Bayreuth le da una vuelta cómica y feminista a Wagner: la Eva que dijo 'No, gracias'
Una nueva versión de 'Die Meistersinger von Nürnberg' rompe con tradiciones patriarcales e introduce humor, irreverencia y... una vaca inflable
La tradición sacudida desde dentro
En el sagrado templo wagneriano del Festival de Bayreuth, donde los dogmas operísticos se han mantenido intactos durante más de un siglo, se ha producido una auténtica revolución escénica. La nueva producción de “Die Meistersinger von Nürnberg”, dirigida por Matthias Davids, ha convertido uno de los dramas más canónicos del repertorio alemán en una comedia satírica y feminista sin renunciar a su grandeza musical.
¿Los ingredientes? Un reparto joven, colorido estilo Hollywood, una vaca inflable gigante y el rechazo explícito de la protagonista femenina, Eva, a la institución patriarcal del matrimonio tradicional. Literalmente toma el premio —una medalla— y se lo regresa a su padre antes de huir.
Una Eva empoderada: "No, gracias. ¡Vámonos!"
La soprano Christian Nilsson, quien debuta en el papel de Eva, fue clave en ese rediseño del personaje: “Ella es una chica fuerte”, explicó. Esta Eva no es un trofeo, sino una mujer que toma las riendas de su destino. Uno de los cambios más llamativos de esta producción ocurre justo después del clímax: ganada la competición de canto por Walther, Eva rechaza el premio y, con una sonrisa decidida, lleva a su amante fuera del escenario, abandonando la opresiva tradición.
Este giro contrasta radicalmente con la versión original de Richard Wagner de 1868, donde el final es una celebración nacionalista y matrimonial. En ella, Walther es admitido como maestro cantor, obtiene la bendición de su suegro y se casa con Eva en una oda al arte alemán que, con el paso del tiempo, ha sido asociada con los valores conservadores —y a veces, cuestionablemente nacionalistas.
Vacas inflables, ropa punk y guitarras eléctricas: modernidad escénica
El director Matthias Davids, conocido por sus obras teatrales con aires de musical, ha transgredido el marco solemne de la ópera para insertar ligereza e ironía visual. Inspirado por el potencial cómico del libreto y la intención inicial de Wagner de hacer una obra menos densa, Davids inyecta color y campismo a lo largo de cuatro horas de puesta en escena.
Una vaca inflable gigante domina visualmente el escenario, siendo descrita por el propio Davids como metáfora de Eva, la “vaca de premio” con la que los hombres juegan. En un momento culminante del acto final, el personaje de Beckmesser desinfla la vaca, que comienza a colapsar como símbolo visual del sistema que también decae.
El vestuario también rompe moldes: Eva luce un dirndl tradicional pero lo combina con una actitud disruptiva, mientras que Walther aparece como un rebelde moderno con camiseta punk. El bufón Beckmesser, por otro lado, porta una chaqueta tipo Trachten y unas gafas espejo que recuerdan más a Elvis Presley que a un burócrata del siglo XVI. Incluso su laúd parece una guitarra eléctrica rosa con forma de corazón.
Silencio incómodo y carcajadas sinceras
Bayreuth, famoso por su severidad, no aplaude cualquier cosa. Aquí, el aplauso tiene el peso de una aprobación casi eclesiástica. Por eso fue notable que durante esta representación, los espectadores sonrieran, rieran y aplaudieran con entusiasmo. La soprano Nilsson lo resumió así: “Vi muchas más sonrisas al final de esta producción que en cualquier otra ópera de Wagner”.
El contraste fue notable respecto a puestas anteriores más controvertidas como la de Barrie Kosky en 2017, que ambientó la obra entre el hogar de Wagner y los tribunales de Núremberg, o la radical reinterpretación de Kasper Holten en la Royal Opera House de Londres, donde Eva huye llorando de los misóginos maestros cantores.
Detalles de puesta en escena: techno-colores y Merkel entre el público
El diseño de escenografía, a cargo de Andrew Edwards, incluye luces naranjas y amarillas que asemejan una feria, y aprovecha elementos del propio teatro de Bayreuth como sus lámparas redondas y bancos clásicos. El efecto es inmersivo, brillante y lúdico.
El vestuario, diseñado por Susanne Hubrich, viste a los ciudadanos de Núremberg como íconos de la cultura alemana: el cómico Loriot, el showman Thomas Gottschalk, hinchas del equipo Kickers Offenbach e incluso una doble de Angela Merkel. “Hablé con Merkel después del estreno, y dijo que estaba divertida”, contó la diseñadora.
¿Y la música? En manos del director Daniele Gatti, quien regresaba a Bayreuth tras más de una década. Gatti lideró a la orquesta con pulso firme, permitiendo que la fusión de lo cómico y emocional no perdiera profundidad.
Humor con raíces: Wagner también quiso reír
Lo que muchos olvidan es que Wagner no concebía esta obra solo como testamento del arte nacional, sino como una comedia. En sus cartas personales, el compositor indica que deseaba crear una obra menos trágica, incluso comercial. Davids recogió este deseo original y lo amplificó, dando voz a aspectos del libreto que usualmente pasan desapercibidos.
A través de esta lente humorística, Wagner ya no es solo el dramaturgo abrumador; es también el autor de un libreto lleno de bufonadas, ironía y crítica social. Davids lo entendió y transformó “Meistersinger” en una ópera accesible, crítica y hasta pop.
¿Ridiculizar para renovar?
Para algunos críticos puristas, esta producción resultará escandalosa. Pero para otros, este tipo de revisiones mantienen viva la ópera. A través de la sátira, se ponen sobre la mesa temas eternos: las presiones sociales del matrimonio, los sistemas artísticos elitistas, la mercantilización de las mujeres y la autoridad masculina como modelo incuestionable de tradición cultural.
Si Wagner viviera, ¿rechazaría esta versión? Posiblemente no. Ya que en un siglo donde las artes escénicas luchan por captar nuevas audiencias, este tipo de producciones hacen exactamente lo que muchos claman: relevancia, frescura y relectura.
Bayreuth, un bastión que también cambia
Que una ópera del siglo XIX pueda renacer en el siglo XXI a través del lente de la feminidad, el humor visual y la crítica social es prueba de que Bayreuth también se mueve. Incluso si lo hace al ritmo de una vaca inflable y un corazón con luces de neón, está claro que, por fin, algo en el Olimpo wagneriano está cambiando. Y eso, para muchos, es música para nuestros tiempos.