Elecciones en Bolivia: ¿Cambio de era o repetición de la historia?
Con una izquierda fragmentada y una derecha fortaleciéndose, Bolivia se enfrenta a una encrucijada política que podría redefinir su rol geopolítico en América Latina
Un país al borde de una transformación
Bolivia, esa nación andina de altiplanos, culturas ancestrales y reservas minerales estratégicas, se encuentra ante un momento decisivo en su historia democrática. Las recientes elecciones presidenciales no sólo determinarán quién asumirá el poder, sino hacia dónde se orientará ideológicamente un país golpeado por la inflación, la división interna y las carencias económicas.
Por primera vez en más de dos décadas, el poder podría pasar de manos del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido fundado por Evo Morales, a actores de derecha que proponen un giro drástico al modelo económico y geopolítico del país. ¿Está Bolivia preparada para seguir la ola conservadora que recorre América Latina? ¿O la inercia populista seguirá ejerciendo peso?
Un electorado indeciso en medio del caos económico
Según encuestas previas a la votación, cerca de un 30% del electorado permanecía indeciso, una cifra abismal para una elección de esta magnitud. La crisis económica, considerada la peor en cuatro décadas, juega un papel crucial en esa incertidumbre: largas filas para conseguir combustible, dificultades para acceder a alimentos subsidiados como el pan, y una inflación que supera los dos dígitos, han generado una profunda desilusión que no encuentra contención en ninguna de las fuerzas políticas.
En palabras del analista Daniel Lansberg-Rodríguez: “Rara vez he visto una situación tan explosiva, con tantas chispas listas para encenderse.”
¿Una deriva hacia la derecha como en Argentina o El Salvador?
El triunfo de figuras como Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador o Daniel Noboa en Ecuador, ha marcado un viraje hacia propuestas conservadoras, eficientistas y autoritarias en la región. Bolivia podría sumarse a esa tendencia si elige entre sus dos candidatos de derecha más destacados:
- Samuel Doria Medina: empresario multimillonario y exministro, esta es su cuarta postulación presidencial.
- Jorge Quiroga Ramírez “Tuto”: exmandatario interino entre 2001 y 2002, vinculado al ideario neoliberal.
Ambos prometen restablecer relaciones con EE.UU. y abrir las puertas a la inversión extranjera en sectores estratégicos como el litio, los hidrocarburos y las telecomunicaciones. Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos en 2008, cuando el entonces presidente Evo Morales expulsó al embajador Philip Goldberg acusándolo de injerencia.
El mineral del siglo XXI: Litio y una nueva geoestrategia
Bolivia tiene las reservas de litio más grandes del mundo, ubicadas principalmente en el Salar de Uyuni. En un contexto donde este mineral es esencial para baterías eléctricas y tecnologías verdes, su control se convirtió en punto de tensión entre soberanía nacional y apertura económica.
Un gobierno de derecha permitiría el ingreso de capital privado y empresas multinacionales, lo que podría realinear al país con ejes distintos a los de China, Rusia o Irán, actuales socios políticos del socialismo boliviano. ¿Pero a qué costo? ¿Y con qué nivel de aceptación popular?
El ocaso del MAS: ascenso, gloria y fractura
El Movimiento al Socialismo fue durante casi dos décadas la fuerza política dominante. Desde su llegada al poder en 2006, Evo Morales nacionalizó recursos naturales, redujo la pobreza y mejoró la infraestructura. Sin embargo, su intento fallido de reelegirse para un cuarto mandato en 2019 provocó una ola de protestas, su salida del país y el inicio de un gobierno interino.
En esta elección, el MAS llega dividido y sin su figura más reconocida. Luis Arce, actual presidente y sucesor de Morales, renunció a postularse por la caída de su popularidad y en su lugar fue postulado Eduardo del Castillo, su ministro del Interior. Paralelamente, Andrónico Rodríguez, presidente del Senado y exdirigente cocalero, lanzó su propia candidatura desde una fracción del MAS.
Morales, perseguido judicialmente por supuestas relaciones inapropiadas con una menor de edad, ha optado por boicotear el proceso electoral promoviendo el voto nulo o blanco. Su figura, antes símbolo de unidad, hoy representa discordia.
Una izquierda sin rumbo, una derecha sin entusiasmo
En este panorama de fragmentación y desesperanza, los votantes no encajan fácilmente con las opciones disponibles. Lo resume bien Eddy Abasto, comerciante paceño de 44 años: “Hay entusiasmo por el cambio, pero no por los candidatos. Siempre son los mismos, viven felices con el dinero del país, mientras nosotros sufrimos.”
Ni la derecha encarna una propuesta integral, ni la izquierda encuentra cohesión. Esto ha motivado un auge del voto antisistema que se canaliza en protestas, boicots, y en un riesgo elevado de abstención pese a que el voto es obligatorio en Bolivia para los 7,9 millones de electores habilitados.
Ajuste fiscal, subsidios y miedo al estallido social
Tanto Doria Medina como Quiroga han planteado la eliminación progresiva de los subsidios energéticos y alimentarios, con el fin de sanear las cuentas fiscales. Bolivia, altamente dependiente de la renta petrolera, ha visto caer sus ingresos en los últimos años, y el déficit fiscal amenaza con insolvencia.
Pero, como advierte la analista Kathryn Ledebur de la Andean Information Network: “Un triunfo conservador podría conllevar consecuencias devastadoras para las comunidades indígenas y pobres.” Las protestas frente al eventual incremento del costo de vida y apertura a corporaciones extranjeras podrían ser contenidas mediante incremento del poder represivo, retomando prácticas de gobiernos militares pasados.
Las elecciones parlamentarias y la llave del poder
No sólo se elige presidente. También están en juego los 130 escaños de la Cámara de Diputados y los 36 del Senado. Un ejecutivo sin mayoría legislativa enfrentaría serios bloqueos a sus programas.
Si ningún candidato alcanza el 50% de los votos, o al menos 40% con una ventaja de 10 puntos, se deberá realizar una segunda vuelta el 19 de octubre, algo que no ocurre desde el retorno a la democracia en 1982.
¿Cambio histórico o déjà vu disfrazado?
Desde los años 80, Bolivia ha vivido ciclos pendulares en materia económica y política: una apertura al libre mercado en los 90, el giro socialista desde los 2000, y ahora la posible irrupción de un modelo neoconservador como fórmula para la eficiencia.
Este escenario inestable podría derivar en dos caminos:
- Una transición ordenada que lleve al país hacia una modernización con equilibrios democráticos, como algunos sectores de centro-derecha proponen.
- Un ciclo de conflictividad social producto de frustración electoral, ajustes económicos y procesos judiciales usados políticamente.
Más allá del desenlace, queda claro que los ejes de disputa ya no son sólo ideológicos. Se trata también de quién controla el litio, de qué modelo económico será sostenible para un país tan dispar en lo geográfico como en lo social, y qué rol jugará Bolivia en un ajedrez global cada vez más convulso.
El voto boliviano, aún con escepticismo y desilusión, puede marcar el inicio de una nueva era. ¿Estará la ciudadanía lista para asumir los costos del cambio, o resignada a sobrevivir en un eterno consenso frustrado?