Pakistán bajo el agua: la tragedia de Buner y el desafío del cambio climático
Mientras más de 150 personas continúan desaparecidas, las lluvias monzónicas desnudan la vulnerabilidad climática del país y la falta de preparación institucional.
El distrito de Buner, en la provincia pakistaní de Khyber Pakhtunkhwa, quedó sepultado bajo un manto de tragedia tras un repentino estallido de nubes (cloudburst) que provocó inundaciones y aludes el pasado viernes. A medida que los equipos de rescate peinan escombros y ríos desbordados, la cifra de víctimas mortales asciende a 277 personas, y más de 150 permanecen desaparecidas.
Una catástrofe repentina pero no inesperada
Los altos niveles de precipitación en esta zona montañosa han sido atribuidos a un fenómeno cada vez más frecuente y violento: las lluvias monzónicas extremas potenciadas por el cambio climático. Desde el 26 de junio de este año, se han registrado al menos 645 muertes en Pakistán atribuidas al monzón, especialmente en el noroeste del país.
El vocero de los servicios de emergencia, Mohammad Suhail, confirmó que las operaciones de búsqueda se han intensificado en áreas remotas para encontrar a los desaparecidos. Las imágenes satelitales y los informes indican que muchas aldeas fueron completamente arrasadas.
Alerta sin tiempo de reacción
La tragedia no tiene solo una causa natural. Muchos residentes han acusado a las autoridades locales de no emitir advertencias eficaces. En contextos rurales como Buner, uno de los métodos tradicionales para alertar a la población es mediante altavoces de mezquita. Sin embargo, nadie escuchó una llamada de evacuación.
El gobierno respondió que había un sistema de alerta temprana técnicamente operativo, pero la intensidad del aguacero fue tan súbita que no hubo tiempo para proceder con evacuaciones masivas. El jefe de ministros provinciales, Ali Amin Gandapur, indicó que las víctimas “no debían haber construido viviendas en cursos de agua”, culpando en parte a la propia población por los perjuicios.
La pobreza, el urbanismo desordenado y la vulnerabilidad
La realidad es más compleja. En zonas rurales como Pir Baba en Buner, donde ocurrió gran parte del desastre, las comunidades vulnerables simplemente no tienen acceso a terrenos seguros. Construyen allí donde pueden, muchas veces sin asistencia técnica ni regulaciones claras. La planificación urbana es prácticamente inexistente.
Según el informe “Monsoon Situation Overview (2023)” de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), un 40% de las construcciones en zonas rurales montañosas de Pakistán carecen de cimientos adecuados. Esta precariedad amplifica los efectos de cualquier fenómeno meteorológico severo.
La sombra del desastre de 2022
No es la primera vez que Pakistán enfrenta una tragedia de esta magnitud. En 2022, las inundaciones catastróficas mataron a casi 1.700 personas y desplazaron a más de 33 millones, destruyendo más de 2 millones de hogares. El daño económico fue monumental: más de $30 mil millones en pérdidas.
Estas crisis recurrentes exponen la insuficiencia de una infraestructura resistente, y señalan la urgente necesidad de políticas nacionales de adaptación climática en un país cuya huella de carbono global no supera el 1%, pero sufre desproporcionadamente los efectos del calentamiento global.
Ayuda humanitaria y desafíos logísticos
Las agencias de ayuda comenzaron a movilizarse el domingo, cuando nuevas lluvias azotaron varias regiones del país. El acceso sigue siendo un problema crítico. Muchas comunidades han quedado aisladas por carreteras destruidas o bloqueadas, y las comunicaciones son intermitentes o inexistentes.
Organizaciones como la Cruz Roja y el Programa Mundial de Alimentos han desplegado equipos en Buner y otras áreas afectadas intentando distribuir raciones de emergencia, agua potable y medicamentos. Sin embargo, las condiciones adversas han limitado su alcance.
La presión sobre el gobierno de Pakistán
El gobierno nacional enfrenta críticas crecientes por lo que muchos llaman una falta de preparación crónica. Si bien Pakistán cuenta con una Autoridad Nacional de Manejo de Desastres (NDMA), expertos denuncian su presupuesto escaso, dependencia del ejército, y respuestas más reactivas que preventivas.
El profesor Qamar-uz-Zaman Chaudhry, climatólogo y autor del primer Plan de Adaptación Nacional al Cambio Climático de Pakistán, declaró que “a pesar de que las lluvias monzónicas son predecibles año tras año, el estado paquistaní sigue reaccionando como si cada desastre fuera inesperado”.
Voces desde el terreno
Arif Khan, maestro jubilado de Pir Baba, relató en una entrevista radial: “Perdí mi hogar y a mi sobrino en segundos. Ni los vecinos pudieron ayudarnos. Vine aquí con mis nietos, esperando a que alguien nos diga qué hacer”.
Estos testimonios desoladores se repiten a lo largo del distrito. Familias enteras duermen a la intemperie, sin alimentos calientes ni ropa seca, mientras las lluvias no cesan.
La resiliencia ante el cambio climático: ¿estamos haciendo lo suficiente?
A nivel global, existen múltiples instrumentos para mitigar el impacto climático en naciones en desarrollo. Desde el Fondo Verde para el Clima hasta las negociaciones multilaterales de pérdidas y daños, se discute la necesidad de financiar a países vulnerables para adaptarse a un mundo más extremo climáticamente.
No obstante, la brecha entre las promesas y las acciones es abismal. En 2023, solo se desembolsó el 16% de los fondos acordados para asistencia específica a países como Pakistán, según datos del Global Center on Adaptation.
Un futuro incierto con impactos previsibles
Los expertos en meteorología de la Universidad de Lahore han advertido que los eventos climáticos extremos podrían duplicarse en intensidad y frecuencia hacia 2030 si la temperatura global continúa aumentando más allá de 1.5°C, especialmente en regiones como el sur de Asia.
Mientras tanto, la realidad en tierra es que la mayoría de las víctimas del desastre de Buner no sabían lo que les esperaba, y no recibieron medios para protegerse. La tragedia climática es también una tragedia de desigualdad.
Y hasta que se tomen acciones globales reales —y locales más efectivas— para construir resiliencia e infraestructura sólida en las comunidades más vulnerables, historias como la de Buner seguirán repitiéndose, cada temporada del monzón como un eco doloroso y predecible.
Por ahora, la prioridad sigue siendo rescatar a los desaparecidos, enterrar a los muertos y, sobre todo, aprender de lo que una vez más pudo haberse evitado.