Bolivia al Borde del Cambio: Elecciones Históricas y un Futuro Incierto
Entre la debacle económica, la fragmentación del MAS y la presión internacional, el país encara su jornada electoral más polarizada en décadas
La Paz, Bolivia – Bolivia se encuentra en una encrucijada histórica. Las elecciones presidenciales y legislativas celebradas este domingo pueden marcar un punto de inflexión profundo en la política boliviana. Con el Movimiento al Socialismo (MAS) debilitado y la posibilidad real de un giro hacia la derecha después de más de dos décadas de hegemonía izquierdista, el panorama político del país sudamericano ha entrado en territorio completamente desconocido.
El derrumbe del MAS y una izquierda fragmentada
Desde su llegada al poder en 2006, el MAS de Evo Morales dominó el tablero electoral boliviano. En sus tres mandatos, Morales logró estabilidad política y enormes avances sociales gracias al auge de las materias primas, principalmente el gas. Pobreza reducida, infraestructura mejorada y una clase media emergente fueron los logros más celebrados.
Sin embargo, la ambición por perpetuarse en el poder —con una cuarta candidatura cuestionada en 2019 seguida de protestas masivas y su salida forzada— marcó el inicio de la debacle. Hoy el MAS está quebrado por dentro. El actual presidente Luis Arce, inicialmente considerado delfín de Morales, terminó enfrentado con su mentor. Arce, que renunció a postularse por su baja popularidad, dejó un vacío que intentaron llenar figuras como Eduardo del Castillo y Andrónico Rodríguez, sin éxito unificador.
Evo Morales: del poder al exilio interno
Morales, con una orden de arresto en su contra por cargos que incluyen tráfico y abuso sexual de una menor, se ha replegado en su bastión cocalero del Chapare. Desde allí, ha lanzado una campaña simbólica pidiendo al electorado anular o dejar en blanco su voto, en señal de repudio al proceso electoral.
“No es una elección legal ni legítima. No representa al movimiento indígena ni al movimiento popular”, proclamó Morales en su programa radial semanal. En una extraña paradoja política, busca liderar desde la sombra un acto de sabotaje electoral, convencido de que un voto nulo en masa sería una victoria suya ante un sistema que lo ha excluido.
El ascenso de la derecha: Doria Medina y Quiroga, viejos conocidos con nueva oportunidad
La ruptura del MAS abrió un espacio para figuras de la derecha neoliberal que ya habían aspirado infructuosamente a la presidencia. Samuel Doria Medina, empresario multimillonario, y Jorge “Tuto” Quiroga, expresidente interino, encabezan las encuestas. Ambos han prometido restaurar las relaciones con Estados Unidos, rotas en 2008 tras la expulsión del embajador por Morales, y abrir la economía al capital extranjero.
También barajan iniciativas impopulares: eliminar subsidios generosos al combustible y alimentos, iniciar un duro ajuste fiscal y liberalizar la inversión en el estratégico sector del litio —donde Bolivia posee las mayores reservas del planeta.
Esta agenda económica viene acompañada de un giro geopolítico. Doria Medina y Quiroga plantean revisar los vínculos estrechos de Bolivia con China, Rusia e Irán, y buscan acercarse a Israel y potencias occidentales. En el contexto regional, Bolivia podría sumarse al creciente bloque derechista representado por Javier Milei en Argentina, Daniel Noboa en Ecuador y Nayib Bukele en El Salvador.
Polarización, incertidumbre y una bomba económica
Bolivia atraviesa su peor crisis económica en 40 años. La inflación supera los dos dígitos, hay escasez de combustible y largas filas para obtener alimentos básicos. Este clima de angustia económica convierte la elección en un terreno fértil para discursos radicales.
Según Daniel Lansberg-Rodríguez, experto en riesgos políticos de la firma neoyorquina Aurora Macro Strategies: “Pocas veces he visto un polvorín con tantas chispas listas para encenderse. Sin el MAS como columna vertebral, Bolivia entra en aguas políticas inexploradas con una profunda polarización y un abismo rural-urbano que se ensancha”.
