradas antes de sus misiones. Este acto, tan simple como ritual, se convirtió en una despedida solemne, una última reconciliación con la vida antes de sumergirse en la muerte. Fue entonces cuando comprendió el verdadero poder del té como símbolo de paz.
El legado de Sen no Rikyu y la filosofía del té
En 1964, Genshitsu Sen asumió el rol de XV Gran Maestro de la escuela Urasenke, uno de los tres linajes principales de la ceremonia del té en Japón que hunde sus raíces en las enseñanzas de Sen no Rikyu (1522-1591), el codificador de este arte. Rikyu defendía cuatro principios básicos del chado: wa (armonía), kei (respeto), sei (pureza) y jaku (tranquilidad). Genshitsu Sen no solo asumió esta herencia filosófica: la amplificó al escenario global.
En sus viajes, el llamado “maestro del té volador” realizó más de 300 ceremonias en 70 países, promoviendo el entendimiento intercultural tras una taza de té. Declaró frecuentemente: “Servir té trae paz a todos. Si todos se sienten en paz, no habrá guerra”.
Un puente entre Japón y el mundo: té para la memoria y la reconciliación
La figura de Genshitsu Sen se convirtió en un símbolo de reconciliación Japón-Estados Unidos. El momento más emotivo ocurrió en 2011, cuando presidió una ceremonia limitada e íntima en el Memorial del USS Arizona en Pearl Harbor, lugar del ataque japonés que precipitó la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial. Ofrecer té en ese espacio sagrado fue más que un tributo: representó el perdón, la memoria y la voluntad de transformar el dolor en paz duradera.
En entrevista, Sen dijo entonces: “Esto no es una ceremonia cualquiera. Esto es orar por la paz a través del té, en un lugar donde se perdió tanta vida.”
En 1997, el gobierno japonés reconoció su esfuerzo con la distinción de Orden del Tesoro Sagrado (Primera Clase). Además, fue nombrado Miembro Honorario de la Universidad de Hawái, Doctor Honoris Causa en múltiples instituciones, y Embajador Cultural por diversas organizaciones internacionales, incluida la UNESCO.
Tea, not war: el arte como arma pacífica
Mientras sus contemporáneos hablaban de progresos militares o economía posguerra, Genshitsu Sen hablaba de pacientes vertidos de agua caliente sobre hojas secas, de movimientos precisos, de intenciones puras. Logró transformar un arte aparentemente anecdótico en una plataforma para el pacifismo activo.
Según estimaciones de la escuela Urasenke, más de 2 millones de personas en el mundo han aprendido la ceremonia del té bajo programas impulsados por Sen. Muchos de estos alumnos son occidentales, lo cual demuestra la universalidad del mensaje. En palabras del historiador de cultura japonesa Donald Keene: “Sen llevó el arte del té fuera del tatami y lo hizo diplomacia.”
Su célebre frase “Ichigo ichie”, que puede traducirse como “una vez, una oportunidad”, encapsula la idea de que cada encuentro humano, por cotidiano que parezca, es único e irrepetible, digno de atención y reverencia. Esta filosofía no solo se aplica al mundo ceremonial, sino al diario vivir, y fue el núcleo del mensaje que transmitió durante más de medio siglo.
El legado continúa: una escuela viva
En 2002, entregó el liderazgo de la Urasenke a su hijo, Zabosai Sen, asegurando que la tradición continuaría con nuevas generaciones. Sin embargo, Genshitsu Sen nunca se retiró completamente: incluso en 2023, realizó actividades públicas, hasta que una caída en mayo de 2024 lo llevó a ser hospitalizado. Falleció el 6 de junio debido a complicaciones respiratorias, según informó la Urasenke.
Su funeral será privado, con una ceremonia pública conmemorativa planeada en las próximas semanas. En redes sociales, miles de personas compartieron recuerdos, fotos y mensajes agradeciendo al maestro por su ejemplo de vida. La Embajada de Japón en EE.UU. escribió: “Genshitsu Sen san fue un mensajero de paz que tocó muchas vidas con una taza de té. Que descanse en tranquilidad.”
Una vida que desafió narrativas
La historia de Genshitsu Sen no puede ser entendida solo como la del maestro del té. Fue testigo del ascenso y colapso del Imperio Japonés, del Holocausto nuclear y de la Pax Americana. Fue un soldado sin batalla, un hombre que reconstruyó su identidad desde lo estético. Rechazó la violencia no con armas, sino con silencio, gesto, presencia.
Tal vez el mundo necesite más Genshitsu Sen. Tal vez, en medio del ruido, haga falta más chado. Tal vez, como él decía, si todos comenzaran su día con una taza de té compartida, habría más armonía. Y como él lo creía, esa armonía puede cambiar al mundo, taza a taza.