El horror oculto de Khasfa: exhumación masiva destapa las cicatrices del Estado Islámico en Irak

Una mirada profunda al mayor presunto entierro masivo en la historia moderna de Irak y su vínculo con la brutalidad del grupo terrorista Estado Islámico

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El nombre Khasfa puede no evocar nada para muchos fuera de Irak, pero en el norte del país, en las afueras de Mosul, este sitio es sinónimo de tragedia, horror y esperanza pendiente. Khasfa, una enorme sima ubicada en el ondulante paisaje desértico, se cree que alberga uno de los mayores enterramientos masivos realizados por el grupo terrorista Estado Islámico (EI) durante su sangrienta campaña por dominar la región. La reciente decisión de las autoridades iraquíes de excavar este sitial ha reavivado no sólo los traumas del pasado sino también la exigencia de justicia y memoria para miles de víctimas.

Khasfa: símbolo del terror

Situada al sur de Mosul, Khasfa ya era conocida como un peligro geológico debido a su condición de sumidero natural. Sin embargo, durante la ocupación del EI entre 2014 y 2017, se convirtió en sinónimo de ejecución sistemática. El pozo fue utilizado por la organización extremista como fosa común para arrojar a sus víctimas, muchas de ellas todavía con restos de ataduras, vendas en los ojos e incluso uniformes militares.

Según testimonios recopilados por abogados y defensores de derechos humanos como Rabah Nouri Attiyah, se estima que podrían yacer allí entre 4,000 y 10,000 cuerpos: desde soldados iraquíes y policías hasta yacidíes, pastores, chiitas y sunníes considerados colaboracionistas.

“He trabajado con más de 70 familias de personas desaparecidas sólo en la provincia de Nínive. Todos nos señalan Khasfa como el destino final de sus seres queridos”, declaró Attiyah.

El Estado Islámico y su reinado de oscuridad

El Estado Islámico, conocido por sus siglas EI o ISIS en inglés, surgió como una escisión de Al Qaeda en Irak. En su apogeo, alrededor de 2015, controlaba un territorio aproximado al tamaño del Reino Unido en Irak y Siria. Su forma de gobernar era brutal y medieval: ejecutaban a civiles por disidencia, obligaban a las mujeres a la esclavitud sexual —particularmente a las yacidíes— y operaban un sistema de castigos públicos que incluía decapitaciones, lapidaciones y crucifixiones.

Miles de personas desaparecieron entre 2014 y 2017, incluyendo combatientes y civiles. Familias enteras fueron separadas. Los cementerios improvisados, como Khasfa, se convirtieron en parte de su marca de terrorismo psicológico.

Las implicaciones forenses y legales

La excavación actual organizada por la Fundación de los Mártires de Irak junto con el Poder Judicial y la Dirección de Fosas Comunes es apenas un inicio técnico. A partir del 9 de agosto, se han recuperado restos a nivel superficial, mientras se prepara una exhumación completa que requerirá asistencia internacional. El director del operativo, Ahmad Qusay al-Asady, ha sido enfático:

“Este es un sitio altamente complicado debido al agua sulfurosa, la posible presencia de explosivos sin detonar, y la necesidad de medidas extremas de bioseguridad”.

Uno de los primeros pasos clave es la recolección de muestras de ADN y testimonios de familiares, con el objetivo de construir una base de datos genética que permita la identificación de los restos. Esto, en paralelo a la creación de una base digital de evidencias geográficas y testimoniales, generará el material probatorio imprescindible en futuras investigaciones judiciales tanto locales como internacionales.

Khasfa y justicia transicional: ¿una ruta posible para Irak?

Muchos activistas y juristas consideran que hasta ahora Irak no ha transitado lo suficiente en el sendero de la justicia transicional. Casos como el de Khasfa podrían ser el punto de partida. Human Rights Watch y otras ONG han propuesto que se establezca una comisión especial mixta, con participación internacional, para documentar y judicializar estos crímenes.

Irak ha realizado condenas contra miembros del EI, pero gran parte de estos juicios se han realizado sin pruebas forenses y con confesiones forzadas. Exhumaciones como la de Khasfa podrían dotar al sistema legal de evidencia concreta, cifras verificables y sobre todo, nombres.

Un drama humano que sigue vivo

Para las comunidades afectadas, la apertura de la fosa de Khasfa no solo representa el hallazgo de un cuerpo: es la clausura —aunque parcial— de una herida. Es identificar, llorar, enterrar, y en muchos casos aceptar la cruel realidad. Decenas de familias —como la del abogado Attiyah, quien perdió a su tío y a un primo policía— viven cada día con la incertidumbre de si volverán a ver los restos de sus familiares.

En Nínive, algunos sobrevivientes recuerdan haber visto autobuses con cortinas negras llegar al sitio casi a diario en pleno dominio del EI. Eran llamados “buses de la muerte”. Los testigos relatan cómo podían escuchar disparos, lamentos, y cuerpos siendo arrojados al abismo.

Cifras contundentes del genocidio y su legado

  • Se han descubierto al menos 202 fosas comunes relacionadas con el EI sólo en Irak, según Naciones Unidas.
  • Las estimaciones oscilan en más de 12,000 cuerpos en todo el país, aunque se cree que la cifra real puede ser mayor.
  • Más de 3,000 mujeres y niñas yacidíes siguen desaparecidas, muchas de ellas posiblemente muertas y enterradas en estos sitios.

Solo alrededor del 10% de estas fosas han sido completamente exhumadas o documentadas. Muchas están en áreas difíciles de acceder geográficamente o siguen siendo peligrosas debido a explosivos.

El papel de la comunidad internacional

En operaciones pasadas, organizaciones como el Equipo de las Naciones Unidas para el Fomento de la Rendición de Cuentas por los Crímenes del EI (UNITAD) han colaborado en la documentación de crímenes de guerra. La intervención internacional en Khasfa, sin embargo, aún está pendiente. La necesidad de tecnologías avanzadas, personal forense experimentado, e incluso participación de la Corte Penal Internacional en La Haya es evidente.

Según UNITAD, “la rendición de cuentas debe basarse en pruebas sólidas, testimonios verificables y dignidad para las víctimas”. Khasfa puede ser esa oportunidad.

¿Y ahora qué?

La historia de Khasfa no es solo pasado, es futuro. ¿Puede Irak transformar este y otros sitios similares en lugares de memoria, reflexión y justicia? ¿Puede el Estado asegurar que nunca más se repitan masacres como estas? La exhumación no terminará con el dolor, pero sí puede transformar la ausencia y el silencio en búsqueda, reconocimiento y verdad.

Como escribió alguna vez el filósofo Paul Ricoeur: “El duelo no termina cuando enterramos el cuerpo, sino cuando recuperamos el relato que lo dignifica”.

Hoy, las familias de Mosul y Nínive están más cerca de encontrar ese relato y de reescribir su historia, una que comienza siempre con una verdad por exhumar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press