Líbano y Siria: ¿Aliados forzados o vecinos eternamente distantes?
Análisis de una relación marcada por décadas de ocupación, desconfianza y conflictos que aún hoy definen el destino de Medio Oriente
Una frontera tan cercana como simbólica
La relación entre Líbano y Siria ha sido, a lo largo de la historia moderna, una mezcla compleja de proximidad forzada, dependencia política, guerras y recelos mutuos. En la actualidad, aunque la familia Assad ha perdido el control del gobierno sirio tras una ofensiva insurgente, y Hezbollah está debilitado por un conflicto reciente con Israel, la tensión persiste.
Un ejemplo reciente de esta inestabilidad son los escarceos fronterizos que han dejado muertos y heridos, incluso una niña libanesa de cuatro años. Ambos gobiernos, aunque han coordinado esfuerzos en seguridad fronteriza, mantienen una relación fría en lo diplomático. A pesar de dos visitas de autoridades libanesas a Siria, ningún alto funcionario sirio ha correspondido oficialmente.
Relaciones históricamente tensas
La historia reciente está marcada por la percepción —de ambas partes— de conspiraciones, traiciones y una constante competencia por la autonomía y soberanía. Muchos sirios no han perdonado a Hezbollah por involucrarse en la guerra civil siria defendiendo al depuesto Bashar al-Assad. Por su parte, muchos libaneses temen que el nuevo orden sirio busque reinstaurar una especie de tutela sobre su país.
Para entender esta tensión, debemos revisar el pasado reciente. En 1976, el entonces presidente Hafez al-Assad —padre de Bashar— envió tropas a Líbano bajo el pretexto de intervenir en su guerra civil. Cuando el conflicto interno libanés terminó en 1990, esas tropas no se retiraron, sino que permanecieron en el país durante otros 15 años, hasta 2005.
El asesinato de Hariri y la ruptura definitiva
En 2005, un ataque con coche bomba mató al ex primer ministro Rafik Hariri. Muchas voces apuntaron a Siria como responsable, lo que llevó a masivas protestas internas e internacionales que forzaron la retirada de las tropas sirias. Esto marcó el final de casi 30 años de dominio sirio (militar y político) sobre el Líbano.
El hecho tuvo consecuencias significativas: la instalación de embajadas en ambos países (por primera vez en 2008) y un reconocimiento oficial de Líbano por parte de Siria, que hasta entonces no lo consideraba completamente soberano.
Crisis humanitaria y desconfianza mutua
La guerra civil en Siria, iniciada en 2011, obligó a más de un millón de sirios a refugiarse en Líbano. Esto convirtió al pequeño país mediterráneo en el estado con más refugiados per cápita en el mundo. En un país de cinco millones de habitantes, se estima que al menos 716.000 sirios están registrados como refugiados, pero podrían ser más de un millón en realidad.
Los refugiados han sido blanco de discriminación, desde comentarios xenofóbicos hasta toques de queda en ciertos municipios. A su vez, Siria ahora exige la devolución de miles de millones de dólares en depósitos de ciudadanos sirios atrapados en bancos libaneses tras el colapso financiero del país del cedro en 2019.
Hezbollah: ¿protector o amenaza regional?
Desde 2013, Hezbollah, organización chiita libanesa financiada por Irán, envió miles de combatientes a Siria para proteger al gobierno de Assad. Esto fortaleció momentáneamente el vínculo Siria-Irán-Hezbollah, pero también polarizó aún más a la sociedad libanesa. Mientras unos veían la intervención como una medida de defensa de los intereses regionales chiitas, otros lo interpretaron como una peligrosa subordinación a los intereses extranjeros.
Uno de los episodios más delicados tras la caída de Assad fue el asesinato de tres soldados sirios supuestamente por supuestos miembros de Hezbollah. Las autoridades libanesas argumentaron que fueron simples contrabandistas, pero Damasco no quedó convencido. La situación provocó una oleada de protestas por parte de las familias de los prisioneros sirios detenidos en Líbano (unos 2.000, de los cuales 800 permanecen sin juicio).
Rumores y nombramientos polémicos
Los rumores de posibles pactos secretos avivan aún más la paranoia mutua. Uno de los más sonados fue que la ciudad libanesa de Trípoli sería entregada a Siria a cambio de que este último renunciara al Golán, actualmente bajo control de Israel. Aunque desmentido por autoridades de ambos países, el eco mediático de semejante especulación es evidencia de lo quebradiza que es la confianza bilateral.
Otro detonante reciente fue el nombramiento de Abdullah Shehadeh, un oficial del ejército libanés que desertó para unirse a los rebeldes sirios, como jefe de seguridad de la región siria de Homs, limítrofe con Líbano. En Siria, era conocido bajo el alias “Abu Youssef el libanés”, y su nuevo rol fue confirmado por funcionarios de seguridad sirios.
¿Cooperación inevitable?
En medio de tanta tensión, hay intentos de cooperación. En marzo pasado, los ministros de Defensa de ambos países firmaron en Arabia Saudita un acuerdo para reforzar la coordinación y demarcar la frontera norte. También se espera que un nuevo plan respaldado por EE. UU. ayude a lograr una delimitación fronteriza más precisa, algo que facilitaría el control de contrabando y posibles infiltraciones violentas.
Radwan Ziadeh, del Arab Center de Washington, sostiene que «la mejor manera de avanzar es abordar los problemas bilaterales uno por uno, no como un paquete». De esa manera, afirma, disminuirá la tensión gradualmente. También minimiza declaraciones recientes de opositores sirios que afirmaron que Líbano debería regresar al “espacio sirio”. “Son voces aisladas que no representan al Estado sirio”, concluye.
Con el ojo en el futuro inmediato
Analistas geopolíticos coinciden en que la expectativa a corto plazo entre Beirut y Damasco es mantener una paz tensa. La presión internacional, particularmente desde Arabia Saudita y Estados Unidos, podría ser clave para impulsar una solución a los temas pendientes: el traslado de prisioneros, la devolución de fondos atrapados en bancos libaneses, la repatriación ordenada y segura de los refugiados sirios y la formación de un nuevo tratado de convivencia fronteriza estable.
Sin embargo, será difícil erradicar décadas de rivalidad, sospechas y heridas históricas. Tras todo lo vivido, la pregunta sigue abierta: ¿pueden Siria y Líbano convertirse en socios soberanos o están condenados a repetir los ciclos de dominación y resistencia?