La guerra contra el plástico: ¿podemos reducir su producción o solo gestionar sus consecuencias?
El nuevo borrador del tratado global sobre la contaminación plástica abre un debate crucial sobre limitar o no la producción de plásticos a nivel mundial
Por décadas, el plástico ha sido tanto salvación como maldición para la humanidad. Su durabilidad, bajo costo y versatilidad revolucionaron industrias enteras, desde la medicina hasta la alimentación. Sin embargo, la acumulación de residuos plásticos en los océanos, la tierra e incluso en el cuerpo humano ha generado una de las crisis ambientales más apremiantes del siglo XXI.
Este agosto de 2025 en Ginebra, Suiza, representantes de más de 170 países se reunieron en la sede de las Naciones Unidas para negociar un tratado global que ponga freno a la contaminación por plásticos. Aunque muchos esperaban un documento histórico que limitara directamente la producción de nuevos plásticos, el borrador más reciente evita esa medida radical y opta por un enfoque más moderado: reconocer que los niveles actuales de producción y consumo son insostenibles y proponer una respuesta global coordinada.
¿Qué dice realmente el nuevo borrador?
El borrador afirma que la producción y el consumo de plásticos actuales superan la capacidad de gestión de residuos del planeta, y que se necesitan "acciones coordinadas a nivel global para detener y revertir esta tendencia".
También introduce el concepto de un enfoque integral que abarque todo el ciclo de vida del plástico, desde su diseño y producción hasta su eliminación o reutilización. Pero no impone límites vinculantes al volumen de producción, previsiblemente uno de los puntos más divisivos de las negociaciones.
Juan Carlos Monterrey Gómez, delegado de Panamá, país que lideró el esfuerzo para incluir límites de producción, expresó: "Este no es el tratado que queríamos, pero puede ser la plataforma para llegar a ese punto".
El plástico: ¿un problema de producción o gestión?
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en 2023 el mundo produjo más de 430 millones de toneladas de plástico, y menos del 10% fue reciclado. Lo alarmante es que esta cifra podría aumentar en un 70% para 2040 si no se adoptan políticas públicas radicales.
Este crecimiento responde a diversos factores: la industria del petróleo —principal proveedor de la materia prima para fabricar plásticos— ve en los plásticos una vía para mantener su rentabilidad en un mundo que busca alejarse de los combustibles fósiles. Por esta razón, países productores de petróleo y gas, junto con la industria del plástico, se oponen férreamente a los límites de producción.
Por el contrario, más de 100 países, sobre todo naciones insulares, africanas y latinoamericanas, abogan por frenar la producción. Muchos de ellos enfrentan directamente las consecuencias de la contaminación marina, el microplástico en su cadena alimentaria y la incapacidad de gestionar los residuos importados de países desarrollados.
El papel de los productos de un solo uso y los químicos peligrosos
Una luz de esperanza en este nuevo borrador es que incluye referencias a reducir productos plásticos de un solo uso o de vida corta, aunque no impone su prohibición. También, por primera vez, se fija una mención a los químicos tóxicos usados para fabricar algunos plásticos.
Estos químicos, como el bisfenol A (BPA), los ftalatos o los retardantes de llama, han sido vinculados con problemas de salud humana: cáncer, trastornos hormonales y daños neurológicos.
Distintas organizaciones ambientales, como Greenpeace y Break Free From Plastic, pidieron que se conviertan en medidas jurídicamente vinculantes. No obstante, los negociadores aún debaten si dichas disposiciones serán optativas o de carácter obligatorio.
Lo que está en juego
Más allá de las disputas diplomáticas, el problema tiene dimensiones históricas y geopolíticas.
- La ONU estima que si no se toman acciones urgentes, el volumen de desechos plásticos en el océano podría triplicarse para 2040.
- Cada año, más de 11 millones de toneladas de plástico ingresan a los océanos.
- Microplásticos han sido hallados en la sangre humana, la leche materna y hasta en la placenta.
- El impacto económico de la contaminación plástica en sectores como el turismo, la pesca y la salud pública se calcula en más de $100 mil millones anuales.
Y lo más grave: la producción de plástico representa un 3.4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según la OCDE. Se trata, entonces, no sólo de un problema ambiental, sino climático.
Las posturas encontradas
Los países del Golfo, Estados Unidos y China —principales productores tanto de petróleo como de plásticos— abogan por centrarse en modelos de reutilización, reciclaje e innovación en la gestión de residuos. Argumentan que el plástico también tiene un valor indiscutible en sectores como la medicina, la aeronáutica o el transporte.
Las naciones más vulnerables, sin embargo, estiman que sin limitar la producción, el esfuerzo por reciclar es insuficiente. "Puedes tener la mejor gestión de residuos, pero si siguen lloviendo miles de toneladas de nuevos plásticos al año, estás baldeando en el huracán", afirmó un delegado del Pacífico.
Activismo, presión pública y esperanza
Durante la ronda de negociaciones en Ginebra, activistas escalaron edificios, distribuyeron jabón en forma de botella plástica y cubrieron obras de arte con residuos, exigiendo un “tratado fuerte y vinculante que vaya al corazón del problema”.
La presión ciudadana no es menor: según un sondeo de Ipsos/WWF realizado en 2024 en más de 30 países, más del 85% de los ciudadanos desean un tratado que reduzca la producción de plásticos.
De hecho, campañas como “Plastic Free July” o el movimiento “Break Free From Plastic” han logrado que millones de personas adopten hábitos de consumo sostenibles y presionen a marcas globales como Coca-Cola o Nestlé a replantear su estrategia de envases.
¿Progreso disfrazado o base para el cambio?
Muchos critican que este borrador es otra oportunidad perdida. Y es cierto: no hay un texto definitivo ni compromisos firmes, y muchas medidas están en discusión sobre su carácter vinculante u opcional.
Pero, siendo justos, este documento también representa un avance real. Por primera vez en la historia, existe un consenso global sobre la insostenibilidad del plástico, y se sientan las bases para establecer mecanismos de control a largo plazo.
Como dijo Inger Andersen, directora del PNUMA, en una conferencia anterior: “No podemos seguir tapando agujeros en un barco que se hunde; necesitamos rediseñar el sistema completo de producción y uso del plástico”.
No queda claro si este tratado será revolucionario o solo un parche diplomático. Pero algo es seguro: el mundo ya no puede permitirse ignorar la avalancha de plástico que hemos generado.