Hambre en Gaza: Una tragedia infantil entre la negación y la evidencia

Mientras el gobierno israelí niega la existencia de una crisis de inanición, los hospitales de Gaza documentan una devastadora ola de niños malnutridos en riesgo de muerte

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Una niña entre la vida y la muerte

Ro’a Mashi tenía apenas dos años y medio cuando falleció en el Hospital Nasser de Gaza. Su cuerpo, reducido a piel y huesos, reflejaba una silenciosa desgracia: murió por desnutrición severa, sin enfermedades previas que justificaran su deterioro. Su caso no es aislado. Desde julio, al menos 106 niños han perdido la vida por causas relacionadas con la malnutrición en la Franja de Gaza, según el Ministerio de Salud de Gaza.

En respuesta a estas evidencias, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró el pasado domingo en una entrevista local: “No hay hambre. No ha habido hambre. Hubo escasez, sí, pero no una política de inanición”. Estas palabras contrastan severamente con los testimonios médicos, cifras de Naciones Unidas y las desgarradoras imágenes que llenan los pasillos de los hospitales gazatíes.

¿Una narrativa oficial o una realidad negada?

El conflicto en Gaza ha dejado más víctimas indirectas que directamente vinculadas al combate. La desnutrición infantil se ha disparado a niveles sin precedentes, según alertó el portavoz de la ONU, Stephane Dujarric. Tan solo en julio de 2025, casi 12 mil niños menores de cinco años presentaron desnutrición aguda, y 2,500 de ellos en estado severo, la forma más peligrosa.

La médica y referente en temas de salud humanitaria, Alex DeWaal, director de la World Peace Foundation en la Universidad de Tufts, advirtió que muchos de estos niños no sobrevivirán incluso si se mejora el acceso a alimentos: “Necesitan estar en hospitales, recibiendo micronutrientes y tratamientos adecuados antes de cualquier alimentación”.

¿Qué causa esta catástrofe nutricional?

  • Desplazamientos repetidos: Las operaciones militares han obligado a miles de familias a moverse de un lugar a otro, rompiendo ciclos alimentarios y tratamientos hospitalarios.
  • Restricciones al ingreso de ayuda: Durante más de dos meses, entre finales de abril y junio, Israel impidió el ingreso de alimentos, medicinas y otros víveres.
  • Mercados colapsados: Aunque recientemente se ha triplicado la entrada de alimentos, los precios siguen siendo inasequibles para muchas familias.

Un número creciente de niños llega diariamente al Hospital Nasser en condiciones graves. El Dr. Ahmed al-Farra, jefe de pediatría en ese centro, reportó que entre 10 y 20 menores ingresan con malnutrición severa cada día: “Han perdido toda grasa y músculo. Tenemos casos con apenas un tercio del peso normal para su edad”, afirma.

La angustiosa espera por una salida

Shamm Qudeih, una niña de dos años, muestra signos de una enfermedad genética que afecta su capacidad para metabolizar glucógeno, agravando su malnutrición. Pesaba solamente 4 kilos cuando ingresó al hospital. Podría tratarse de una condición tratable, pero no se puede diagnosticar en Gaza por falta de recursos. Su madre, Islam, presentó su caso hace un año para evacuación médica. A principios de agosto de 2025, Shamm recibió autorización para ser trasladada a un hospital en Italia.

El rostro humano de una tragedia colectiva

Fatma Mashi, madre de Ro’a, compartió la historia de su hija desde el interior de una tienda en el campamento de refugiados en Muwasi. “Comenzó perdiendo peso. En octubre la llevé al hospital, pero no había cómo avanzar con el tratamiento. Solo teníamos una comida diaria, casi siempre macarrones hervidos”, relata, mientras otro de sus hijos permanece dormido, visiblemente bajo de peso.

Estudios de crisis humanitarias indican que no todos los miembros de una familia se ven afectados de la misma forma durante una hambruna. Según DeWaal, “con frecuencia, un niño pequeño puede deteriorarse mucho más rápidamente que el resto; los de 18 a 24 meses son especialmente vulnerables”.

La postura oficial y la disputa narrativa

El gobierno israelí ha acusado a Hamas de manipular la percepción pública a través de testimonios e imágenes de niños enfermos. En una rueda de prensa reciente, Netanyahu presentó el mensaje “Fake Starving Children” (Niños falsamente hambrientos) junto a imágenes de niños con condiciones médicas previas, argumentando que estos casos no reflejan la situación general del enclave palestino.

Sin embargo, de los 13 casos severos documentados por médicos en Gaza desde julio, cinco no tenían ninguna condición médica preexistente. Uno de esos casos fue el de Jamal al-Najjar, un niño de cinco años con raquitismo que murió por desnutrición. Su peso descendió de 16 a 7 kilogramos en pocos meses.

Más allá de los datos: el colapso del sistema sanitario

La falta de infraestructura médica agrava el problema nutricional. Gaza, bloqueada y constantemente en conflicto, no cuenta con laboratorios para pruebas complejas ni con la capacidad de dar atención nutricional especializada. Según la Organización Mundial de la Salud, decenas de miles de personas necesitan evacuación urgente para terapias que no pueden realizarse dentro del enclave.

La amenaza de una nueva ofensiva israelí en la zona de Gaza City y los campos de desplazados podría, además, agravar la ya crítica situación alimentaria. La ONU advirtió que este tipo de movimientos interrumpen constantemente la distribución de ayuda y provocan aún más desplazamientos.

Cuando la política pisa la salud infantil

La tragedia infantil en Gaza es un recordatorio crudo de lo que ocurre cuando los conflictos armados priorizan la estrategia sobre la vida humana. Aunque se han incrementado las autorizaciones para evacuaciones médicas (más de 60 en la primera semana de agosto), esta cifra representa apenas una fracción de los afectados.

Israel continúa afirmando que no existe una política de hambruna. Pero los doctores, los padres y las organizaciones internacionales presentan una realidad imposible de ignorar. Entre maniobras diplomáticas, operaciones militares y narrativas oficiales, cada día mueren niños por no tener qué comer.

El drama de Ro’a, Jamal y Shamm no debería terminar en otra cifra más de una guerra de declaraciones. Son la evidencia viva —o, más bien, moribunda— de una situación límite en la que las vidas más vulnerables se están apagando, mientras el mundo debate semánticas y geopolítica.

La pregunta que queda en el aire es desgarradora y urgente: ¿cuántos niños más deben morir para que una crisis deje de ser “negada” y se transforme en acción humanitaria concreta?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press