India y Pakistán: El polvorín permanente del sur de Asia

A 78 años de su independencia, India endurece su postura frente a Pakistán bajo la retórica nacionalista de Modi

Un nuevo aniversario con mensaje de guerra

Cada 15 de agosto, India celebra su independencia del Imperio Británico. Es una fecha de orgullo nacional, discursos patrióticos y exaltación del desarrollo del país. Sin embargo, el discurso del primer ministro Narendra Modi en 2025 marcó una inflexión: transformó una jornada de unidad nacional en un estrado desde el cual lanzó fuertes amenazas a la vecina y eterna rival Pakistán. Según sus propias palabras, "India ha decidido que no tolerará amenazas nucleares". En este artículo de análisis, desentrañamos el contexto, los motivos y las consecuencias de estas declaraciones, así como el riesgo de un nuevo enfrentamiento entre dos potencias nucleares en tensión permanente.

Una relación marcada por el conflicto desde su origen

India y Pakistán nacieron prácticamente peleando. Tras la partición de la India británica en 1947 —evento que generó uno de los mayores desplazamientos humanos de la historia con 12 millones de refugiados— ambas naciones han vivido tres guerras mayores y numerosos enfrentamientos menores. La disputa por Cachemira, un estado de mayoría musulmana gobernado por India, ha sido el principal foco. Según la División de Inteligencia Geoestratégica de la Universidad de Harvard, más de 70.000 personas han muerto en confrontaciones relacionadas directa o indirectamente con este conflicto.

Las tensiones recientes parecen seguir una peligrosa escalada.

El inicio del nuevo ciclo de hostilidades: Cachemira otra vez al centro

En abril de 2025, un ataque en la región de Cachemira administrada por India dejó 26 muertos, la mayoría turistas hindúes. India acusó a militantes respaldados por Pakistán. Islamabad, por su parte, negó haber tenido alguna implicación y pidió una investigación independiente. Sin embargo, pocos días después, India lanzó ataques aéreos contra supuestos "infraestructura terrorista" en territorio pakistaní.

Modi celebró los resultados en su discurso del 15 de agosto: "La infraestructura terrorista fue reducida a escombros". Pakistán respondió con bombardeos de artillería, misiles y ataques con drones, que escalaron durante tres días hasta que una intervención diplomática de EE. UU. logró imponer un alto el fuego.

Modi y la doctrina de 'Nueva Normalidad'

La estrategia de Modi parece alejarse de la contención diplomática para privilegiar la demostración de fuerza. En sus palabras: "India ha establecido una ‘nueva normalidad’: no distinguimos entre terroristas y quienes los financian o encubren". Esta afirmación alude a Pakistán como Estado, y podría implicar que India justificaría atacar objetivos oficiales o estratégicos si identifica vínculos con radicales.

Es un cambio significativo desde la doctrina de disuasión que ambas potencias mantenían tácitamente desde los años 90, cuando adquirieron públicamente armas nucleares.

Nuclearización del conflicto: una equilibrista peligrosa

El primer ministro indio fue aún más allá al declarar que "la India no tolerará más el chantaje nuclear". Modi hace referencia a la estrategia pakistaní —según analistas de defensa como Michael Krepon (Arms Control Association)— de usar su arsenal nuclear como forma de disuadir represalias indias por ataques terroristas en su territorio.

Pakistán ha negado sistemáticamente esta acusación. De hecho, sus autoridades consideran las declaraciones indianas como "provocativas e incendiarias". Las recientes afirmaciones de ambos lados respecto a la cantidad de aviones enemigos derribados plantea el riesgo de que los malentendidos degeneren en un conflicto que nadie quiera, pero que pueda escapar de todo control.

La escalada de 2025 es la más grave desde los enfrentamientos de Kargil en 1999, cuando la intervención diplomática internacional también evitó un conflicto abierto. La diferencia es que ahora ambas partes parecen sostener una narrativa de intransigencia.

Guerra del agua: la disputa por el tratado del Indo

Otra señal de que las tensiones van más allá del ámbito militar: Modi anunció que India seguirá suspendiendo el Tratado del Indo, firmado en 1960 y que regula el uso compartido de las aguas entre ambos países. Argumentó: "La sangre y el agua no fluirán juntas", en referencia al uso de ríos indios que terminan regando campos pakistaníes.

Pakistán considera este punto no negociable, y ya ha dicho que cualquier intento de desviar o retener el agua del río Indo será considerado un acto de guerra. Dado que un 75% del agua para riego en Pakistán depende del sistema fluvial que nace en India, el riesgo de una guerra hídrica no es trivial.

Dólares, granjas y geopolítica: EE. UU. en el tablero

En este contexto, se suma un factor no menor: el proteccionismo agrícola de India. Modi reafirmó que “no comprometerá los intereses de los agricultores”, en un gesto claro frente a las recientes exigencias de EE. UU. para abrir el mercado indio a productos agrícolas norteamericanos.

Esto tensiona la relación bilateral con Washington, sobre todo tras las sanciones impuestas por la compra de armamento y petróleo a Rusia. India busca jugar un multilateralismo pragmático, pero se enfrenta a crecientes presiones desde el mundo occidental.

La independencia energética, la soberanía alimentaria y la seguridad militar son tres pilares que Modi ha entrelazado en su doctrina nacionalista. Esto le ha dado apoyo popular, pero también lo ha llevado a tensar la cuerda internacional como nunca antes.

Una retórica al servicio de la política interna

En India, más del 60% de la población trabaja en sectores ligados a la agricultura. Los movimientos nacionalistas hindúes, afines al partido de Modi (BJP), ven con buenos ojos esta postura de dureza frente a Pakistán. La retórica de defensa férrea se traduce en votos, especialmente en sectores rurales y tradicionalistas.

En palabras del politólogo Ashutosh Varshney: “Modi combina política exterior con política doméstica. La amenaza externa refuerza la unidad interna, y le ofrece una narrativa heroica que ningún oponente puede igualar”.

Pero también existen críticos. Sectores progresistas dentro y fuera de India acusan a Modi de inflamar el nacionalismo para distraer de problemas económicos internos, como un desempleo juvenil cercano al 20%, según datos del Centro de Monitoreo de la Economía India (CMIE).

Un futuro incierto: ¿más cerca de la paz o de la guerra?

Históricamente, India y Pakistán han sabido, pese a la retórica, evitar la guerra total. Los mecanismos diplomáticos, los actores internacionales —como China y EE. UU.— y la pesada carga de un enfrentamiento nuclear suelen frenar las decisiones extremas.

Sin embargo, el riesgo de errores de cálculo crece en un escenario donde los líderes priorizan show de fuerza y no el diálogo. El sur de Asia sigue siendo una de las regiones más peligrosas del planeta por la coexistencia de nacionalismo, armas nucleares, tensiones históricas y escasa cooperación institucional.

El mundo observa con preocupación. Como recuerda el General retirado H.R. McMaster, exasesor de Seguridad Nacional de EE. UU.: “Una guerra entre India y Pakistán no será local: tendrá implicancias globales”.

El mensaje del aniversario de Modi no fue uno de reconciliación, sino de advertencia. La pregunta que queda flotando es: ¿cuánto falta para que una advertencia se convierta en acción?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press