Bolivia a las urnas: entre eslóganes vacíos, viejas caras y una juventud sin fe
Una generación decepcionada enfrenta la elección más caótica desde la era post-Morales en medio de una crisis económica y un discurso político carente de soluciones concretas
Por Redacción
La cuenta regresiva hacia unas elecciones sin entusiasmo
Este domingo, Bolivia celebra una elección presidencial rodeada de incertidumbre, apatía y una crisis económica galopante. Ocho candidatos de todo el espectro ideológico se disputan el cargo, mientras el país atraviesa su momento de mayor polarización y escepticismo desde el periodo poselectoral de 2019.
Las calles de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz están repletas de carteles prometiendo milagros en 100 días, combustible sin filas y, en una de las campañas más inusuales, incluso la promesa de "hacer sexy a Bolivia otra vez". Todo esto suena hueco para una población atestada por la inflación y golpeada por la escasez de bienes básicos.
Un ocaso económico con consecuencias políticas
El presidente saliente, Luis Arce, deja el Palacio Quemado con una aprobación por los suelos. La inflación ha trepado a cifras de doble dígito, el banco central ha agotado prácticamente sus reservas en dólares, y productos importados como medicamentos y alimentos han desaparecido de los anaqueles.
El país también sufre por la escasez de combustible. Largas filas de camiones se extienden por kilómetros, paralizando la economía agrícola y comercial de regiones enteras.
“Yo ya no tengo fe en ningún candidato”, afirma Alex Poma Quispe, un joven de 25 años que duerme en la cabina de su camión desde hace dos noches esperando gasolina en las afueras de La Paz. “Lo único que motiva es que Arce ya se va”.
Oposición reciclada: promesas nuevas con rostros viejos
Dos de los favoritos en las encuestas son Samuel Doria Medina y Jorge ‘Tuto’ Quiroga, ambos políticos con varias candidaturas previas en su haber. Doria Medina, empresario millonario de 66 años, promete estabilizar la economía en “100 días, ¡carajo!”.
Sus carteles han sido objeto de burlas populares: vándalos grafitean ceros adicionales, transformando la promesa en “100,000 días”. Su eslogan ha sido convertido en meme. Mientras tanto, Tuto Quiroga, exvicepresidente y presidente interino entre 2001 y 2002, también vuelve al ruedo, apoyado sobre todo por sectores conservadores y de clase media en Santa Cruz y Cochabamba.
Pero su asociación con el expresidente Hugo Banzer —una figura militar que gobernó con mano dura— sigue pesando. “Para mí, Tuto es la definición de la vieja escuela. La Bolivia de la represión”, dice Juan Carlos Mamani, un taxista de 52 años que lo recuerda con amargura.
La izquierda, atomizada y sin brújula
El Movimiento al Socialismo (MAS), partido fundado por Evo Morales y responsable de la etapa política más larga en la historia democrática del país, se encuentra fracturado. La división interna entre Morales y Arce debilitó profundamente su cohesión. Hoy, ninguno de los dos lidera una candidatura fuerte, y el aspirante oficialista, Eduardo del Castillo, apenas logra captar atención con siglas poco emocionantes y discursos plagados de burocracia.
Su eslogan, “Somos una Opción Nacional con Ideas Auténticas”, no despierta entusiasmo ni en sus simpatizantes. “Es de todo menos pegajoso”, comentó con sarcasmo un joven paceño durante un mitin.
Andrónico Rodríguez, otra figura emergente de la línea dura del MAS, ha vendido un discurso de unidad, aunque rayado por la contradicción: sus carteles con la consigna “Unidad por encima de todo” han sido vandalizados a “Unidad solo en las filas”.
Combustible por democracia: el dilema logístico del votante
El voto en Bolivia es obligatorio. Hay sanciones económicas y administrativas para quienes se abstienen. No obstante, muchos ciudadanos se enfrentan a la imposibilidad de trasladarse a los centros de votación debido a la escasez de combustible.
“Si llega algún camión cisterna antes del domingo, vamos a votar. Si no, ni a palos salgo de la fila”, sentencia Weimar Poma Quispe, hermano de Alex. Ambos han estado juntos en la carretera desde el martes, custodiando su cargamento de frutas rumbo a los mercados paceños.
¿Dónde está el debate político?
En un raro viraje, las autoridades permitieron este año la transmisión de debates presidenciales en televisión nacional —algo prohibido desde hace más de dos décadas, en tiempos de Evo Morales. Irónicamente, la mayoría de los candidatos con posibilidades no asistieron o lo hicieron solo una vez.
El resultado: una guerra de insultos personales substituyó las propuestas. Doria Medina acusó a Del Castillo de vínculos con narcotraficantes. Este, a su vez, se burló de las múltiples candidaturas fallidas del empresario. Rodríguez y Quiroga se lanzaron gritos de “asesinos” y “mentirosos”, sin apenas hablar de política energética o inversión extranjera.
Una juventud más conectada... y menos convencida
La mediana de edad en Bolivia es de solo 26 años. Muchas personas jóvenes crecieron bajo gobiernos del MAS, pero ahora sienten un profundo desencanto.
Sin embargo, los partidos parecen no captar este hartazgo. Quiroga intentó dar un golpe de timón incluyendo en su fórmula al joven empresario tecnológico JP Velasco. El candidato vicepresidencial, de 38 años, ha sido una de las pocas novedades reales de esta contienda.
Con discursos desenfadados y una propuesta de reconversión digital e industrial basada en el litio y los centros de procesamiento de datos, Velasco ha conseguido entusiasmar a algunos sectores juveniles —en especial, aquellos desempleados o con estudios técnicos que desean evitar la migración al extranjero.
“Si se van, que sea de vacaciones, no para fregar platos afuera”, dijo en tono burlón durante un mitin en Cochabamba, desatando aplausos. “Vamos a hacer Bolivia sexy otra vez”.
Sus seguidores portan gorras rojas con el eslogan estilo Trump, aunque muchos admiten con humor que “Bolivia nunca fue sexy” y que más que atractivo cultural, el mensaje se refiere a atraer empresas como McDonald’s o Huawei.
Bicentenario sin razones para celebrar
La efeméride de los 200 años de independencia nacional pasó casi desapercibida. Apenas el presidente de Honduras acudió a los actos oficiales, boicoteados por varios líderes regionales. En La Paz, multitudes abuchearon a Arce durante su discurso oficial en la plaza Murillo.
“No hay nada que celebrar”, expresa el estudiante de música Víctor Ticona. “El socialismo nos truncó. Ahora necesitamos abrirnos al mundo”. Como miles de jóvenes, votará por la derecha, más por descarte que por entusiasmo.
Una sociedad cansada, pero expectante
Las encuestas revelan que casi 30% del electorado sigue indeciso. La pregunta no es solo quién ganará, sino si el nuevo líder logrará sortear una tormenta económica sin precedentes y recomponer una democracia cada vez más frágil. El desafío es inmenso, y las herramientas parecen escasas.
Pero pese al cinismo, el domingo será un día histórico: Bolivia no solo decide a su nuevo presidente, sino si es posible reavivar una esperanza que hoy apenas sobrevive en medio del humo de los escapes vacíos de diésel y las pancartas desgarradas por la impaciencia popular.