Myanmar rumbo a elecciones bajo fuego: ¿una farsa electoral de la junta militar?

Mientras el país se desangra entre bombardeos, represión y guerra civil, el régimen militar de Myanmar fija elecciones para diciembre que muchos califican como una burla a la democracia

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Elecciones en un país en guerra

El pasado lunes, la Comisión Electoral de Myanmar —nombrada por la junta militar que gobierna el país desde 2021— anunció el inicio del proceso electoral para el próximo 28 de diciembre. No será una jornada electoral tradicional: las votaciones se efectuarán por fases, en medio de una guerra civil abierta, bombardeos sistemáticos contra la población civil y una represión sostenida contra la oposición democrática.

Serán elecciones sin condiciones democráticas básicas. No hay libertad de prensa, numerosos líderes políticos —incluida la ganadora del Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi— están en prisión o perseguidos, y amplias regiones del país están bajo control de milicias rebeldes o fuerzas étnicas opositoras al ejército.

La sombra del golpe de Estado de 2021

El 1 de febrero de 2021, tan solo horas antes de que se instalara un nuevo Parlamento, los militares de Myanmar tomaron el poder, anulando las elecciones generales de 2020, que habían sido ganadas con amplia mayoría por el partido Liga Nacional para la Democracia (LND) de Suu Kyi. La excusa: supuestos fraudes electorales. Pero observadores internacionales concluyeron que el proceso había sido libre y justo.

¿El resultado? Una nación al borde del colapso. Las protestas civiles rápidamente se convirtieron en resistencia armada, amplificando así décadas de conflictos entre el ejército y diversos grupos étnicos marginados. Hoy, más de la mitad del territorio nacional se encuentra fuera del control efectivo del régimen militar.

Una "democracia" bajo opresión

El plan electoral del ejército ha sido calificado como una farsa desde el principio. Entre los puntos más preocupantes destacan:

  • Una nueva ley electoral que criminaliza —incluso con pena de muerte— la interrupción o rechazo del proceso electoral.
  • La exclusión sistemática de la LND. El partido de Suu Kyi fue disuelto oficialmente y no podrá participar.
  • Una lista de casi 60 partidos participantes, muchos aliados o controlados por el ejército, como el Partido Unión de Solidaridad y Desarrollo.
  • El contexto de guerra activa, donde la mayoría de los electores no podrán ejercer su voto de manera libre ni segura.

Además, Suu Kyi, con 80 años, se encuentra tras las rejas enfrentando penas que suman más de 27 años, resultados de juicios manipulados, según denuncian organismos de derechos humanos.

Elecciones “bajo fuego”: ataques y bombardeos

En las últimas semanas, la junta ha intensificado su uso de la fuerza letal contra zonas en rebeldía para intentar consolidar el control antes de diciembre.

El pasado domingo, al menos 24 personas murieron tras un bombardeo sobre un hospital en Mawchi, estado de Kayah —una región rica en wolframio y controlada por grupos étnicos rebeldes. Días antes, el jueves, otros 21 civiles, incluida una mujer embarazada, murieron en un ataque aéreo sobre la localidad de Mogok, famosa por su producción de gemas.

El ejército niega atacar civiles y sostiene que estos bombardeos se dirigen a “objetivos legítimos de guerra”. Sin embargo, organizaciones internacionales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado crímenes de guerra sistemáticos.

La resistencia democrática: boicot y sabotaje

Grupos armados democráticos y fuerzas étnicas han declarado su intención de boicotear y sabotear las elecciones. Muchos han advertido que las mismas solo buscan legitimar al régimen militar ante la opinión pública internacional.

Además del boicot electoral, diversos actores en la diáspora y dentro del país han solicitado que organismos internacionales no den reconocimiento a los resultados de estos comicios.

La situación se ha convertido en un círculo vicioso: cuanto más intenta consolidarse la junta, más fuerte es la insurgencia y más violenta la represión.

¿Qué dice la comunidad internacional?

Desde el golpe de 2021, la ONU y múltiples países han impuesto sanciones económicas y diplomáticas contra Myanmar. Sin embargo, el régimen se ha sostenido gracias al apoyo de países como China y Rusia, quienes bloquean resoluciones condenatorias en el Consejo de Seguridad.

Según datos del Instituto Internacional para la Paz de Estocolmo (SIPRI), entre 2017 y 2021 el 39% del material militar importado por Myanmar provino de Rusia y el 32% de China. Ambos países son aliados clave de Naypyidaw.

Un país fracturado en mil lealtades

Myanmar, conocido también como Birmania, es un mosaico étnico con más de 135 minorías reconocidas oficialmente. A lo largo de su historia, muchos pueblos han luchado por mayor autonomía e incluso la independencia, especialmente en regiones como Rakhine, Shan, Kayah y Kachin.

Hoy, gran parte de las fuerzas de resistencia provienen de estas comunidades, que han encontrado en la rebelión contra el régimen una oportunidad para visibilizar décadas de discriminación y exclusión.

¿Un paso hacia la normalización del régimen?

Con estas elecciones, el ejército busca mostrar una imagen de normalización institucional. Desde su perspectiva, lograr que haya urnas, boletas y una supuesta participación ciudadana —aunque parcial y amañada— podría servir para justificar su permanencia en el poder y disminuir la presión internacional.

Los analistas son unánimes: sin la reincorporación de la LND, el levantamiento del estado de guerra, la restitución de los partidos proscritos y la libertad de prensa, el proceso no podrá ser considerado legítimo.

La periodista y analista política Renaud Egreteau afirma en The Diplomat: “El ejército quiere pasar la página del golpe como si nada hubiese pasado. Pero las urnas no pueden silenciar las bombas”.

2023: el año más sangriento desde el golpe

Según cifras de la Asociación de Asistencia a Presos Políticos (AAPP), más de 4,000 personas han muerto desde que comenzó la represión tras el golpe. Otras 20,000 personas han sido encarceladas por motivos políticos, muchas sin juicio previo.

La guerra civil ha desplazado ya a más de 1.6 millones de personas, según Naciones Unidas, lo que refleja uno de los mayores éxodos internos en el sudeste asiático. A eso se suman otros cientos de miles que han huido hacia Tailandia, India o Bangladesh.

¿Qué puede pasar después de diciembre?

Incluso si se celebran las elecciones, es muy improbable que estas traigan estabilidad o progreso. Todo apunta a que un futuro gobierno pro-militar solo agravaría la consolidación de una dictadura, mientras continúa la guerra contra su propio pueblo.

La lucha por la democracia en Myanmar no se decidirá en unas urnas vacías o llenas de votos bajo coacción. Se decidirá, como ha sido hasta ahora, en los campos de batalla, en las aldeas arrasadas y en las voces de los que, aún desde la sombra, siguen soñando con libertad.

Una elección que ningún demócrata querría ganar

En el ajedrez político de Myanmar, el ejército mueve sus piezas con astucia, pretendiendo sellar un jaque mate contra la democracia. Pero la partida —sangrienta, cruel y devastadora— está lejos de terminar.

El 28 de diciembre no marcará el renacimiento democrático del país, sino otro capítulo en su tragedia moderna. Un intento de disfrazar con papeles y urnas lo que se sigue imponiendo a fuerza de metralla y miedo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press