Pakistán bajo el agua: tragedia, cambio climático y un futuro incierto
Más de 500 muertos por lluvias torrenciales y deslaves en el norte de Pakistán; una mirada profunda a las consecuencias humanas y ambientales de la crisis climática
Una tragedia anunciada desde el cielo
En la localidad montañosa de Buner, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, el sonido de la lluvia no trajo frescura sino destrucción. En tan solo horas, la región experimentó una de las peores catástrofes naturales del año, con deslaves y riadas repentinas que arrasaron viviendas, escuelas y caminos, dejando, según autoridades locales, al menos 220 muertos solo el viernes.
Según la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres (NDMA) de Pakistán, el número total de muertos por eventos climáticos desde el 2 de junio ha superado los 541 fallecidos. Las lluvias por encima del promedio, provocadas por los efectos cada vez más visibles del cambio climático, demuelen cualquier previsión gubernamental de contención.
Entre el lodo y la pérdida: el rescate contrarreloj
En las aldeas de Pir Baba y Malik Pura, los más afectados por el desastre, los rescatistas buscan desesperadamente entre escombros y tierra. Muchos cuerpos fueron hallados bajo estructuras colapsadas, algunos de ellos niños. El acceso a estas zonas es difícil, y ni siquiera los rescatistas han escapado ilesos. Un portavoz de los servicios de emergencia, Mohammad Suhail, informó que los primeros respondedores siguen descubriendo cadáveres a medida que avanza la operación de rescate.
“No sabíamos de dónde venía el agua, pero llegó tan rápido que muchos ni siquiera pudieron salir de sus casas”, relató Mohammad Khan, de 53 años y residente de Pir Baba.
Las mujeres de la comunidad, muchas de las cuales se encontraban recogiendo leña en el monte, resultaron menos afectadas, explicó el médico de un hospital local, el Dr. Mohammad Tariq. Sin embargo, las víctimas mortales documentadas son en su mayoría hombres y niños.
Una tragedia que no respeta fronteras
A 300 kilómetros al este, en la región de Cachemira india, las inundaciones recientes también han causado estragos, cobrando vidas humanas y desplazando a cientos. Este fenómeno, llamado “chorreo de nubes” o cloudburst —lluvias intensas localizadas en muy corto tiempo—, está convirtiéndose en una constante en las regiones montañosas himalayas.
Ambos lados de la frontera sufren las consecuencias de décadas de negligencia ecológica, escasa planificación urbana y una gestión ambiental deficiente. Lo que antes era un fenómeno inusual, ahora amenaza con convertirse en la nueva normalidad.
Un país atrapado en un ciclo incontrolable
Pakistán ha sido uno de los países más impactados por el cambio climático, pese a contribuir muy poco a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Según el Banco Mundial, Pakistán ocupa el puesto 5º entre los países más vulnerables al cambio climático.
En 2022, las devastadoras lluvias del monzón causaron la muerte de más de 1,700 personas y daños económicos por un estimado de $40,000 millones de dólares. Dos años después, la historia ha vuelto a repetirse, y con cada tormenta fuerte, el ciclo se vuelve más destructivo.
Turismo y negligencia: una combinación mortal
En medio del caos, las autoridades han evacuado a más de 3,500 turistas que se encontraban en áreas afectadas, muchos de los cuales habían ignorado las advertencias de las autoridades. El turismo interno en Pakistán ha experimentado un auge en los últimos años por la inestabilidad geopolítica que afecta a otras zonas del mundo. Sin embargo, la falta de infraestructura y protocolos de seguridad en zonas de alto riesgo ha expuesto a miles de viajeros.
Además, la falta de conciencia ecológica y ambiental en la planificación de estos espacios turísticos no ayuda. El gobierno simplemente no está equipado para gestionar visitas masivas en periodos de emergencia.
Un gobierno desbordado
Pese a las cifras, los esfuerzos del gobierno siguen siendo insuficientes. Entre 2007 y 2020, Pakistán invirtió menos del 1% de su PIB en preparación y respuesta a desastres. Gran parte de los presupuestos se destina todavía a seguridad nacional o pago de deuda externa.
“Si no invertimos en infraestructura climática ahora, pagaremos con vidas después”, advirtió en 2023 la activista climática paquistaní Fatima Gul en el Foro Climático de Asia del Sur.
La huella humana de un desastre natural
Más allá de los números y las estadísticas, cada cuerpo recuperado es una familia devastada, una comunidad fracturada. La tragedia en las aldeas de Buner pone en evidencia la precariedad de la vida rural, donde en muchas ocasiones el acceso a hospitales, comunicaciones y albergues es casi imposible.
Además, cientos de campesinos han perdido sus medios de subsistencia. Con tierras arrasadas y ganados muertos, el sustento de miles de personas ha desaparecido en cuestión de horas, detonando otra crisis: la alimentaria.
¿Cambio climático o negligencia crónica?
El debate sobre la responsabilidad detrás de estos desastres es amplio. ¿Son eventos fortuitos intensificados por el cambio climático, o catástrofes prevenibles cuyos efectos se amplifican por fallas humanas? La respuesta, probablemente, es ambas.
Especialistas apuntan que la deforestación desmedida, la urbanización mal planificada y la falta de infraestructura de drenaje en las laderas del Himalaya contribuyen directamente al riesgo de inundaciones.
Una estrategia nacional de adaptación al cambio climático es urgente, no solo en Pakistán sino en todos los países del sur de Asia.
¿Y ahora qué?
Los desplazados necesitan comida, techo, atención médica y seguridad. La amenaza de epidemias de cólera y dengue crece debido a las aguas estancadas. Es necesario que las respuestas humanitarias sean rápidas y eficaces.
Pero más allá de la ayuda inmediata, lo que se necesita es planificación de largo plazo. Sin inversión en infraestructura resiliente, educación climática y medidas preventivas, Pakistán —y toda la región— corre el riesgo de convertir estos eventos extremos en parte del calendario anual, cada vez más mortífero.
Hoy es Buner, pero mañana puede ser cualquier otra aldea que penda del equilibrio precario entre la montaña y el cielo.
Cifras que estremecen
- 541 personas fallecidas por impactos climáticos desde el 2 de junio en Pakistán.
- Más de 220 muertos solo en Buner por deslaves y riadas.
- 3,500 turistas evacuados por riesgo de inundaciones.
- $40 mil millones en pérdidas por desastres naturales en 2022.
- Menos del 1% del PIB destinado a gestión de desastres.
“Cada centímetro de agua que sube es una vida que se hunde”
La naturaleza habla alto. La pregunta es: ¿estamos escuchando?