La guerra del maquillaje y la libertad: Drag shows, universidades y la Primera Enmienda en Estados Unidos
La batalla legal por el derecho a los espectáculos drag en campus universitarios pone a prueba los límites de la libertad de expresión en tiempos de polarización política
El caso que remece a Texas: cuando el drag se convierte en asunto constitucional
En medio de un clima político profundamente polarizado, la justicia federal en Estados Unidos acaba de emitir un fallo que sienta un precedente clave en torno a las libertades estudiantiles, el arte performativo y la interpretación de la libertad de expresión. El 5.º Tribunal Federal de Apelaciones revocó en junio de 2024 la decisión de una instancia inferior que había avalado la prohibición de un drag show universitario en el campus de West Texas A&M University.
La controversia gira en torno al presidente de esa universidad, Walter Wendler, quien en 2023 canceló un espectáculo drag organizado por el grupo estudiantil LGBTQ+ Spectrum WT. El evento buscaba recaudar fondos para The Trevor Project, una organización que previene el suicidio entre jóvenes LGBTQ+.
Wendler afirmó entonces que los drag shows eran “misóginos” y los comparó con performances de blackface, en los que artistas blancos se pintaban de negro para caricaturizar a personas afrodescendientes, una práctica considerada ofensiva desde hace décadas.
Pero la Corte de Apelaciones no estuvo de acuerdo. Señaló que prohibir este tipo de espectáculo en Legacy Hall —un auditorio universitario abierto también a iglesias y candidatos políticos— constituía censura de contenido y violaba la Primera Enmienda.
¿Qué dice la constitución? El marco legal
La Primera Enmienda de la Constitución de EE. UU. protege la libertad de expresión, de prensa y de reunión. Los tribunales han interpretado históricamente que esta protección incluye también formas de expresión artística.
La jueza Leslie H. Southwick, nombrada por el expresidente George W. Bush y autora del fallo mayoritario del tribunal, escribió que el mensaje del espectáculo era claro: apoyar a la comunidad queer y recaudar ayuda para una causa benéfica. Mencionó además que el público sería limitado, con entradas vendidas, y que se trataba de una presentación organizada por grupos estudiantiles, no un acto espontáneo sin contexto alguno.
“La audiencia del show drag habría sido un grupo con entradas, asistiendo a un evento patrocinado por organizaciones estudiantiles LGBT+, y diseñado para recaudar fondos para una organización benéfica de prevención del suicidio entre jóvenes LGBTQI+”.
El tribunal también concluyó que los estudiantes enfrentaban un daño irreparable en sus derechos de expresión, especialmente porque Wendler reiteró que ningún espectáculo drag sería permitido nunca más en la universidad.
Un tema nacional: Texas, epicentro de la controversia drag
West Texas A&M no es la única institución que ha llevado controversias similares. En Texas, 2023 fue un año clave en la escalada contra el drag: el Estado aprobó una ley que limitaba las actuaciones drag en espacios públicos. Aunque luego un juez federal la anuló por considerarla inconstitucional, las universidades continuaron enfrentando presiones.
En marzo de 2024, el sistema universitario de Texas A&M anunció una prohibición general sobre los espectáculos drag, medida atajada temporalmente por otro juez para permitir la celebración del evento anual Draggieland en el campus principal.
Universidades como la de Texas y la del Norte de Texas también impusieron restricciones similares, motivadas en parte por presiones del ala conservadora, incluyendo al juez del condado Tarrant, Tim O’Hare.
Para el grupo Spectrum WT, las decisiones judiciales que los apoyan representan más que un triunfo legal. Según Adam Steinbaugh, abogado de FIRE (Foundation for Individual Rights and Expression):
“Estamos felices de que nuestros clientes puedan ahora expresarse libremente. Vigilaremos que el presidente Wendler cumpla con la ley mientras el caso avanza”.
Un país dividido: ¿arte, provocación o protección de la juventud?
Los espectáculos drag no son nuevos ni exclusivamente estadounidenses. Su existencia se remonta a tiempos de Shakespeare, cuando los hombres interpretaban roles femeninos en el teatro. En EE. UU., adquirieron notoriedad en la contracultura queer de los años 60 y 70, popularizándose aún más con programas como RuPaul’s Drag Race.
Sin embargo, se encuentran hoy en el centro de una batalla simbólica. Mientras sectores conservadores los vinculan con “ideología de género” y quieren proteger a “niños e instituciones”, los defensores rechazan esta visión por considerarla discriminatoria y represiva.
En una disidencia contundente, el juez James C. Ho —nombrado por Trump— escribió que:
“El drag no es expresivo por naturaleza. La protección depende de cada espectáculo específico, de sus realizadores y su audiencia”.
Argumentó además que el grupo estudiantil no había demostrado la necesidad de una “solución extraordinaria” como una orden judicial contra la prohibición.
Números y argumentos: ¿una política anti LGBTQ+?
La sistematicidad de estas prohibiciones ha despertado alarma entre defensores de los derechos LGBTQ+. Según la organización ACLU, en 2023 hubo más de 400 proyectos de ley estatales en EE. UU. dirigidos a restringir derechos de este colectivo. Muchos de estos apuntaban a limitar espectáculos drag, prohibir libros LGBTQ+, vetar terapias de afirmación de género o restringir pronombres en las aulas.
Desde medios conservadores y ciertos funcionarios, se ha enmarcado el drag como una amenaza a valores familiares. Pero investigaciones académicas apuntan a que estas actuaciones no son inherentemente sexuales o inapropiadas.
Además, siguen creciendo las tasas de depresión y suicidio entre la juventud LGBTQ+. El Informe Nacional 2023 del Trevor Project reveló que:
- El 41% de los jóvenes LGBTQ+ consideró seriamente el suicidio ese año.
- El 56% no se sentía seguro en sus escuelas.
- Los estudiantes que contaban con apoyo institucional reportaban menor riesgo de suicidio.
Por eso, cancelar eventos como este drag show podría privar a estos jóvenes de espacios seguros y afirmaciones culturales vitales.
Lo que está en juego: arte, tolerancia y derecho
Lo que en apariencia podría parecer una disputa menor —un espectáculo universitario— es en realidad una pugna sobre el alma misma de la libertad de expresión en la sociedad estadounidense contemporánea. ¿Dónde termina la protección legal y dónde empieza la censura ideológica?
Para muchos observadores, esta es tan solo una batalla en un conflicto mayor que atraviesa a la educación, el arte, la política y la moral pública en EE. UU. Un conflicto en el que cada juzgado se convierte en arena de combate de dos visiones opuestas de sociedad.
Por ahora, los escenarios universitarios podrán seguir siendo ocupados por pelucas gigantes, lentejuelas y labios pintados. Pero la lucha continúa. El caso regresa al tribunal de distrito en Amarillo, Texas, donde se decidirá si esta controversia se cerrará como un episodio más del debate constitucional, o como punto de partida para nuevas restricciones.
Con el 2026 electoral en el horizonte y un clima social cada vez más tenso, la pregunta sigue en el aire: ¿puede un espectáculo drag definir el futuro de la libertad de expresión en Estados Unidos?