La paradoja del progreso: por qué aún hay tan pocas mujeres en ciencia y tecnología
Décadas de esfuerzos por aumentar la representación femenina en STEM han logrado avances mínimos. ¿Qué está fallando y cómo podemos revertir la tendencia?
Un avance que no avanza
Hace más de una década, Estados Unidos decidió abordar un problema crónico: la baja representación femenina en los campos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, agrupados en el acrónimo STEM. En respuesta, gobiernos estatales y federales invirtieron millones de dólares en programas y subvenciones destinados a impulsar el acceso y la retención de mujeres en estas disciplinas. Sin embargo, los resultados recientes indican que esos esfuerzos han generado una mejora mínima.
Según un análisis del Public Policy Institute of California, comisionado por CalMatters, el porcentaje de mujeres que obtienen títulos universitarios en ingeniería apenas aumentó del 19% al 25% entre los años académicos 2009-10 y 2022-23. En ciencias de la computación, el crecimiento fue de 16% a 23%, mientras que en matemáticas y estadística la proporción incluso disminuyó en los últimos cinco años.
“No es que no se haya avanzado, pero a este ritmo tomaría muchísimo tiempo alcanzar la paridad de género”, declaró Hans Johnson, investigador principal del instituto.
Un fenómeno cultural, no biológico
La desigualdad de género en STEM no se debe a la capacidad intelectual de las mujeres. Expertas como Mayya Tokman, profesora de matemáticas aplicadas en UC Merced, afirman que las barreras son culturales: estereotipos de género persistentes, falta de modelos a seguir y sistemas educativos que no incentivan ni apoyan suficientemente a las niñas y mujeres en estas áreas.
La escasa representación comienza en el nivel preuniversitario. Por ejemplo, las niñas están subrepresentadas en clases avanzadas como computación. Y aunque componen el 42% de la fuerza laboral en California, representan solo el 25% de quienes trabajan en STEM, según un estudio de Mount Saint Mary’s University.
¿Qué ocurrió con las inversiones?
En 2018, California lanzó la iniciativa Education Learning Laboratory con un presupuesto de $10 millones anuales. Su objetivo: cerrar brechas de equidad, incluyendo la baja inclusión de mujeres en ciencia y tecnología. Pero la crisis del COVID-19 condujo a severos recortes presupuestarios, que se profundizaron en 2024, reduciendo su financiamiento a la mitad. El gobernador Gavin Newsom incluso propuso terminar con la iniciativa completamente, aunque finalmente se acordó extender su vida un año más, a la espera de nuevos fondos.
“Mientras las mujeres están mejorando su rendimiento en la universidad, dudo que podamos decir que la misión está cumplida en cuanto a la paridad en STEM”, señaló Lark Park, directora del laboratorio.
El retroceso del interés político y filantrópico
Desde la pandemia, la conversación pública ha cambiado. Muchos legisladores y donantes han redirigido sus prioridades a temas como la justicia racial, especialmente tras el asesinato de George Floyd en 2020, dejando de lado la equidad de género en educación STEM.
Dawn Brown, presidenta de EmpowHer Institute, cuenta que fundaciones corporativas retiraron apoyos a programas para niñas por temor a verse asociadas con agendas “controversiales” como diversidad e inclusión. “Palabras como ‘mujeres’, ‘niñas’ y ‘cambio climático’ se han convertido en tabúes”, lamenta.
Las historias detrás de los números
Chloe Lynn, estudiante de tercer año en UC Berkeley, es una de las pocas mujeres en sus clases avanzadas de matemáticas. Representa una minoría dentro de una minoría. Pero también es vicepresidenta de la asociación estudiantil de matemáticas de la universidad, y lucha por construir comunidad y redes de apoyo para otras mujeres en el campo.
“Crear una comunidad inclusiva y solidaria es esencial para quien está subrepresentado”, afirma. Lynn trabaja en investigación de teoría matemática aplicada a problemas del mundo real, como la distribución óptima de recursos en catástrofes naturales. “Siento que debo aplicar mis estudios a mejorar mi comunidad”, dice. UC Berkeley se ubica, de hecho, sobre una falla geológica activa.
El problema de la orientación vocacional
Según datos del sistema universitario de California, las mujeres que estudian STEM tienen más probabilidades de graduarse que sus compañeros hombres. En biología, representan el 64% de las graduadas. Pero los asesores vocacionales empujan con frecuencia a las mujeres hacia carreras como biología, percibidas como más “fáciles” que matemáticas o ingeniería, según testimonios de exalumnas del EmpowHer Institute.
“La orientación académica deficiente perpetúa la desigualdad”, comenta Brown. De hecho, muchas mujeres eligen biología porque visualizan su aplicación en profesiones de ayuda social, como enfermería o medicina.
Sue Rosser, experta en políticas de género en ciencia y ex rectora de San Francisco State, coincide. “Las mujeres entran a STEM cuando pueden ver cómo su trabajo ayuda a las personas”, explica. La clave para atraer más mujeres a campos como la ingeniería o física está en explicar su potencial transformador más allá de los números y las fórmulas.
El impacto de los recortes federales
Durante la administración Trump, se cancelaron cientos de subvenciones para investigaciones científicas en California, incluidas áreas como vacunas, salud de mujeres y comunidad LGBTQ+. También se eliminaron fondos para estudiantes de pregrado en ciencia. Muchos de estos programas están aún bajo litigio, lo que significa que los centros no saben si seguirán existiendo.
Uno de los casos más recientes afecta a UCLA, que perdió cientos de millones de dólares en subvenciones tras una investigación federal sobre presunto antisemitismo. El gobierno estadounidense busca un acuerdo financiero de mil millones de dólares para restituir esos fondos.
Una cuestión de seguridad nacional
Hay un argumento práctico además del ético: la innovación y la seguridad económica de Estados Unidos dependen del fortalecimiento de su talento científico. En un país con creciente escasez de trabajadores calificados en ciencia y tecnología, dejar fuera a mujeres —y otras minorías— es simplemente ineficiente.
“Necesitamos más personas en STEM. Y eso incluye mujeres, inmigrantes, personas de color, así como hombres blancos”, sentencia Rosser.
El país se enfrenta a problemas complejos: envejecimiento poblacional, cambio climático, ciberseguridad. Ignorar a la mitad de la población no solo es injusto. Es una decisión que debilita nuestras capacidades colectivas.
Reformular el discurso
Para cerrar la brecha, necesitamos un abordaje multidisciplinario: mejorar la orientación vocacional desde la secundaria, financiar programas que promuevan mentoría y representación, y asegurar un financiamiento sostenido por parte del gobierno. También es imprescindible que el discurso público vuelva a poner en el centro a las mujeres en la ciencia.
Como escribió Lark Park: “Nos hemos distraído. La conversación cultural ha cambiado. Pero el problema, aún sin resolverse, sigue aquí”.
En resumen, dejar de hablar del tema no lo soluciona. Es hora de retomar el debate —con fuerza renovada.