Fronteras en tensión: el nuevo acercamiento entre India y China
Del choque militar al 'baile del dragón y el elefante': una mirada crítica al intento de reconciliación entre las dos potencias asiáticas
El 18 de agosto de 2025 marcó un nuevo capítulo en la volátil relación entre dos de las mayores potencias de Asia: India y China. La visita del ministro de Exteriores chino, Wang Yi, a Nueva Delhi, incluyó reuniones con el primer ministro indio, Narendra Modi, y otros altos funcionarios, en un esfuerzo por calmar una tensión que lleva más de una década fermentando a lo largo de su accidentada frontera común de 3.488 kilómetros.
Un pasado fracturado
La disputa fronteriza entre China e India tiene raíces que se hunden en el siglo XX, desde el conflicto de 1962 hasta los más recientes enfrentamientos en la región de Ladakh en 2020, donde murieron al menos 20 soldados indios y un número no confirmado de tropas chinas, según fuentes independientes. Desde aquel choque, las relaciones diplomáticas y comerciales han estado sumidas en una profunda desconfianza.
2023–2024: tensión, diplomacia y maniobras militares
En los últimos dos años, ambos países han mantenido decenas de rondas de conversaciones para rebajar las tensiones. En 2023, firmaron un acuerdo para establecer nuevas patrullas coordinadas en la zona de Pangong Tso y desmantelaron puestos avanzados que se habían convertido en símbolos de desafío territorial. Sin embargo, la presencia militar sigue siendo elevada.
Según el Centro de Estudios Estratégicos de Nueva Delhi, actualmente hay más de 60.000 soldados desplegados a ambos lados del Himalaya, acompañados de artillería, drones de reconocimiento y tropas móviles. Es una de las concentraciones militares en tiempo de paz más significativas del mundo.
Wang Yi en Nueva Delhi: diplomacia con sonrisas medidas
Durante la última visita, Wang Yi destacó la importancia de seguir "el camino del desarrollo común" y sugirió que China ve la relación con India como un "tango del dragón y el elefante"—una metáfora propagandística que transmite la idea de cooperación equilibrada entre gigantes culturales.
Modi y su asesor de Seguridad Nacional, Ajit Doval, no fueron tan efusivos. Aunque aceptaron fortalecer “confianza mutua” y mejorar las “comunicaciones estratégicas”, los líderes indios dejaron claro que cualquier solución duradera al conflicto requiere una retirada tangible de tropas en territorios en disputa.
¿Por qué ahora? Geopolítica en movimiento
El contexto internacional también empuja este intento de deshielo. Las relaciones de India con Estados Unidos atraviesan un mal momento tras la imposición por parte del presidente estadounidense Donald Trump de aranceles del 50% sobre productos indios exportados, y un penalización adicional por sus compras de crudo ruso. Esto ha llevado a Nueva Delhi a buscar mayor autonomía geopolítica y recolocar sus fichas en Asia.
China, por su parte, tampoco está en una situación ideal. Las continuas tensiones con Estados Unidos, su delicada relación con Taiwán y la desaceleración de su economía le dan razones para apaciguar otras fuentes de conflicto.
El papel de Pakistán, aliado estratégico de China y gran rival de India, también interviene en esta jugada. Tras su acercamiento a Washington, Islamabad ha recibido nuevo respaldo de Beijing en forma de inversiones y cooperación militar. India busca contrarrestar esta alianza mediante la apertura de diálogos que al menos reduzcan amenazas inmediatas desde su frontera oriental.
Mediación comercial y religiosa
Uno de los avances más llamativos ha sido la reciente autorización de peregrinos hindúes a visitar enclaves sagrados en el Tíbet. La reapertura de rutas comerciales específicas y la reanudación (aún tentativa) de vuelos directos entre ambos países apuntan a una distensión incipiente.
Además, China ha comenzado a levantar restricciones sobre visados empresariales para ciudadanos indios, lo que podría traducirse en un repunte del comercio bilateral, que en 2023 alcanzó los 136.000 millones de dólares, aunque con un gran déficit en contra de los indios.
Una paz frágil y pragmática
Expertos como Manoj Joshi, miembro del Observer Research Foundation, sostienen que estamos presenciando una "normalización incómoda":
“Todavía no hay solución estructural al conflicto fronterizo, pero sí acuerdos tácticos que buscan prevenir una escalada mayor. Se necesita compromiso al más alto nivel político si de verdad se quiere resolver esta disputa.”
Muchos analistas coinciden en que la ambigüedad estratégica reina, al menos por ahora. La línea de control efectivo (LAC) sigue siendo motivo de desacuerdo, y ambas naciones construyen carreteras y puestos militares que elevan la tensión en terreno montañoso y aislado.
¿Y ahora qué?
Modi tiene previsto visitar China a fin de mes para asistir a la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Será su primera visita desde 2018 y un espacio clave para medir si el diálogo superficial puede traducirse en algo más profundo.
En caso de no avanzar, existe riesgo de que vuelva a estallar algún tipo de incidente armado, como advierte el general retirado D.S. Hooda:
"No se puede tener dos vecinos hostiles al mismo tiempo y esperar mantener la estabilidad interna. India necesita consolidar una de estas relaciones con pragmatismo."
El resultado de las actuales gestiones diplomáticas entre India y China será decisivo no solo para los intereses nacionales de ambos países, sino también para la seguridad del continente asiático y, por extensión, del equilibrio global.
Si bien aún es pronto para cantar victoria, este acercamiento ofrece al menos una pausa en la narrativa de enfrentamiento y permite pensar en alternativas más humanas y constructivas que las trincheras del Himalaya.