Justicia, narcotráfico y poder en Washington: La tormenta perfecta que acorrala a la capital
Desde el lanzamiento de un sándwich a un agente federal hasta el asedio de carteles mexicanos, pasando por la militarización de Washington bajo Trump: una mirada crítica al caos que impacta el corazón político de EE. UU.
La capital bajo fuego: entre militarización y caos político
Washington D.C., símbolo del poder estadounidense, se encuentra en medio de una tormenta política, judicial y criminal que refleja las tensiones más profundas dentro de la estructura gubernamental y la sociedad. Pocas semanas después de que fuerzas federales ocuparan la ciudad en nombre de una supuesta emergencia criminal, han salido a la luz incidentes, investigaciones y decisiones políticas que pintan un panorama preocupante y contradictorio.
En esta pieza de análisis, rastreamos tres eventos aparentemente inconexos que, al unir sus piezas, revelan una crisis sistémica en la administración de justicia, la política antidrogas y el frágil estatus legal de la ciudad capital.
Sándwich de conflicto: el caso Sean Charles Dunn
Todo comenzó con un incidente tan inusual como revelador: Sean Charles Dunn, funcionario del Departamento de Justicia (DOJ) y especialista en asuntos internacionales, fue arrestado por agredir a un agente federal lanzándole un sándwich tipo sub. El altercado ocurrió en las calles de Washington durante una protesta espontánea contra el reciente despliegue de agentes federales y tropas de la Guardia Nacional bajo órdenes del expresidente Donald Trump.
Según documentos judiciales, Dunn gritó insultos a un agente de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), lo llamó “fascista” y lo culpó de la militarización de la ciudad: “¡No te quiero en mi ciudad!”. Al lanzar el sándwich y ser arrestado, se descubrió que Dunn pertenecía al DOJ. Fue despedido de inmediato. La Fiscal General Pam Bondi publicó en redes sociales: “No trabajarás en esta administración si faltas al respeto al gobierno y a las fuerzas del orden.”
Este caso causó furor no solo por el acto bizarro en sí, sino por lo que expuso: una tensión interna dentro del propio DOJ entre sus funcionarios y la línea autoritaria impuesta por Trump. Mientras Dunn es considerado un miembro del llamado “Estado profundo” por Bondi, en contraste, Jared Lane Wise, un exagente del FBI implicado en el asalto al Capitolio el 6 de enero, aún trabaja dentro del mismo departamento, como asesor del abogado de perdones Ed Martin Jr. ¿Una doble vara ideológica?
Carteles, balas y metanfetaminas: la red que une México y Tennessee
La militarización de Washington ocurrió al mismo tiempo que se destapaba otra arista de la crisis: un extenso operativo del DOJ reveló una red narcotraficante que inicia en los laboratorios montañosos de Michoacán, México, y se extiende hasta pequeños pueblos en Tennessee.
Todo empezó en 2019 con un accidente automovilístico. Dos narcotraficantes que huían arrojaron un maletín endurecido lleno de metanfetamina. Esa pista llevó a una investigación masiva con escuchas telefónicas, persecuciones y tiroteos que conectaron con una figura clave: Eladio Mendoza, líder de una célula con sede en Atlanta.
La operación culminó con la incautación de 850 kg de metanfetamina escondidos en el piso de un tráiler proveniente de México. Este había sido enviado por el cartel conocido como Cárteles Unidos, un consorcio criminal menos célebre que el CJNG, pero igual de letal. Mendoza fue asesinado en México por sus propios socios tras ser vinculado con las pérdidas del cargamento.
La administración Trump utilizó estos hechos para justificar su política de mano dura y designó a Cárteles Unidos como organización terrorista. También se emitieron órdenes de captura con recompensas millonarias por los líderes del cartel, incluyendo a Juan José Farías Álvarez “El Abuelo”.
El precio de no ser estado: Bowser frente a la ocupación federal
En paralelo a las tensiones judiciales y criminales, a nivel político, la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, ha enfrentado un dilema complejo. Como ciudad federal, D.C. no goza de plena autonomía, situación que Trump aprovechó para desplegar unilateralmente 800 miembros de la Guardia Nacional y decenas de agentes federales aludiendo una supuesta “emergencia criminal”.
Bowser, en vez de confrontar frontalmente, ha optado por una política de mesura: “Mi tono será adecuado para lo que creo que es importante para el Distrito”. Una postura pragmática, pero que algunos líderes demócratas calificaron como tibia, considerando el carácter autoritario de las decisiones de Trump. En su primer mandato, Bowser fue más combativa, incluso ordenando pintar “Black Lives Matter” frente a la Casa Blanca.
Esta vez, en un cambio de estrategia, la alcaldesa voló a Florida tras las elecciones para reunirse con Trump y buscar una vía de colaboración. Su lógica parece clara: D.C. depende del gobierno federal. Como no es un estado, el Congreso puede congelar su presupuesto (como ya lo ha hecho) y tomar control de su policía, como se ha dado con la invocación del artículo 740 de la Home Rule Act.
Legalidad vs. realpolitik: ¿puede D.C. resistirse?
Los expertos legales están divididos. Algunos, como la concejal Christina Henderson, afirman que un desafío legal sería una batalla cuesta arriba: “La única vía legal sería cuestionar si realmente hay una emergencia... y eso es difícil de probar.” Trump ha dicho que pueden extender el control más allá de 30 días declarando una emergencia nacional.
Sin embargo, hay quienes piensan que vale la pena litigar por la defensa del precedente. Como advirtió la estratega demócrata Nina Smith: “¿Cuántas veces tiene que pasar antes de que Bowser entienda que esta administración no tiene los mejores intereses de la ciudad en mente?”.
Paradójicamente, mientras se militariza la ciudad y se alega una “crisis criminal”, las estadísticas publicadas por la Policía Metropolitana de D.C. reflejan una reducción del 35% en delitos violentos desde 2023, alcanzando su nivel más bajo en tres décadas.
¿Qué está realmente en crisis?
El sándwich lanzado a un agente, más allá de lo anecdótico, destapó tensiones en el DOJ, mientras los carteles mexicanos siguen infiltrando ciudades estadounidenses desde lo profundo. Todo esto ocurre bajo una sombra institucional: el control federal sobre una ciudad que no puede defenderse como un estado. Un cóctel inestable en el corazón político de la nación.
Más que una coincidencia, esta serie de eventos ilustra lo que podría describirse como una crisis de principios: un Estado que justifica su poder con medidas autoritarias, una capital sin soberanía y una lucha contra el narcotráfico donde los resultados se ven empañados por contradicciones internas.
¿Es Washington una ciudad asediada por criminales... o por su propio sistema de poder? La respuesta, como casi siempre, depende de quién cuente la historia.