Los Juegos de Guerra de Putin y Trump: Reencuentro bajo tensión y sin resultados
Una cumbre entre Estados Unidos y Rusia centrada en Ucrania termina sin acuerdos mientras se profundiza el autoritarismo y el poder militar como herramientas de control interno y externo
Un espectáculo diplomático sin contenido
Este viernes, la atención del mundo se centró en una esperada reunión entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin realizada en Anchorage, Alaska. Aunque se esperaba que el encuentro tuviera como objetivo central avanzar hacia una salida diplomática a la guerra en Ucrania, lo cierto es que terminó sin acuerdos tangibles ni compromisos reales. En su lugar, los líderes protagonizaron momentos simbólicos frente a las cámaras: saludos en alfombra roja, un paseo conjunto en limusina y, al término, una rueda de prensa sin preguntas donde evitaron compromisos públicos.
Según reportes, el presidente ruso se mostró especialmente animado en la conferencia, respondiendo con vehemencia a preguntas sobre el estancamiento en Ucrania, mientras Trump restó importancia a la falta de avances afirmando que "no todo puede resolverse en una sola reunión". El ambiente fue más un teatro geopolítico que una cumbre productiva.
¿Qué dice Zelenskyy?
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, planea reunirse este lunes con Donald Trump. Un portavoz de la oficina presidencial ucraniana afirmó que "el país sigue esperando que Estados Unidos actúe con contundencia para frenar la maquinaria bélica rusa". Sin embargo, las expectativas son bajas luego de que el encuentro entre Trump y Putin terminara sin avances básicos como un cese al fuego.
Ucrania: la guerra sin tregua
Mientras los líderes conversaban en Alaska, en las trincheras de Ucrania la realidad es muy distinta. Reportes desde el frente dan cuenta de una situación crítica: las fuerzas ucranianas enfrentan constantes bombardeos, dificultades logísticas e insuficiencia de armamento.
"Es una guerra de desgaste", afirma Oleksii Reznikov, exministro de Defensa de Ucrania, en una entrevista con The Kyiv Independent. "Rusia cuenta con más recursos y menos escrúpulos. Nosotros resistimos, pero el costo humano es altísimo".
Desde febrero de 2022, la guerra ha dejado más de 500.000 muertos y heridos, según estimaciones del Comité Internacional de la Cruz Roja. A esto se suman más de 10 millones de desplazados —una cuarta parte de la población del país— y daños estructurales que estiman las autoridades locales en más de 400 mil millones de dólares.
Visiones opuestas: el poder frente al pueblo
Más allá del conflicto ucraniano, otra narrativa llama la atención: la creciente tendencia del gobierno de Trump a utilizar herramientas militares para controlar el funcionamiento interno de Estados Unidos. Esta semana, el intento de la administración para tomar el control directo de la policía de Washington, DC, fue interpretado por muchos como un ensayo general de una posible represión más amplia.
La respuesta no se hizo esperar. La alcaldesa Muriel Bowser demandó al gobierno federal para frenar esta intervención, que incluyó el despliegue de unidades de la Guardia Nacional. Trump justificó la medida aludiendo a la necesidad de combatir la creciente criminalidad en la capital, pero críticos argumentan que se trata de una estrategia para imponer autoridad sin consenso democrático.
"Este tipo de acción tiene ecos preocupantes del autoritarismo que vemos en otras latitudes", señaló en CNN el analista político Van Jones. "Si puede pasar en DC, puede pasar en Chicago, Atlanta, Filadelfia..."
Sombra en el sudeste asiático: masacre aérea en Myanmar
Lejos del foco de cámaras occidentales, el sudeste asiático vivió una nueva tragedia cuando la junta militar de Myanmar ejecutó un brutal bombardeo sobre la localidad minera de Mogok. El ataque aéreo —ocurrido la noche del jueves— dejó al menos 21 civiles muertos (incluyendo una mujer embarazada) y decenas de heridos. Las cifras podrían subir a 30 víctimas mortales según residentes locales.
La Ta’ang National Liberation Army (TNLA), uno de los grupos étnicos armados que combaten a la junta desde 2021, afirmó que el objetivo parecía ser un monasterio budista. También murieron visitantes que se encontraban en la casa de la mujer embarazada.
El conflicto interno en Myanmar se recrudeció tras el golpe militar de febrero de 2021 que derrocó al gobierno democrático de Aung San Suu Kyi. Desde entonces, el país vive una guerra civil con frecuentes bombardeos a comunidades civiles e infraestructuras religiosas. La ONU ha denunciado torturas, crímenes sexuales y desapariciones en centros de detención militar.
Gaza sigue sangrando en silencio
Al mismo tiempo, Gaza continúa enfrentando una crisis humanitaria agravada por los ataques israelíes y las restricciones al ingreso de ayuda. Esta semana se multiplicaron las muertes por hambre y deshidratación, particularmente entre niños y ancianos.
"No hay agua potable. Los pozos están destruidos, la electricidad no funciona y las plantas desalinizadoras han cerrado", indicó el portavoz local del grupo Medical Aid for Palestinians. La situación empeoró tras el anuncio del gobierno israelí de proyectos de asentamientos que sepultan, según diplomáticos europeos, la viabilidad de un Estado palestino.
Clima, desastres y guerra: el sur global también arde
Mientras en occidente se debate estrategia militar y control político, en India y Pakistán cientos de personas han muerto por inundaciones provocadas por lluvias torrenciales. En estados montañosos como Himachal Pradesh, los ríos se desbordaron y arrasaron aldeas enteras. Se habla de más de 400 víctimas fatales y decenas de miles de desplazados.
Expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) aseguran que este tipo de fenómenos extremos se volverán más frecuentes. "Las lluvias tipo cloudburst son claras señales de un clima alterado", advirtió Dr. Arvind Kumar del Instituto Meteorológico de Delhi.
¿Un mundo sin rumbo claro?
En el marco de un mundo cada vez más polarizado, donde los líderes de las superpotencias se limitan a representar roles sin asumir compromisos, los escenarios no ofrecen alternativas reconfortantes. Desde el sudeste asiático bombardeado, hasta los barrios de Washington militarizados, pasando por los campos de refugiados palestinos... las señales son inquietantes.
La reunión de Trump y Putin parece responder más al deseo de proyectar fuerza que al de buscar soluciones. En el contexto estadounidense, preocupa cómo el uso del poder federal se va empleando para controlar ciudades, protestas e instituciones, tomando como modelo —tal vez inconsciente o deliberado— a otras potencias autoritarias.
El mundo necesita más responsabilidad, menos espectáculo. Y sobre todo, a líderes que prioricen la paz sobre las bombas.