El glaciar Ventina se desvanece: una advertencia helada del cambio climático en los Alpes
El retroceso acelerado del glaciar en Lombardía pone en evidencia el impacto extremo del calentamiento global en Europa
Por décadas, el glaciar Ventina fue una joya visible y medible de los Alpes italianos. Hoy, su descomposición acelerada marca una página histórica en el libro del cambio climático europeo.
La desaparición de un gigante de hielo
Ubicado en la región de Lombardía, al norte de Italia, el glaciar Ventina ha sido objeto de medición constante desde 1895. En esa fecha, científicos fijaron una serie de estacas marcadoras en su lengua frontal para observar su evolución. Actualmente, tras el verano más abrasador en décadas, estas estacas se encuentran enterradas bajo deslizamientos de roca y escombros, lo que ha imposibilitado la medición tradicional y segura de su progresión.
El Servicio Glaciológico de Lombardía ha anunciado que abandonará la observación presencial en favor de tecnologías avanzadas como imágenes de drones y sensores remotos para monitorear el retroceso del glaciar. Con esto, concluye una era de 130 años de observación directa.
Un retroceso visible y cada vez más rápido
Desde que iniciaron las mediciones, el Ventina ha perdido alrededor de 1,7 kilómetros de largo. Sin embargo, el dato más alarmante es el ritmo reciente: 431 metros desaparecieron en sólo la última década, cerca de la mitad de esa pérdida desde 2021. Este ritmo refleja cómo el calentamiento global ha intensificado la fusión de los glaciares en pocas décadas.
“Hasta los años 80 podíamos esperar ciclos normales de retracción, o al menos un retroceso contenido. Pero en los últimos 40 años, ha ocurrido algo realmente impactante”, afirmó Andrea Toffaletti del Servicio Glaciológico de Lombardía.
La fórmula que ya no funciona: nieve insuficiente y veranos extremos
Los glaciares alpinos, como el Ventina, necesitan una cantidad mínima de nieve residual de invierno en sus superficies para regenerarse durante el verano. Esta capa suele mantenerse gracias a inviernos rigurosos y veranos moderados. Sin embargo, en tiempos recientes, la falta de precipitaciones invernales y las temperaturas récord en verano han impedido este equilibrio.
Toffaletti añade que:
“Los veranos actuales ya no permiten conservar el manto de nieve invernal. En pocas palabras, el glaciar ya no puede respirar.”
Los Alpes, un ‘punto crítico climático’
Según el Servicio Glaciológico, los Alpes han registrado un aumento de temperatura dos veces superior al promedio mundial desde la era preindustrial. Como resultado, los glaciares alpinos han perdido más del 64% de su volumen. Ya no son los eternos guardianes del pasado, sino víctimas visibles de un presente alarmante.
Un estudio publicado en la revista Nature en 2024 advierte que los glaciares mundiales perdieron, en promedio, 255 mil millones de toneladas de hielo al año entre 2000 y 2011. En la década posterior, esa cifra se aceleró a 346 mil millones de toneladas por año. Un salto del 35% en pérdida anual de masa glaciar en tan solo una década.
Consecuencias globales del retroceso glaciar
La contracción de glaciares tiene múltiples consecuencias más allá de la estética o la topografía alpina. Estas masas de hielo alimentan arroyos y ríos esenciales para el riego agrícola, la generación hidroeléctrica y el suministro de agua potable. Su desaparición implica:
- Disminución del caudal fluvial durante los meses de verano.
- Aumento del riesgo de aludes y deslizamientos de tierra con terrenos inestables, como ya ocurrió en Ventina.
- Desaparición de hábitats únicos para especies alpinas.
- Pérdidas económicas relacionadas con el turismo glacial y deportes de invierno.
Un reflejo de una crisis global
El derretimiento del Ventina no es un caso aislado. En otros extremos del mundo, desde Groenlandia hasta los Andes, los glaciares cuentan historias similares. En Alaska, el glaciar Mendenhall causó una inundación masiva en 2023 tras liberar repentinamente un volumen inmenso de agua represada, lo que llevó a evacuaciones y daños severos.
Además, los recientes derretimientos están afectando órbitas de agua dulce en zonas cosmopolitas como Ginebra o Múnich, donde los ríos alpinos alimentan sistemas hídricos más vastos.
¿Qué sigue para el Ventina y glaciares similares?
Las autoridades italianas ahora intentan preservar la memoria de estos glaciares con museos ecológicos, visitas educativas virtuales y simulaciones 3D con imágenes de drones. Pero incluso estas acciones son paliativas frente a un fenómeno que pareciera imparable si no se reducen drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
La medida tomada de utilizar monitoreo remoto para supervisar al Ventina marca un punto de inflexión tecnológico, pero también una señal inequívoca: ya no es seguro caminar sobre lo que solía ser un glaciar imponente.
Una advertencia difícil de ignorar
El caso del glaciar Ventina, por su historia documentada de más de un siglo y por su simbolismo geográfico en los Alpes italianos, debería ser un llamado de urgencia a la acción ambiental. No sólo para Italia ni Europa, sino para el planeta entero.
El hielo perdido no se recupera en décadas. Y lo que está en juego no es sólo una postal invernal: es el desequilibrio de ecosistemas enteros, la seguridad hídrica de millones y el reflejo visible de nuestro impacto invisible.
Como escribió el climatólogo suizo Matthias Huss: “Cada glaciar que se retira es una línea más escrita en el libro de advertencias del Antropoceno.”
Si el Ventina desaparece del todo en pocos años, no será sólo la pérdida de un coloso helado. Será la constatación cruda de que las predicciones climáticas más pesimistas no sólo eran ciertas, sino acaso demasiado conservadoras.