La directora de Andean Information Network, Kathryn Ledebur, advierte que “un triunfo de la derecha podría tener consecuencias graves para las poblaciones indígenas y empobrecidas. Aumentarían la represión, el uso de fuerzas de seguridad y grupos parapoliciales para sofocar protestas contra la explotación extranjera del litio y los ajustes presupuestarios”.
Voto obligatorio, apatía general
En Bolivia el voto es obligatorio, con más de 7.9 millones de personas habilitadas. Sin embargo, cerca del 30% no ha decidido aún su opción. El clima electoral está marcado por la desafección. “Hay entusiasmo por el cambio, pero no por los candidatos”, comenta Eddy Abasto, vendedor ambulante en La Paz. “Siempre es lo mismo: ellos se enriquecen, nosotros sufrimos”.
Esta apatía favorece el escenario de una segunda vuelta: si ningún candidato logra más del 50% de los votos o 40% con una diferencia de 10 puntos, habrá balotaje el 19 de octubre, algo que no ocurre desde el retorno a la democracia en 1982.
El litio, la pieza codiciada en el tablero global
En el corazón de toda esta efervescencia está el litio —el “oro blanco” del siglo XXI. Bolivia posee hasta 21 millones de toneladas, lo que representa aproximadamente el 21% de los recursos mundiales. Pero, a diferencia de Chile o Argentina, Bolivia no ha podido industrializar significativas cantidades.
Los candidatos de derecha apuestan por abrir el sector al capital extranjero, algo polémico tras años de nacionalismo de los recursos. La cuestión no es solo económica, sino geopolítica. Bolivia podría pasar de ser una aliada estratégica de China a un socio prioritario de Estados Unidos y Occidente, alterando así el balance regional.
Morales y la sombra del pasado
Morales, aunque inhabilitado, sigue siendo protagonista. Acusado de delitos penales, perseguido por sus antiguos aliados y aislado políticamente, aún conserva infraestructura mediática, apoyo sindical y un núcleo de votantes leales. Desde su cuartel general en Lauca Ñ, continúa emitiendo mensajes incendiarios contra los “eternos perdedores” Doria Medina y Quiroga.
“Nadie va a ganar”, dijo. “Será el voto nulo, que es el voto de Evo”. La frase, aunque hiperbólica, refleja el pulso simbólico que todavía ejerce. Para muchos en el altiplano y las zonas rurales, Morales aún encarna resistencia e identidad política indígena frente al establishment tradicional.
Un congreso en juego
Además de la presidencia, los bolivianos elegirán a los 130 miembros de la Cámara de Diputados y a los 36 senadores. El fraccionamiento del MAS complica la posibilidad de un bloque mayoritario, lo que augura un legislativo dividido y potencialmente ingobernable si no se logran pactos.
Este escenario refuerza el riesgo de una “legislatura de veto”, donde ningún proyecto prospera, alimentando el malestar social y la tentación autoritaria. En ese contexto, el estilo de liderazgo emergente sería más personalista y menos institucional, como se ha visto en otros países de la región.
¿Hacia una nueva era o el retorno del ciclo?
Varios analistas coinciden en que Bolivia está entrando en una fase de redefinición ideológica tras casi 20 años de hegemonía masista. La interrogante es si esta transición representará una democratización real o simplemente una rotación de élites, donde viejos rostros y nuevas promesas terminan aplicando las recetas tradicionales con distinto discurso.
Mientras tanto, el futuro inmediato será determinado por los resultados de esta votación: ¿tendrá Bolivia finalmente su primer gobierno derechista en décadas? ¿Resurgirá un MAS renovado en el Congreso? ¿O se impondrá el abstencionismo simbólico propuesto por Morales?
Sea cual sea el resultado, Bolivia no será la misma después de este proceso electoral. La esperanza y el temor coexisten en un país profundamente dividido, con su destino oscilando entre la memoria del cambio revolucionario y las promesas de estabilidad del capitalismo ortodoxo.