La Fuerza Multinacional para Ucrania: ¿Un nuevo capítulo en la seguridad europea sin la OTAN?
El respaldo de Trump a una coalición europea resalta el dilema de la autonomía militar europea frente a la guerra en Ucrania
La posible paz en Ucrania ha perfilado un nuevo experimento internacional de seguridad: la Fuerza Multinacional para Ucrania (FMU). Aunque concebida por Europa, el papel de Estados Unidos resulta crucial. Esta nueva coalición —formada por una treintena de países— busca desplegar una fuerza de disuasión que asegure cualquier acuerdo de paz futuro con garantías sólidas y realistas. ¿Pero puede Europa realmente sostener un proyecto militar de esta magnitud sin depender de Washington?
Una coalición ambiciosa nacida de la guerra
Tras más de cuatro años de guerra, Ucrania y sus aliados internacionales exploran nuevas formas de consolidar la paz. Desde hace meses, más de 200 estrategas militares de distintos países han trabajado para crear un dispositivo creíble. La fuerza, cuyo tamaño aún no se ha hecho público —aunque Reino Unido sugiere entre 10.000 y 30.000 efectivos—, tiene como prioridades controlar el espacio aéreo, la seguridad marítima en el mar Negro y ofrecer una presencia terrestre disuasiva frente a agresiones futuras.
Bajo la conducción inicial del Reino Unido, que lideró operaciones de reconocimiento y logística, la fuerza ya tiene clara su hoja de ruta: sede inicial en París, traslado a Londres en 2026 y centro de coordinación en Kyiv cuando finalicen los combates.
EE.UU.: el poder aéreo que Europa no tiene
La Unión Europea ha insistido con regularidad que el respaldo de Washington es vital para el éxito de esta operación. Con experiencia, logística y, sobre todo, poder aéreo, Estados Unidos puede brindar lo que muchos ejércitos europeos simplemente no tienen en suficiente cantidad debido a décadas de recortes tras la Guerra Fría.
El presidente Donald Trump, en una videollamada previa a su cumbre con Putin, dio luz verde a un “respaldo norteamericano”, sin detallar en qué consistiría. Lo hizo con matices importantes: excluyó explícitamente a la OTAN, pero aceptó la participación de EE.UU. “como una de las partes implicadas”. El vicepresidente JD Vance participó por primera vez en una de las reuniones multilaterales, lo que se ha interpretado como un gesto significativo de compromiso.
“Los cielos de Ucrania estarán protegidos con aeronaves aliadas, y nuestros equipos navales reforzarán la fuerza del Mar Negro”, declaró recientemente John Healey, secretario de Defensa británico.
De la rivalidad OTAN-Rusia a un nuevo esquema de seguridad
Esta postura de excluir a la OTAN refleja uno de los principales dilemas geopolíticos contemporáneos: ¿Puede Europa garantizar su seguridad sin provocar a Rusia con la participación directa de la Alianza Atlántica? Para Trump, eliminar del escenario a la OTAN sirve como palanca diplomática ante Moscú, y le permite también enviar el mensaje de que Europa debe asumir más protagonismo en su propia defensa.
Emmanuel Macron, presidente francés, celebró la “aclaración importante” de Trump en cuanto al papel de EE.UU., aunque reconoció que todavía faltan detalles sobre cómo se materializará ese respaldo.
Reacciones mixtas en Europa
La resistencia a comprometer tropas también se ha hecho sentir. Grecia e Italia han sido claros en su rechazo a desplegar militares como parte de esta fuerza. Grecia denunció que el debate es divisivo y distrae de la meta principal: acabar la guerra. Por su parte, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, reafirmó que no enviará tropas, aunque valoró trabajar junto a Estados Unidos en tareas de coordinación.
Este punto es crucial. Si Estados Unidos efectivamente provee su apoyo —aunque limitado—, esto podría motivar a más países a aportar efectivos. Pero si Trump se retracta, como ha hecho en decisiones anteriores, el plan europeo podría desmoronarse antes de empezar.
Operaciones conjuntas: aire, tierra y mar
La FMU aspira a garantizar una contención integral del territorio ucraniano, desde el aire hasta el litoral del Mar Negro:
- Aéreo: vigilancia de los cielos por parte de aliados como Reino Unido, Francia y, potencialmente, EE.UU.
- Marítimo: refuerzo de la fuerza naval del Mar Negro, conformada por Bulgaria, Rumanía y Turquía, activa desde hace un año en labores antiminas.
- Terrestre: unidades enfocadas en crear un “efecto disuasorio creíble” en zonas estratégicas y contener cualquier reinicio de hostilidades rusas.
Estos tres frentes requieren una sofisticación tecnológica y militar que muchos países europeos aún están reconstruyendo, tras décadas con fuerzas armadas reducidas o desestructuradas.
¿Una demostración de autonomía europea?
El nacimiento de esta fuerza representa un punto de inflexión para la geopolítica del continente. Por décadas, la defensa europea estuvo subordinada al paraguas transatlántico. Hoy, la guerra en Ucrania desafía a Europa a demostrar que puede actuar de forma autónoma, pero sigue necesitando de EE.UU. para brindar peso real a sus aspiraciones.
El mensaje implícito de Washington ha sido claro durante los últimos años: Europa debe cuidarse sola. Este discurso ha sido una constante en la retórica de Trump desde su primer mandato, y se ha reavivado con su nueva presencia en la Casa Blanca y su preferencia por acuerdos bilaterales frente a plataformas multilaterales como la OTAN.
El riesgo de una paz frágil
Aunque las conversaciones sobre una posible paz están comenzando a ganar fuerza política, muchos analistas internacionales temen que cualquier acuerdo sea visto por Rusia como una tregua táctica antes de reorganizar un nuevo ataque. De ahí el énfasis en que la FMU no solo sea simbólica, sino esté equipada, entrenada y posicionada como una “presencia sólida disuasiva”.
Las guerras modernas no solo se ganan en el campo de batalla, sino también en la arena de la credibilidad. Una fuerza sin respaldo aéreo, sin coordinación efectiva o sin número suficiente no brindará la estabilidad necesaria. Y sin estabilidad, no habrá una paz duradera en Ucrania.
Un experimento de soberanía compartida
Más allá del conflicto ucraniano, la FMU plantea una pregunta fundacional para los próximos años: ¿puede Europa mantener la paz en su vecindario sin depender de la OTAN o EE.UU.? ¿O seguirá necesitando su músculo militar, incluso en misiones que ella misma diseña?
Este experimento representa una fórmula peculiar de soberanía compartida: Europa diseña el plan, encabeza la fuerza e instala las bases, pero solo con el apoyo logístico y estratégico estadounidense se considera viable. En un contexto de creciente multipolaridad y tensión global, esta híbrida arquitectura de defensa bien podría ser el modelo del futuro.